CONTRATAPA
La privatización del crimen
› Por José Pablo Feinmann
Los dueños del poder en la Argentina perdieron territorialidad. En Mar del Plata, hoy, una playa privada, en la que una carpa sale 3500 pesos por mes, a la que los turistas van con custodios y en coches blindados, se llama La reserva. El country, a su vez, como institución, como concepto, también expresa esta situación de retiro, de reserva. El country es la confesión de que los poderosos han perdido la ciudad. La reserva, que han perdido la Rambla, la vieja Rambla de Mar del Plata por donde se paseaba oronda la vieja oligarquía. Hay un retraimiento que se traduce en búsqueda de seguridad. El crimen de Pilar pareciera expresar el poder de ese retraimiento: aquí adentro, en estas praderas que nos construimos para vivir apartados de la chusma, hacemos lo que se nos viene en gana, incluso matarnos entre nosotros. No nos molesten.
La temática del adentro y el afuera (inescindible de la temática de la invasión) es central para entender nuestro país. Está ese texto de Miguel Cané que habla de cerrar el círculo y velar sobre él. ¿Cuál era el terror de Cané? El territorio (que se había conquistado a sangre y fuego en el siglo XIX, derrotando al federalismo y aniquilando a indios y negros) requería ser poblado otra vez, industriosamente. Esa inmigración que la oligarquía agraria y exportadora trae a Buenos Aires vuelve a meterle el miedo en las entrañas. La chusma inmigratoria –la “chusma ultramarina”– llega y llega con malos modales. Hace huelgas, pone bombas, mata jefes de policía, es anarquista, ácrata, libertaria. Aquí, Cané (que habrá de redactar la xenófoba Ley de residencia) se alarma. Cuidado, dice. Algunos lograrán hacer dinero y pretenderán, tropezando con los muebles, entrar en nuestros salones. Son “guarangos democráticos”, “fabricantes de suelas”. Buscarán sorprender a nuestras vírgenes. “¿Quieren placeres fáciles -escribe–, cómodos o peligrosos?” Podrán encontrarlos. “Pero honor y respeto a los restos puros de nuestro grupo patrio; cada día, los argentinos disminuimos. Salvemos nuestro predominio legítimo. (...) Cerremos el círculo y velemos sobre él” (David Viñas, Literatura argentina y política, tomo 1, pág. 173). A comienzos de siglo, el Grupo Patrio sentía la amenazante invasión de la chusma ultramarina. El adentro requería del afuera, pero necesitaba mantenerlo lejos. Lejos de los salones, donde el círculo íntimo (“los argentinos”) se reúne, se entrega reconocimiento y vela por las tradiciones. Se trata –siempre– de la metáfora de la “casa tomada”. Los inmigrantes (requeridos por una política que había eliminado el mercado interno nacional, el país integrado, y sólo había construido una ciudad, no un país) inquietan a los sectores dirigentes. No hay que permitirles tomar la casa. Vienen a la casa a trabajar, no a ser sus dueños. Sus dueños serán siempre “los argentinos”, el “círculo íntimo” sobre el que hay que velar.
