CONTRATAPA
Las invasiones de Bush
› Por José Pablo Feinmann
Seguramente George Bush lo ignora, pero las guerras de conquista implican un retroceso histórico, un regreso al viejo colonialismo del siglo XIX, como si el capital financiero no hubiera aparecido o como si ya no alcanzara para establecer una dominación eficaz. Esta última hipótesis es altamente revulsiva y significa una alteración en los esquemas de dominio de las potencias imperiales. Todo parece indicar que –hoy, a comienzos del siglo XXI– los guerreros no conquistan los mercados para luego retirarse y mantenerlos sometidos por medio del comercio y las finanzas, sino que necesitan permanecer en ellos. O sea, la guerra es guerra de conquista, y toda guerra de conquista reclama el dominio permanente de los guerreros, la no finalización de la guerra, ya que una guerra finaliza cuando los ejércitos, aun los triunfadores o, sobre todo, ellos, se retiran. En la hipótesis de guerra de Bush los ejércitos no podrán retirarse, porque Bush ha retornado a las guerras de conquista, quiere establecer un imperio, no ya por el comercio o las finanzas, sino por la dominación directa del poderío bélico. No quiere abrir mercados, como lo hiciera Inglaterra con China, o la Triple Alianza sudamericana con el Paraguay, quiere ocuparlos.
Esta dicotomía entre ocupación y aperturismo dinamizó el pensamiento colonialista británico en el siglo XIX. Un caso que todos conocemos nos ilustrará certeramente esta cuestión. Busquemos entender la difícil estrategia de Bush comparándola con la del colonialismo inglés en la Argentina. El caso que todos conocemos es el célebremente llamado “las Invasiones Inglesas”. Se trató, en la política exterior del Imperio británico, de uno de los fracasos más estrepitosos, de una de las torpezas más lamentables y no repetibles. El brigadier William Carr Beresford invade las colonias españolas del Río de la Plata. Se busca eliminar el dominio español y establecer el británico. Lo que se consigue es unificar el espíritu guerrero rioplatense y abrir, para sus habitantes, la posible visualización de una autonomía política, ya que la victoria militar les había pertenecido. Los ingleses, pese a que repiten el intento un año más tarde, comprenden que se trata de una torpeza. Deberían ocupar la plaza, luego de derrotar a los bravos y orgullosos criollos, y mantenerla. He aquí la cuestión que deciden evitar, dado que advierten que una conquista militar, aun exitosa, dará paso a una etapa más ardua y, decididamente, más onerosa: mantener ocupado ese territorio, establecer en él un gobierno inglés, con funcionarios ingleses y, muy especialmente, un ejército de ocupación que deberá ser altamente efectivo pues se ha vulnerado el orgullo de los nativos y éstos, siempre, desearán reivindicarlo. La decisión del Imperio (el británico, claro) cambia por completo. La conquista deberá ser comercial. Que los criollos, ellos por sí mismos, se independicen de los españoles y establezcan relaciones comerciales libres con Inglaterra, por medio de ellas los controlarán. He citado muchas veces una frase de Canning que es célebre por sí misma: la que afirma que Inglaterra, en el país del lejano sur, Argentina, no deberá penetrar como potencia guerrera sino como potencia comercial. A lo largo del siglo (el XIX), las luchas civiles en el país de los criollos giran en torno de esta temática: abrirse o cerrarse a la integración económica del Imperio británico. Proteccionismo o librecambio. De esta forma, se consagrará como campeón del nacionalismo al Rosas que encadena los ríos para que no pasen las naves británicas, y será reverenciado como campeón de la causa civilizatoria el general Mitre cuando, al invadir el Paraguay, declara: “Nuestros soldados llevan en sus bayonetas las banderas del librecambio”. O ese otro célebre brindis del héroe de Buenos Aires: “Brindo por la fecunda unión entre el capital británico y el esfuerzo argentino”. Y hemos llegado al punto que determina que (hoy) Bush tenga que estar más cerca deBeresford que de Canning, más cerca de la dominación directa que de la dominación comercial y financiera.
