› Por Sandra Russo
Esa chica de cara lavada y carpetas entre los brazos le grita a Zaffaroni que lo que quieren los que proponen la despenalización de drogas es vender falopa. Es extraña esa palabra en boca de alguien tan joven. Falopa viene de otro tiempo, pero es que algo ha pasado con el tiempo. Pegamos un retroceso tan fuerte, cultural, políticamente, tan fuerte y tan vertiginoso, que ahora hasta quieren (ellos) vender falopa. Pronto querrán venderles sólo falopa a los niños. Luego se los comerán.
En este tren fantasma al revés, debutamos como ciudadanos de una ciudad cuyo jefe de policía escribió un libro que defiende el terrorismo de Estado. Otra chica se para en la misma Conferencia en la que expertos de países latinoamericanos vienen a exponer políticas contra las drogas. El presente es intervenido por el pasado. La segunda chica tiene el pelo carré de un rubio oscuro y grita finito. Las dos son como Evangelina Carrozo, pero sin sex appeal. Aquella activista que después pegó tetas y un par de contratos en la televisión por lo menos tenía adelante al Grupo de los 8 y una consigna que todavía pertenecía al presente. Estas dos cacarean algo que seguro han leído en un folleto. Son de un grupo muy raro que sostiene que el que está atrás del narcotráfico mundial es el Reino Unido. Seguro que leyeron varias veces cada una el mismo folleto.
Mientras Macri desde París confirma en el directorio del Hospital Garrahan a un contador que fue vicepresidente de la Cámara del Tabaco, las dos pibas de gritos destemplados, ciertamente religiosos, escupen su furia contra la idea de que los consumidores de pequeñas cantidades de droga no sean criminalizados. En el combo de la actualidad argentina, con el herpes de la cultura de derecha activado, las pibas que le gritan a Zaffaroni no desentonan. Es más: son un condimento compatible con el tipo de carne informativa que nos es servida a cada instante.
María Julia Alsogaray dice que es una perseguida política, y acaso lo sea. No por las condenas que le cayeron encima sino por la omisión de otras condenas. Qué duda cabe que María Julia, que muy bien juzgada y condenada está, es la elegida, como Ifigenia, para el sacrificio que le permitió al menemato eludir el costo judicial de sus delitos. Los sobresueldos que cobraban los funcionarios menemistas se diluyeron en las aguas espesas en las que nadie tiene deseo de meter la mano. De la Rúa niega la reunión, la reunión no existió y Pontaquarto es la Cenicienta de la semana: estuvo a punto de matarse, arrepentido de haberse arrepentido, pero unos días después llega en carroza esta sentencia de la Cámara Federal. Sí, hay elementos que le permiten presumir a la Justicia que De la Rúa fue un presidente que pagó sobornos para que algunos senadores de la oposición votaran una ley que destruyó los derechos de los trabajadores.
Esta semana, todo en algunos días. Podría reescribir los últimos renglones del último párrafo muchas veces, porque varios signos de admiración no alcanzan para describir el escándalo que supone lo que dicen. La UCR y el PJ, que ahora Chiche Duhalde dice que deben volver a ser los dos únicos partidos argentinos, tienen esta caquita en la puerta y hacen que no la ven. Los medios los ayudan. Ni se les ocurre el tema. No asocian. La UCR y el PJ, esta semana, no se dan por aludidos del bochorno puntual, de la síntesis perfecta que expresan las coimas en el Senado: son el Pacto de Olivos en estado de putrefacción.
Mientras, en la Subsecretaría de Transporte, Macri acaba de designar a Guillermo Dietrich, cuyo apellido lo dispensa a uno de tener que explicar en qué rubro trabaja su familia. Elisa Carrió llega contenta de dialogar con Mickey. Carrió ya no despierta pasiones en nadie, pero tira buenos títulos y encima ahora desembarca en la provincia. Qué jugamos: se acerca una Elisa Carrió con menos cama solar.
Marcos Aguinis, por su parte, dice que no es neoliberal. Lo dice en defensa propia. En el debate con el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, Aguinis elige como ariete principal de su ofensiva la Marcha peronista en la asunción de Coscia. Estoy mirando la tele muy aburrida y de pronto Aguinis me despierta. No puedo creer, no entiendo el razonamiento. No comprendo por dónde el canto de la Marcha puede entrar a lo profundo de Aguinis. ¿Qué de la Marcha en una dependencia nacional, con el peronismo en el gobierno, produce ese enigmático y tremendo escozor en Aguinis y en los del grupo Aurora y en otra gente? ¿Cuál es la amenaza que trae el peronismo cuando está suelto, cuando Cobos se autoproduce pero no gobierna, cuando no hay pacto?
Los editores de TN hacen una interpretación delirante del mensaje del Papa, y le dan y le dan al “escándalo de la pobreza”. Es un lugar común del lenguaje eclesiástico. La frase fue y volvió. Estaba en el documento que los obispos argentinos le mandaron hace unos meses. Pero la palabra “escándalo” en la boca papal debe ser aprovechada, a destajo de la más elemental comprensión de textos. Si estuvieran cursando el CBC, los bocharían. El presidente de Cáritas fue inducido durante un largo reportaje en TN para que se hiciera cargo de alguna asociación entre la frase del Papa y lo mal que hace todo el Gobierno. No lo lograron.
Aguinis defendió la privatización de Aerolíneas y de las AFJP, también dijo que él no es neoliberal. Como conclusión podría esbozarse que el neoliberalismo regresa del norte para el sur y del centro a la periferia cuando todavía estamos recibiendo sus esquirlas. Pero que la palabra “neoliberal” todavía está impugnada. Está sucia en la memoria incluso corporal de los argentinos. La clase media todavía escucha sus propios golpes contra las rejas de los bancos.
Es el pasado, agónico y nunca muerto. Es exactamente lo de siempre. Es la falopa. Los putos. Los neomarxistas. Es Macri, que disolvió el trabajo de muchos años y eliminó la línea de ayuda a mujeres golpeadas. Son los negocios a los amigos. Son los derechos humanos sólo para los delincuentes. Es vigilar a los hijos para que no hagan cosas raras. Es Mirtha Legrand en continuado. O Moria Casán, o Patricia Bullrich. Es ese universo y esa gente que vienen puestos en la argentinidad que defiende el establishment. Gente cómoda.
El presente y el pasado una vez más copulan insatisfactoriamente en la Argentina. De uno de los impulsos saldrá la fuerza que neutralice a la otra. En eso andamos, en la batalla cultural.
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