CONTRATAPA › ARTE DE ULTIMAR
› Por Juan Sasturain
En estos días que, tras tanta espera, tardaron tanto en pasar: “Como dos siglos hartos de pisar la tierra”, dijo Lorca de los gimientes toros de Guisando. En estos días en que el espacio y el tiempo se hicieron chicle para que cupiera todo lo que se esperaba que pasara. (Y terminó pasando lo inesperado: que fuera tanto.) En estos días en que la Patria por primera vez en mucho tiempo fue nombrada por su nombre femenino de mina sin pudores ni prejuicios de su condición genuina de madre, novia y amante según tiempo y lugar. En estos días –se vio, alevosamente– hubo oportunidad de encamarse en público con la Patria, sin forro ni cuidados más allá del amor sin especulaciones.
Por eso en estos días –digo– hubo que ensanchar la cama de la Patria, hacerla no de una plaza (ni de plaza y media ni de dos), sino de múltiples plazas, para que nadie se quedara sin su lugar en el festejo: enfiestarse con la Patria fue la consigna.
Precisamente, Una Patria de diez plazas se llamó la memorable exposición que cerró ayer en el Palais de Glace tras diez días de incesante desfile de gente con ganas de ver qué habían hecho algunos de los mejores humoristas gráficos argentinos con la consigna de evocar una Plaza de Mayo puntual, inmovilizada pero viva en un momento de su historia.
La muestra –gigantografías saturadas de color y pormenores– acompañó y fue acompañada por otra exposición, en que se mostraron las ochenta páginas del libro de historietas La Patria dibujada, un recorrido también de diez etapas, con una veintena de autores que no volvieron a contar lo consabido pero “más fácil” y en cuadritos, al estilo Billiken o Anteojito y sucesores, sino que aprovecharon los hechos para narrar lo que se les cantaba. Resultó bastante parecido –no podía ser de otra manera– a lo que se cantaba en la calle.
Pero con respecto a lo que sucedió con las plazas, el resultado fue conmovedor en sentido literal. Cada uno de los dibujantes entró por su lado a darles de comer o tirarles a las palomas, a usar el aerosol, a imprecar o celebrar balcones. El repatriado Oscar Grillo, por ejemplo, puso la cámara bien alto y desde ahí vio y mostró todo, allá lejos y hace tiempo (y hasta mañana) con la minuciosidad del sociólogo, la memoria del historiador, la destreza de una pluma incontinente. El diestro Crist, visionario retrospectivo, aplicó el espejo retrovisor e incluso vio antes de Mayo al dejar una serie de fotos clásicamente alteradas sobre los ingleses con que hicimos el precalentamiento de la Revolución. El inclasificable Max Cachimba describió/creó un pueblo soberano sin fronteras de tiempo, de espacio o de especie, que quiso y quiere saber de qué se trata, inclusive lo suyo, lo que él hace.
El Ñiño Rodríguez metió miedo con la ominosa sombra –repartida en máquinas criminales en plan Cruzada– que se desplomó a bombazos sobre la tácita Plaza indefensa, populosa y boca arriba. Los primeros pasos de Azucena Villaflor –madre antes de las Madres– sobre las duras baldosas por entonces intocadas, en pleno ’77, fue el motivo de la Plaza del ácido Parés, genio y figura. Gustavo Sala saturó a su desaforada manera, desordenó la casa y la Plaza de Alfonsín que Daniel Paz había pintado en celebración triunfal y democrática cuatro años antes, desde la perplejidad de los absortos, cínicos militares.
Rep se hizo cargo minucioso, exhaustivo e irónico como sabe, de la calurosa gesta del 17 de Octubre con las patas en las fuentes y la multitud aluvional que no deja resquicios. La Plaza funesta de Galtieri y de Malvinas encontró en Liniers un intérprete impensado en su negrura, mascarones expresionistas, gruesos brochazos, palabras pesadas. Y ni hablar del pavoroso Langer, testigo y testimoniante de la necesaria última transgresión, la ruidosa y justa causa de las minorías marginadas por el prejuicio, las cuentas siempre pendientes de una sociedad en movimiento, con su plaza del orgullo gay.
Para acostarse con la Patria hay que aprender a compartir su cama. Nunca antes tantas plazas se desplegaron generosas y al mismo tiempo para que el amor las desbordara.
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