› Por Juan Gelman
Israel denuncia el propósito iraní de construir un arsenal atómico y jamás habla del propio, que comenzó a edificar en 1960. Amenaza con bombardear la planta nuclear de Busheir, pero Tel Aviv nunca ha firmado ni adherido al Tratado de no Proliferación Nuclear (TNP) de las Naciones Unidas del que son Estados parte casi 190 países. No quiere.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) trató, primera vez en sus 53 años de existencia, el caso de Israel a principios de este mes en Viena y le solicitó que adhiera al TNP, que impide el uso de ese tipo de energía con propósitos militares. (www.kuna.net.kw, 3-9-10). El ministro de Relaciones Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, calificó esa propuesta de “injustificada y carente de base política y legal” (www.businessweek.com, 3-9-10). Injustificada, quién sabe: el nuevo director general de la OIEA, Yukiya Amamo, informó en un comunicado que los inspectores de la OIEA enviados a Israel chocaron con restricciones para examinar las instalaciones nucleares de Tel Aviv en Dimona. Tal vez porque ya en 1999 almacenaba en sus depósitos unos 400 artefactos termonucleares y nucleares, según estimó el Centro de No Proliferación Nuclear de la fuerza aérea de EE.UU. (www.au.af.mil, septiembre de 1999). A saber cuántos ahora.
Tel Aviv no niega ni afirma que posee un arsenal atómico y supone que esa posición “opaca” es una ventaja estratégica. Casi no hay experto internacional que dude de que lo tenga: el alcance del programa nuclear israelí es el secreto público mejor guardado del mundo. A Obama no le parece mal, más bien al contrario. Al finalizar el encuentro del 6 de julio con el premier Benjamin Netanyahu, declaró en la Oficina Oval: “Creemos firmemente que Israel, en razón de su territorio, su historia, la región en que se encuentra... tiene requerimientos de seguridad únicos en su género. Debe contar con capacidad para responder a las amenazas... y EE.UU. jamás pedirá a Israel que adopte medidas que debiliten su seguridad” (Foreign Affairs, número de septiembre-octubre 2010, vol. 5). Al mismo tiempo, Barack empuja la adopción de sanciones internacionales contra Irán por su programa nuclear.
Aparecieron, en mayo de este año, evidencias de que Tel Aviv posee nomás armas atómicas. El investigador judeo-estadounidense Sasha Polakow-Suransky logró la desclasificación de documentos que reunió en su libro The Unspoken Alliance: Israel’s Secret Relationship with Apartheid South Africa (Pantheon Books, Nueva York, 2010). La documentación, liberada por los servicios de inteligencia del Ministerio de Defensa sudafricano, revela que en pleno imperio del régimen de apartheid y del bloqueo impuesto por la comunidad internacional al sistema racista, Tel Aviv propuso a Pretoria la compra de armas atómicas “de tres tamaños”.
El diario británico The Guardian publicó fotocopias de algunos registros de estas negociaciones (www.guardian.co.uk, 24519), firmados por P. W. Botha, entonces ministro de Defensa de Sudáfrica, y por su homólogo Shimon Peres, hoy presidente de Israel. En la reunión que las dos partes sostuvieron el 31 de marzo de 1975, Tel Aviv “ofreció formalmente a Sudáfrica venderle misiles Jericho de su arsenal habilitados para cargas nucleares”. En los documentos se insiste con la necesidad de mantener en secreto “los términos o contenidos de cualquier acuerdo de esta naturaleza... (que) entrará en vigor por un período de tiempo indefinido y no podrá ser cancelado o desconocido unilateralmente”.
Un documento registra la reunión que se realizó el 30 de junio de 1975 en la Casa de Huéspedes del gobierno sudafricano, en la que “el ministro Peres ofreció la venta de la mitad de la producción israelí de un nuevo tanque... que comenzaría en enero de 1976 a razón de diez unidades mensuales”. Además, Polakow-Suransky asegura que el valor de las exportaciones militares de Tel Aviv a Pretoria ascendió a 600 millones de dólares anuales durante 1974/1993, el período del apartheid. Israel se convirtió en el tercer abastecedor de armas a Sudáfrica después de EE.UU. y Gran Bretaña.
¿Los derechos humanos son menos importantes que las transacciones económicas? Un informe de Maestros contra la Ocupación, ONG que agrupa a educadores de diferentes partes del mundo para bregar contra las guerras, señala que las exportaciones israelíes de armamentos pasaron de 70 millones de dólares anuales en 1972 a mil millones en 1980 (www.teachersagainstoccupation.org, septiembre de 2008). El gobierno israelí vendió armas a la dictadura militar argentina aunque más de mil judíos figuran en las listas oficiales de “desaparecidos”. Las no oficiales triplican la cifra.
La publicación de los documentos top secret sobre los tratos Tel Aviv/Pretoria provocó un duro comunicado de la oficina presidencial israelí: “Israel nunca negoció el intercambio de armas nucleares con Sudáfrica. No hay documentos israelíes o una firma israelí en un documento que refrende que tales negociaciones tuvieron lugar” (www.guardian.co.uk, 24-5-2010). Pero la documentación desclasificada incluye una carta con membrete del Ministerio de Defensa de Israel firmada por su titular, Shimon Peres, y fechada en Tel Aviv el 22 de noviembre de 1974. Fue dirigida al Dr. E.M. Rhoodie, secretario de Información del régimen racista, y el actual presidente israelí le escribe: “La cooperación (entre ambos países) se basa no sólo en nuestro intereses comunes y en la determinación de resistir a nuestros enemigos, sino también en los cimientos inconmovibles de nuestro odio común a la injusticia y nuestro rechazo a someternos a ella”. Bueno.
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