› Por Jack Fuchs *
Nunca permitió que lo llamasen héroe. Hablaba poco de su experiencia durante la Segunda Guerra Mundial, y cuando lo hacía no se centraba nunca en sí mismo, ni en su heroísmo sino en la tragedia de un pueblo conducido a la muerte. Marek Edelman fue testigo de ese horror y se constituyó en un emblema de la resistencia, la dignidad humana y la libertad.
En el momento de la invasión nazi a Polonia, el primero de septiembre de 1939, Edelman era un joven miembro del Bund, organización socialista judía. En noviembre de 1940, con la creación del Gueto de Varsovia, medio millón de judíos son encerrados y sometidos a condiciones de vida infrahumanas. Un año más tarde, más de la mitad había muerto a causa de enfermedades o de hambre.
En julio de 1942, comienzan las deportaciones masivas desde el Gueto. Durante los siguientes sesenta días, más de 265.000 judíos son deportados a Treblinka, donde la mayoría muere en las cámaras de gas. Al descubrir el destino de las deportaciones, los jóvenes del Gueto, aquellos activos en distintos grupos o partidos políticos, planean el Levantamiento. Cuando los nazis deciden liquidar el Gueto, en abril de 1943, quedando alrededor de 60.000 personas que serían transportadas a los campos de la muerte, la resistencia implementa su plan, el 19 de abril. Entre sus comandantes se encontraba Marek Edelman, con 23 años de edad.
Edelman decía: “Ninguno de nosotros pensaba que nos salvaríamos. Sabíamos que era imposible. Pero nosotros luchamos para proteger la vida de la gente en el Gueto, extenderla aunque fuera por un día, dos, o cinco”. Luego de una fuerte lucha, los líderes del Levantamiento, rodeados en el bunker, viendo la imposibilidad de escapar, se suicidan el 8 de mayo de 1943.
Edelman no estaba en el bunker. Junto a un pequeño grupo de sobrevivientes, pasó al lado ario de Varsovia, y se escondió con la ayuda de grupos de partisanos judíos en los bosques cercanos. Durante los meses de agosto y septiembre de 1944, Marek Edelman luchó asimismo en el levantamiento polaco que pretendía liberar Varsovia de los alemanes, ante el avance del Ejército Rojo.
Después de la Guerra, Edelman estudió Medicina en Lodz, se convirtió en cardiólogo y formó más tarde parte de la oposición democrática y del movimiento Solidaridad. Construyó una vida plena y comprometida, luego de la intensidad del horror del que fue testigo.
Entretanto, en 1968, su mujer e hijos se van de Polonia, luego de las purgas comunistas antisemitas. Marek Edelman decide quedarse. Repetía hasta el cansancio: “Cuando eres responsable por la vida de 60.000 personas, no puedes dejar ni abandonar el recuerdo, la memoria de ellas”. Sintió que debía quedarse en Polonia, para preservar la memoria de los caídos en el Levantamiento del Gueto de Varsovia y de todas las víctimas del nazismo. Su heroísmo lo llevó a obtener la Legión de Honor Francesa y la distinción más alta en Polonia, la Orden del Aguila Blanca. Una vida intensa, un compromiso incondicional, hasta sus últimos días. La vida pudo más y, al mismo tiempo, nunca abandonó a sus “muertos”.
Edelman no era un judío observante, hasta podría decirse que era casi antirreligioso. Sin embargo, eligió su morada final así como eligió su forma de vivir: murió a los 90 años, el 2 de octubre pasado y fue enterrado en el cementerio judío de Varsovia, entre las tumbas colectivas de aquellos que fueron asesinados en el Gueto.
Marek Edelman nunca dejó Polonia, ni el cuidado del recuerdo de las víctimas del nazismo. Tampoco abandonó sus ideales. Fue y será un verdadero Guardián de la Memoria.
* Pedagogo y escritor. Sobreviviente de Auschwitz.
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