Cortázar, en los ‘50, escribe su célebre cuento: dos hermanos de linaje (de un linaje que es incestuoso, ya que el círculo íntimo es tan íntimo que incurre, necesariamente, en el incesto, es, sin más, una de sus formas) abandonan una casa que ha sido “tomada”. Rozenmacher, en los ‘70, resignifica este cuento y lo torna explícito. Quienes toman la casa son los cabecitas negras. La vieja oligarquía se retira. (Todo esto también puede leerse en términos de Civilización y Barbarie. Los “bárbaros” son el afuera, son la invasión. Los “civilizados” se retraen, se refugian, velan, se reservan.) La dictadura de Videla es el extremo criminalizado de la defensa del “adentro”. El Proceso se llama de re-organización nacional porque retoma las banderas del roquismo. Si Roca “organizó” la república exterminando a los indios, Videla la re-organiza exterminando a la “subversión”. Este aniquilamiento que realiza la dictadura afirma el poder del adentro: la república ha sido reconquistada, y esta vez para siempre. El pero-menemismo le entrega las bases populistas. Pone el viejo “afuera” a los pies de la política económica del “adentro”. Ahora, Alsogaray yMartínez de Hoz gobiernan con bases sociales y obediencia sindical. Ocurre, no obstante, algo nuevo, y acaso inesperado. La “exclusión” del modelo neoliberal es tan salvaje, tan extrema, tan brutal que el “afuera” crece desmedidamente. Ya sin cobertura sindical, ni partidaria, ni productiva, el “afuera”, ahora, es “delincuencia”. Los pobres, los sin trabajo, los desesperados, los mendigos, ocupan la ciudad. Los sectores de poder –que sometieron el país por medio de sus planes económicos– lo han poblado de seres peligrosos. Esos seres recorren la ciudad y Buenos Aires ya no es el “adentro”, como lo era para Cané y su círculo patrio. Buenos Aires es un territorio de riesgo, invadido por la barbarie, ya sean delincuentes o piqueteros. Ellos, los poderosos, los han creado. Crearon a los delincuentes con la economía de la miseria. Y crearon a los piqueteros destrozando el aparato productivo, aniquilando a la vieja clase obrera, organizada, con sindicatos, que hacía huelgas y no cortaba rutas ni quemaba neumáticos. Eran el “afuera”, pero un “afuera” organizado, controlado. Menem, al menos, lo pudo controlar. Y ellos por su intermedio. Ahora la ciudad es terreno peligroso. Los “nuevos bárbaros” lo han invadido todo. Llegó la hora del country.
Al crear el country, la burguesía agraria y financiera confiesa haber perdido la ciudad. No es agradable vivir en el encierro. Ni aun si el lugar en que el encerrado se encierra es un palacio. Los poderosos de los countries podrán alardear de muchas cosas menos de una: ya no tienen Buenos Aires. Tienen que venir, trabajar y huir. No es agradable ni saludable vivir rodeado de custodios, viajar en coches blindados, vivir en espacios con perros y porteros policías. El “círculo íntimo” cada vez es más pequeño, porque los sectores de poder en la Argentina siguen sin construir un país. Sólo saben traficarlo, expoliarlo y –ahora– disfrutarlo en secreto, amurallados.
De aquí la perfección metafórica del crimen de Pilar. 1) La “barbarie” no es el “afuera”; y la civilización, el “adentro”. El asesinato no necesita entrar al country, está en él, habita entre sus exquisitos residentes. 2) Para la acribillada María Marta, el country, lejos de ser el lugar de su seguridad, fue el de su extrema inseguridad, el de su muerte sucia y, hasta ahora, impune. 3) Los señores del country pretenden que su privacidad los prive de la acción de la Justicia. Que la Justicia no entre al country, eso pretenden. Este es “nuestro” lugar. Aquí nos hemos refugiado. Les dejamos la ciudad a la chusma miserable, a los delincuentes. Nosotros, aquí. Entre árboles, tenis, golf y piscinas. No nos molesten. Si queremos asesinar a un familiar, lo hacemos. Para eso hemos “cerrado el círculo íntimo”. Vivimos entre nosotros. Entre nosotros hacemos negocios, jugamos al golf y nos asesinamos. La Justicia (inventada y manejada por nosotros para controlar el “afuera”) nada tiene que hacer aquí adentro.
A esta gente les sorprende que se metan con ellos. Que la sociedad quiera, exija que se les aclare un crimen. La ecuación ámbito privado = seguridad = impunidad es tan poderosa en su “concepción del mundo” que interpretan un agravio que los sometan a esa Justicia que están acostumbrados a controlar. Sucede que ya no hay ámbitos privados. Cada vez pueden esconderse menos. Incapaces de construir una sociedad para todos, una sociedad en la que no tengan que esconderse, se hallaban acostumbrados a controlar esos estamentos que debían servir para los “otros”, no para ellos. Ser poderoso es ser impune. Pero no. Cada vez menos. La sociedad se está hartando de toda esta casta. Sus refugios, así, deberán ser cada vez más remotos. La búsqueda de seguridad los aislará crecientemente. Esa playita de Mar del Plata, por ejemplo. La reserva, se llama. ¿Cómo si no habría de llamarse? Ni que Cané le hubiera puesto el nombre. La reserva, el lugar que todavía nos queda, donde todavía no llegan, donde todavía estamos seguros. ¿Cuál será el próximo lugar seguro? ¿Un asteroide? Pobre gente. Vivir así... ¿Cómo no van a andar nerviosos? ¿Cómo no van a matarse entre ellos?