› Por Juan Gelman
Un misterio: el 24 de julio pasado, el buque Arctic Sea, rentado por una compañía rusa, desapareció a dos días de su partida de un puerto finlandés con una carga de tablones de madera con destino a Argelia. Moscú afirmó que la nave había sido asaltada y capturada por piratas, lo que habría sido el primer acto de esa naturaleza en aguas europeas desde los vikingos. Es extraño y no hubo mayor explicación. Lo cierto es que el carguero fue detectado cerca de Cabo Verde casi un mes más tarde y que las autoridades rusas detuvieron tanto a cuatro presuntos bucaneros como a la tripulación, de 15 hombres. El Arctic Sea navegaba con bandera de Malta.
Fue curioso el despliegue militar que entrañó el rescate: finalmente, el valor de la carga no llegaba a los dos millones de dólares, pero el Kremlin envió tres enormes aeronaves para transportar a secuestradores y secuestrados, además de destructores y submarinos. Mijail Voitenko, editor del boletín marítimo Sovfrakht, declaró que nunca había visto algo así: “Se trata de las aguas más vigiladas del mundo. No se puede esconder un buque durante semanas sin que el gobierno (ruso) esté involucrado”. Agregó que funcionarios corruptos habrían empleado la nave para transportar armas (The Christina Science Monitor, 9909). No dejaba de ser un argumento que exculpaba al gobierno, pero Voitenko tuvo que huir a Turquía por las amenazas de muerte que recibió a continuación.
Se abrió paso poco a poco otra posibilidad: el Arctic Sea llevaría en sus bodegas misiles al Medio Oriente, presumiblemente a Irán. No cualquier misil, sino los S300, los más avanzados que Rusia posee, y habría sido interceptado por un comando del Mossad. Esto se consideró mera especulación, aunque la BBC de Londres informó del testimonio de un personaje muy cercano a los servicios de Inteligencia de Israel: “La fuente israelí manifestó que Tel Aviv había comunicado a Moscú que sabía que el Arctic Sea transportaba en secreto un sistema ruso de defensa antiaérea... La historia de la piratería fue para encubrir lo sucedido” (news.bbc.co.uk, 9909). En efecto: al día siguiente de la aparición del buque, el presidente israelí Shimon Peres viajó a Sochi y se reunió a puertas cerradas durante cuatro horas con su contraparte rusa, Dimitri Medvedev. El 18 de agosto, un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores israelí precisó que los mandatarios habían analizado en el encuentro “la venta de armas y equipo militar rusos a naciones hostiles a Israel” (www.times.com, 2189). ¿A Irán, tal vez?
Yedioth Ahronoth, el diario conservador de Tel Aviv con mayor circulación en el país, informó que el primer ministro Benjamin Netanyahu “desapareció” a su vez de Israel el lunes 7 septiembre (www.ynetnews.com, 10909). Su vocero declaró que el premier estaba analizando “asuntos de seguridad” en Israel, pero el periódico señala que había viajado a Moscú para reunirse con Putin a fin de disuadirlo de concertar nuevas ventas de armamentos a Irán. “Rentó un jet privado del grupo Mehrab porque temía que volar en un avión de la fuerza aérea israelí (FAI) lo expondría a los medios israelíes y rusos.” Es evidente que ni Rusia ni Israel quieren develar el secreto del Arctic Sea. Para Tel Aviv es una carta importante en la manga si Moscú desea salvar la cara.
El operativo israelí muestra su voluntad de atacar a Irán y no sorprendería: la FAI bombardeó no hace mucho una instalación de Siria que podría haber contenido –o no– un reactor nuclear norcoreano, para no hablar de la destrucción de la planta nuclear de Saddam Hussein que llevó a cabo en 1981. Los misiles rusos permitirían que Irán incrementara su aparato defensivo: con ellos, derribaría hasta la mitad de los cazabombarderos de la FAI que lo atacaran, como bien subrayó el periodista Richard Silverstein (www.richardsilverstein.com, 4909). Los S300 son devastadores.
El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, prometió una investigación de los hechos y pidió a los medios que no incurrieran en apresuramientos: “Habrá trasparencia –afirmó– y espero que todos se convencerán de que carecen absolutamente de fundamento los rumores a los que se refieren”. En tanto, no hay aclaraciones oficiales y es probable que nunca las haya. Que fueran piratas al acecho en el Mar Báltico no será verdad, pero alimenta la fantasía. Burlarse de ella es fantasioso.
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