› Por Rodrigo Fresán
UNO Somos microrrelatos en la estructura de una gran novela cuyo principio leemos pero su final no se ha escrito aún. Estamos de paso: llegamos, vemos y vencemos o perdemos. Mientras tanto y hasta el último telón, nos consolamos con que algo aprendemos de y en el ciclo de la vida, en los sucesivos stages en el vida-game que nos ha tocado jugar. El comienzo, el durante, el final y esa fantasía del después que suele dar lugar a locuras y a religiones y a best-sellers.
DOS ¿Cómo empezar entonces? Le pregunto a Michael Cunningham –de paso por Barcelona para presentar su magnífica Cuando cae la noche– qué fue lo que pasó con su primera novela y por qué hizo lo que hizo. Lo que hizo Cunningham –consagrado mundialmente con Las horas– fue borrar del mapa, de su bibliografía y hasta de su biblioteca (le pido un ejemplar, no tiene) su primera novela titulada Golden States. Pocos escritores han hecho algo así que yo sepa: negar sus inicios. E. L. Doctorow y Tobias Wolff son otros dos. ¿Cómo? ¿Por qué? Cunningham me responde: “Fue un gesto inmaduro, infantil. Yo no era nada ni nadie, faltaba un mes para que cumpliera los 30, y me aposté a mí mismo escribir una novela en apenas cuatro semanas. Y lo hice. Pero no era buena. Lo que jamás imaginé es que fuese a ser aceptada por un editor. No se lo merecía; así que ahora soy yo –el escritor y no el editor– quien la rechaza”. Seis años después de Golden States, en 1990, Cunningham deslumbró a crítica y lectores con Una casa en el fin del mundo y esas formidables primeras páginas en las que alguien atravesaba una puerta de cristal para marcar el principio, durante y final de los sobrevivientes, de los que viven para contarla.
TRES Escribo esto mientras llueve como hacía mucho que no llovía en Barcelona. Una especie de tsunami vertical que, sin dudas, tendrá algo que ver con la onda expansiva del Made y Unmade in Japan. Todo está conectado en el aquí y el ahora y, por favor, no hablemos hoy de blogs y redes sociales y filtraciones, ¿sí? Escribo esto escuchando el nuevo disco de R.E.M. que –ya desde su título, Collapse Into Now– subraya la curiosa paradoja temporal que marca el presente de la banda. Alguna vez indies y tan cool, luego reyes del estadio de culto, y ahora sometidos a juicio sumario con cada nuevo álbum que sacan acusados siempre de lo mismo y, enseguida, a purgar la eterna condena de haber inventado un estilo y de no salir de él. La “culpa” de todo esto –acusación que no se le hace sólo a R.E.M. sino a todo habitante del Mondo Pop– probablemente la tengan The Beatles y Bob Dylan, tal vez los únicos dos casos de fugitivos que nunca pudieron ser atrapados. The Beatles –record de mutaciones en tiempo record, muerte temprana y en el momento justo– son hoy inmortales, siguen vendiendo, continúan evolucionando sin moverse pero lanzados hacia el infinito, el futuro y más allá. Bob Dylan, por lo contrario, eligió el camino opuesto de la misma estrategia: se zambulló rumbo al eterno pasado y hoy es exactamente igual a cualquiera de sus atemporales ídolos de juventud. Otros y uno han conseguido desembarazarse de las cadenas del tiempo y de una época. En cambio, en Collapse Into Now, R.E.M. propone doce tracks que no hacen otra cosa que referirse –sónica y temáticamente– a su imposibilidad de dejar de ser R.E.M. Algunas de ellas producen, en principio, un inquietante déjà vu (en especial el single “Überlin”, que recupera y combina atmósferas y motivos de “Losing My Religion” y de “Drive”). Otras –en especial la magnífica “Walk It Back”, tal vez la mejor balada de toda su carrera– ponen en evidencia la astucia y la honestidad de quienes se niegan a dejar de ser ellos mismos mientras suenan y cantan sobre volver a empezar yendo marcha atrás pero avanzando.
CUATRO Sigue lloviendo e imagino a los cines ibéricos llenos por primera vez desde Avatar para ir a ver a ese otro héroe alien: Torrente 4: Letal Crisis. En 3D, como corresponde. Regresa la bestia negra española. El monstruo que representa con orgullo lo peor de todo un pueblo. El retrato de Dorian Gray de España toda, joder. Veo en TV una muy graciosa entrevista al muy inteligente Santiago Segura y me pregunto si habrá un equivalente a Torrente en Argentina. ¿Cuál es el Lado Oscurísimo de nuestro ser nacional? ¿El Contra de Calabró? ¿El Maradona de Maradona? ¿Las poluciones del Tinelli de Tinelli? ¿Los Perones y sus derivados de Perón? ¿Aquellos que apenas a escondidas añoran el retorno del uniforme y la vista al frente y el silencio es salud? Por qué no pensar en otras cosas, en otros cosos. Y las imágenes de olas –peor pintadas pero mucho más temibles que las de Hokusai– interrumpen las postales habituales en los noticieros de por aquí. Las otras crisis letales, los misterios de la economía, los flujos y reflujos de lo imprevisible en boca de tipos que intentan convencerte de que se la saben todas. Así, Zapatero vuelve a afirmar que el mes que viene descenderán los índices de de-socupación (que no dejan de subir) y Obama teoriza que tal vez la solución para “la situación en Libia” pase por “armar a los rebeldes”. ¿Perdón? Yo ya vi esa película con un tal Osama bin Laden en el reparto. Y me acuerdo de cómo sigue aunque no de cómo termina. Porque no terminó, ¿no?
