Mar 03.12.2002

CONTRATAPA

Si se lo mira bien

Por Alfredo Leuco

Si se lo mira bien a Lula, es decir con las vísceras de la justicia social, queda claro que tiene autoridad moral y política para definir la democracia de la manera más profunda y precisa. Lo hizo hace unos días en su visita al humilde pueblito del desierto de Pernambuco donde nació hace 57 años. Se abrazó con todos y con lágrimas en los ojos dijo: “Yo me fui de acá hace 50 años huyendo del hambre. Hoy vuelvo como presidente del Brasil. Esto demuestra que nunca hay que agachar la cabeza ni bajar los brazos”.
Nunca escuché una definición de democracia menos académica y más perfecta: nunca hay que agachar la cabeza ni bajar los brazos. Si todos los argentinos tuviéramos esa actitud constructivamente beligerante como ciudadanos, nuestros dirigentes serían mucho más parecidos a lo que queremos y no a lo que somos. Sería como dejar de decir “mirá lo que nos hicieron o mirá lo que me hicieron” para decir “vení, acompañame que vamos a hacer”. Uno demuestra la inteligencia creando. Quedarse solamente en la crítica y el lamento es signo de pobreza intelectual, pereza de acción y suele morderse la cola con el resentimiento.
Si se lo mira bien a Lula y a su estrella de esperanza se comprende que es mandatario de un pueblo con una actitud celebratoria de todo lo que nace, crece y se desarrolla en su tierra. Manifiestan su alegría orgullosa por Brasil. Son soldados a la hora de defender lo propio.
Todo lo contrario de una de las grandes zonceras argentinas que don Arturo Jauretche denunció por su nefasto carácter autodenigratorio. Eso de “somos un país de mierda” que surge del inevitable dilema: “Todo hecho propio por serlo era bárbaro y todo hecho ajeno, importado, era civilizado”.
Si se lo mira bien a Lula se percibe que éste es el mejor momento histórico para estrechar esa mano tendida que nos ofrece y refundar el Mercosur en defensa propia. Es ahora o nunca para salir juntos al mundo a vender lo nuestro, para fortalecer la producción nacional y regional, para convocar a inversores serios y estratégicos, para pararse firmes y codo a codo frente al Alca y evitar que sea un proyecto de dominación. Hay mucho por hacer porque tenemos un destino común.
Si se lo mira bien a Lula se puede aprender que no hace falta tirar todos los días una bomba para ser fuerte y que el liderazgo se construye cumpliendo compromisos y abriendo caminos nuevos. Y de que la capacidad de negociar a la luz del día y de acordar y cumplir con lo acordado es un gran mérito para un presidente que primero construyó un gremio, después un partido y finalmente se construyó a sí mismo.
Brasil, en la inmensa geografía de su gente y de su territorio, contiene una diversidad casi única que obliga a la tolerancia para la vida en común. Esa disposición al diálogo, a la armonía y al afecto expresada en el “tudo bem” no tiene nada que ver con la falta de principios. Es vocación para la convivencia. La que expresa Lula cuando propone un Brasil decente que tenga hambre cero.
Lula y el PT son seguramente la personalidad y el partido político que más expectativas y entusiasmos despiertan en estos tiempos de desilusiones, dirigentes hipócritas y cáscaras partidarias vacías de contenido. Es un orgullo que Lula y Brasil nos hayan elegido como privilegiados compañeros de ruta. Es una gran oportunidad que no podemos dejar pasar. Es la reivindicación de la política como instrumento de la vocación de servicio hacia los demás y es la revalorización del término “vecinos” con toda la proximidad del prójimo y los intereses comunes de quienes comparten mucho más que una frontera.
Seamos sinceros con nosotros mismos. Hoy, que estamos para el cachetazo y que todos quieren hacer leña de este árbol caído, hace muy bien saberque un país tan poderoso y un líder tan prestigioso nos estén ofreciendo una mano para ayudarnos a salir del pantano.
Nosotros estamos en las malas y podemos ver a nuestros verdaderos amigos. Y esto va mucho más allá de un arancel de menos o un tipo de cambio de más. Estamos hablando de alta política. No de chiquitaje. Del hombre más votado en la historia del Brasil y que tal como lo prometió salió por primera vez de su país para venir a la Argentina a decirnos: “Vamos a denunciar lo que nos hacen pero vamos juntos a hacer”.
Eso se llama confianza en uno mismo. Algo que siempre les sobra a nuestros vecinos y que últimamente nos esta faltando a nosotros. La depresión económica también nos bombardeó el estado anímico. La autoestima que le dicen. Para superarlo debemos ponernos de pie con nuestras propias energías. Ya bastante tiempo estuvimos arrodillados practicando relaciones carnales. Es tiempo de volver a caminar por nuestros propios medios. De decir entre todos: vamos a andar. Sin nunca agachar la cabeza ni bajar los brazos. Y si Brasil nos cuida las espaldas o marcha a nuestro lado... Mucho mejor.

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