Dom 13.06.2010

CONTRATAPA

Ser y parecer

› Por Juan Gelman

El antetítulo dice “Conflicto de intereses”. El título va al punto: “La OMS (Organización Mundial de la Salud) y la ‘conspiración’ de la gripe pandémica” (www.bmj.com, 2-6-10). Ambos encabezan un informe de la prestigiosa publicación British Medical Journal (BMJ, por sus siglas en inglés) que firman Deborah Cohen, editora de la revista, y el periodista Philip Carter, de la Oficina de Periodismo de Investigación de Londres. Se recuerda que hace exactamente un año la OMS declaró “pandemia” la aparición de la gripe A provocada por el virus H1N1. El texto detalla la muy estrecha relación que los encumbrados científicos que así lo aconsejaron mantienen con las empresas farmacéuticas que el año pasado embolsaron ganancias de miles de millones de dólares gracias a la calificación. La OMS negó que tales lazos influyeran en la decisión. En realidad, los ocultó.

El boletín médico Natural News Network (www.naturalnews.com, 5-6-10) resume los pasos que permitieron a grandes compañías como Glaxo SmithKline, Baxter Vaccins, Hoffman-La Roche, Novartis y otras obtener beneficios por valor de 7000 a 10.000 millones de dólares, según el banco JP Morgan. El primero: la OMS exageró el riesgo llevándolo a la fase 6 o pandemia, “aunque la tasa de mortandad del virus era tan baja que se lo podía detener simplemente con suplementos de vitamina D de la que se ha probado científicamente que es cinco veces más eficaz que las vacunas para prevenir la gripe”. El segundo: la OMS urgió a las naciones de todo el mundo a que acopiaran vacunas contra el H1N1 subrayando que la situación era una “emergencia de salud pública”. El tercero: los gobiernos nacionales invirtieron sumas ingentes para comprar y almacenar esas vacunas.

El cuarto paso se internó en territorios decididamente oscuros: los asesores de la OMS recibieron, entre tanto, “comisiones” “de los fabricantes de vacunas, que se mantuvieron en secreto deliberadamente”. El quinto y último: a fin de que la demanda de vacunas fuera la mayor posible, la OMS “exacerbó el miedo advirtiendo que el H1N1 era peligroso en extremo y que todos debían vacunarse”. La urdimbre tuvo éxito y sería interesante inventariar las vacunas no utilizadas que aún conservan los servicios de salud de los gobiernos. No deben ser pocas.

La Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, organismo que agrupa a representantes de 47 naciones del Viejo Continente, acompañó la publicación del informe en la BMJ con uno propio, resultado de una investigación dirigida por el parlamentario británico Paul Flynn. Señala que la Asamblea “expresa su alarma por la manera con que no sólo la OMS, también las autoridades de salud pública competentes a nivel de la Unión Europea y a nivel nacional, manejaron el problema de la pandemia de gripe H1N1”. Va más lejos: “También perturban particularmente (a la Asamblea) algunas decisiones adoptadas y asesoramientos formulados que condujeron a la distorsión de las prioridades de los servicios de salud pública en toda Europa, al desembolso de grandes sumas del dinero público y además a la intimidación y a los temores que el habitante europeo en general tuvo que padecer por los riegos (anunciados)” (www.washingtonpost.com, 4-6-10). Duro, aunque no tanto como “la intimidación y los temores” que recorrieron el planeta.

El informe de BMJ indica que los preparativos de la OMS para combatir todo tipo de influenza comenzaron en 1999, cuando seis investigadores, en colaboración con el Grupo Europeo de Trabajo Científico (ESWI, por sus siglas en inglés), elaboraron un plan ad hoc. Este documento no menciona ningún posible conflicto de intereses, aunque la farmacéutica La Roche financia el presupuesto entero del ESWI.

El silencio de la organización de las Naciones Unidas sobre el tema duró más de diez años. Tampoco ha proporcionado el nombre de los 16 miembros del comité de emergencia que lo asesoraron durante el cimbronazo del virus H1N1. “La OMS no ha proporcionado detalle alguno acerca de si los expertos del caso declararon la existencia de esos conflictos de intereses y, si así fue, qué se hizo al respecto, si algo se hizo”, destaca el texto del BMJ.

Inferencias, indicios, datos sobre la actitud de la OMS y el papel que la industria farmacéutica desempeñó en la declaración de la pandemia gracias a científicos muy “recompensados”, se sintetizaron en esta página hace cuatro meses ya (ver Página/12, 17-1-10). De haberlos conocido hace un año con la minuciosidad que despliega el BMJ, no pocos temores –y dineros– se hubiera ahorrado el mundo. De paso: no se ha publicado un solo estudio científico sobre la eficacia o no de la vacuna contra el H1N1. Vaya a saber por qué.

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