Veamos. Cuando Mitre dice “esfuerzo argentino” le está resolviendo un gravísimo problema al Imperio británico. “Ustedes nos dan capitales, y nosotros organizamos el esfuerzo nacional para entregarles lo que necesitan: materias primas”. Es decir, Buenos Aires, con Mitre, con Sarmiento, con Avellaneda, con Roca, le asegura al Imperio un mercado interno en paz, un país organizado (la organización nacional que se extiende de Caseros al ‘80) y un país apto para extraer sus riquezas primarias (por medio de la explotación del gaucho y luego del inmigrante) y derivarlas al Imperio, dando satisfacción a lo que éste necesita. ¿Qué necesidad podría tener el Imperio de invadir la colonia? Deja en sus manos la tarea de establecer un gobierno, tener un ejército, una bandera, un escudo y hasta un himno nacional. Pero –y ésta es la cuestión que Bush no puede resolver hoy– ¿qué habría pasado si la Argentina de los Mitre y los Sarmiento y los Avellaneda y los Roca no hubiera podido extraer sus materias primas en la cantidad, rapidez y efectividad con que Inglaterra las necesitaba? Podría haber sido por dos motivos: 1) o por no haber podido sofocar las resistencias internas y mantener el país en el desorden, o 2) por ineficacia productiva, por no poder elaborar todo lo que el Imperio requería. Aquí, la intervención británica habría debido ser más directa. O enviar misiones militares para sofocar a los disidentes. O intervenir directamente en la producción para, digamos, optimizarla de acuerdo con las necesidades crecientes del Imperio.
En suma, ése es el problema de Bush, de aquí que tenga, impulsado por sus estados mayores, que retroceder al colonialismo de conquista, es decir, a Beresford, dado que, en el Golfo Pérsico, no le alcanza con lo que proponía Canning: entrar como mercaderes, no como guerreros. Necesita retroceder a Beresford, necesita conquistar la plaza. Los dos tercios de la producción petrolera mundial están en esa plaza, en el Golfo Pérsico. Estados Unidos necesita esos insumos a una velocidad de abastecimiento imposible para los “naturales” de la región. No puede delegarla en ellos. Sus empresas tienen que intervenir directamente. Esta intervención directa determina la dramaticidad del cuadro, su tragedia. Estados Unidos no puede respetar la autonomía de esa región, pues ella, autónomamente, no está capacitada para extraer los recursos energéticos que el Imperio requiere. La consecuencia de esto es la guerra. Una guerra de conquista que instale a Estados Unidos en el Golfo Pérsico; a sus empresas y, detrás de ellas, custodiándolas, a sus tropas. De aquí la funcionalidad del terrorismo como justificación de la conquista. Los estados que se conquistan son estados terroristas, estados enemigos, el Mal o sus aliados. Hay que ocuparlos en guerras de prevención. ¿Cuál es la finalidad última de estas guerras de prevención? Imponer la presencia directa del imperio en el lugar de los hechos. Así las cosas, la estrategia militar, que busca fortalecer un orden de producción eficaz, deberá ser apta para establecerse donde haga falta (en el Golfo Pérsico o en Asia Central o en Colombia) y mantenerse ahí. Entra, en este exacto punto, el concepto de globalización. El imperio se globaliza porque necesita hacerse cargo directamente de su producción energética. La lucha contra el terrorismo es mundial porque el imperio requiere una explotación mundial de sus recursos primarios, no puede delegarlos. Bush es la pérdida de la paciencia, bajo la excusa de la retaliación. Es, también, la negación de la política, o su precisa prolongación por medio de la guerra. Aunque, si lo pensamos más ajustadamente, acaso sea la prolongación guerrera de una economía cuyo crecimiento requiere una explotación mundial directa de sus insumos energéticos. La empresa es demencial: las conquistas armadas directas son insostenibles. Bush sólo logrará incentivar el nacionalismo, el odio, y su expresión armada, el terrorismo. Que, a su vez, sólo servirá paraincentivar a Bush. Cómo salir de este círculo mortal es el dilema presente de la historia.