› Por Sandra Russo
Dice Mirtha Legrand que ella estaba esperando ansiosamente que hablara la Presidenta después de la derrota electoral, pero que cuando salió, habló de Honduras. “A mí qué me importa Honduras”, reflexionó en cámara la Señora, la más Señora de todas las Señoras Argentinas. A la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en cambio, Honduras le importa tanto que ha decidido acompañar al presidente Manuel Zelaya en su regreso a Tegucigalpa.
El golpe que tuvo lugar en Honduras debe importarnos mucho, me permito sugerirle a la Señora, que siempre está tan informada, puesto que se trata de una nueva forma de golpe de Estado, tan atípica que los militares que secuestraron al presidente de madrugada y lo sacaron del país por la fuerza de las armas estaban obedeciendo órdenes de la Corte Suprema de Justicia, que el Partido Liberal, al que pertenece el presidente Zelaya, avaló el golpe y que el Congreso en su conjunto lo validó. Toda esa torta de instituciones, nunca antes vista en una maniobra de una ilegalidad vehemente, grotesca y desfachatada, se saca de encima así a la molestia que es Zelaya, elegido constitucionalmente, pero que había virado a las políticas del Alba, en desmedro del ALCA.
La cuestión no es menor, señora Legrand, porque Honduras salió casi al mismo tiempo que la Argentina de la larga noche de las dictaduras. Y aunque el tiempo en televisión es tirano y las cosas que pasaron hace dos o tres décadas parecen de otro siglo, algo sobre lo que resulta aburrido hablar al aire (¿Recuerda a Cecilia Rossetto, siempre hablando del pasado? Una invitada mala onda), que hayan sido asesinados tantos miles de argentinos y que hayan sido robados tantos bebitos es un tema que cada tanto recobra actualidad. Tiene eso.
Siguiendo con Honduras, creo que debería importarle porque ese tema en este momento tiene escandalizado al mundo, incluyendo al presidente norteamericano, fíjese, y a Patricia Janiot, la chica atractiva de la CNN, que el lunes le hizo un picante reportaje al canciller trucho de Honduras, que no pudo explicar ninguno de los ribetes canallescos del secuestro del presidente Zelaya y la carta de renuncia falsa que usó el Congreso para destituirlo.
Habrá visto que la OEA y la ONU respaldan a Zelaya. Quiero decir: aunque en la Argentina siempre tenemos la mala costumbre de creer que los golpes de Estado en algún otro país (¡por suerte aquí ya somos democráticos!) son moneda corriente, observe que hace ya mucho tiempo que no hay golpes de Estado, y que si hay uno, la comunidad internacional y sobre todo la regional actúan como una defensa del sistema democrático, de acuerdo naturalmente con las reglas de la democracia de cada país.
El reflejo inmediato de la presidenta Cristina Fernández, y el papel que juega nuestro país en este proceso democratizador tan fuerte que está viviendo esta parte del mundo, tan racional que hasta Obama se suma, hacen sentir a muchos argentinos, no sólo oficialistas, por supuesto, mucho orgullo. Algunos de ellos incluso miran su programa.
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