CINCO Registré por primera vez el nombre de Ron Rosenbaum cuando escribió para una tapa de Esquire una crónica sobre su acoso a la puerta de J. D. Salinger. No caeré en esa tontería de moda de afirmar que “la crónica ha superado a la ficción” –afirmación generalmente en letra y boca de cronistas; los narradores jamás han dicho algo como “la novela tiene mejor frente que cualquier perfil de revista”–, pero sí diré que aquel texto de Rosenbaum era una muy buena historia, un pequeño gran cuento. Seguí a Rosenbaum en sus muy originales libros sobre Hitler y Shakespeare, disfruté de su inmersión en la sociedad secreta elitista Skulls & Bones en Yale, conseguí su recopilación Travels with Dr. Death (que incluía lo de Salinger), leí su polémico ensayo por un nuevo agnosticismo y ahora abro su flamante libro sobre el principio del durante del fin y de cómo, de nuevo, cabe imaginar finales que ya pensábamos agotados, pero no. El libro de Rosenbaum se titula How The End Begins: The Road to a Nuclear World War III y advierte sobre la posibilidad más que cierta para Rosenbaum de un nuevo y caliente THE END atómico de aquellos que nos solía vender la ya añeja Guerra Fría. “Lamento ser el portador de malas noticias, pero tenemos que volver a pensar en lo impensable”, arranca Rosenbaum. Han cambiado, claro, las coordenadas: el Big Kaboom tendrá hora y lugar, según Rosenbaum, en Medio Oriente o Pakistán. Tampoco descarta algún malentendido à la Kubrick entre EE.UU. y Rusia. Nada predice Rosenbaum, sin embargo, de un terremoto nuclear. Falta poco, falta menos. Y el libro es muy divertido y por momentos (marca de la casa) histérico y delirante y dado a la libre asociación de ideas haciendo que el Infierno de Dante limite con La carretera de Cormac McCarthy mientras juguetea con la idea de una gran revancha judía o de un nuevo holocausto. O de ambas cosas juntas, en vivo y en muerto y en directo, como eso de las torres del World Trade Center, ¿recuerdan?, por los días en que nos aseguraban que la Historia había llegado a su fin...
SEIS ...pero (continuará...) y mientras tanto y hasta entonces, no lo leo y no pienso leerlo, pero sí leo que hay un libro que está vendiendo mucho más que el de Rosenbaum. Un libro en el que el gran público lector norteamericano prefiere creer a ciegas y con los ojos abiertos. El libro –pequeña editorial, puro boca a boca, éxito inesperado, veintidós ediciones, millón y medio de ejemplares vendidos y sumando– se titula Heaven Is For Real (algo así como El paraíso existe). Y es la prolija transcripción (con la ayuda de Lynn Vincent, coautora de las memorias de una tal Sarah Palin) que hizo un amantísimo padre, Tod Burpo, de lo que le contó su adorado hijo. Y lo que contó el pequeño de casi cuatro años Colton Burpo (¡Por Dios, qué gran nombre para un personaje!) fue que, durante una operación de urgencia por su apéndice perforado, se murió por un ratito. Y se fue al cielo. Y allí no sólo se reencontró con su abuelo y con una hermanita que nunca llegó a nacer sino también, de paso, conoció a Sansón, a San Juan Bautista y a Jesús, que parece que tiene ojos muy pero muy azules y brillantes. El libro –atención– ocupa en la actualidad el primer puesto de ventas de No-Ficción en las listas de The New York Times. Repito: No-Ficción. Una vez más, por las dudas: No-Ficción. Eso que para algunos supera a la Ficción a secas.
SIETE Por ahora, por el momento, antes del supuesto Paraíso real, el purgatorio cierto de este Diluvio. Sigue lloviendo y hace frío y no me falta un abrigo; pero cómo fue que mi sweater favorito se redujo por lo menos dos tallas. “¡Milagro!”, exclamaría el Pequeño Burpo. Pero siempre se encuentra una explicación si se la busca... Y aquí estoy –infantil, r.e.m.i-niscente, torrencial, colapsado en el ahora, crónica o ficción– escribiendo muy rápido sobre los misterios del ciclo de la vida pero, por supuesto, sin tener todavía claro cómo cuernos programar los ciclos de mi lavarropa.
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