CONTRATAPA
HITLER
› Por Antonio Dal Masetto
Revisando papeles viejos encontré un recorte de un aviso publicitario de un diario brasilero. Seguramente es de los años 1959, 1960, cuando hice mis primeros viajes a Brasil. El aviso es de Eurailpass. Vale la pena una descripción rápida.
Hay una foto de Hitler con las manos extendidas frente a él, manos que podrían sugerir dos garras. Debajo de la foto, con letras grandes, la siguiente sugerencia: VAYA A EUROPA AHORA, ANTES QUE APAREZCA OTRO. Luego, con letra pequeña, las ventajas de viajar con Eurailpass y, turista feliz, convertir en propio el sueño de conquista de ese hombre.
Más allá de lo que podríamos definir como dudoso humor negro e igualmente dudosa eficacia publicitaria, el aviso de Eurailpass nos remite sin embargo a una realidad que la historia del mundo nos ha enseñado largamente. La amenaza de ese “otro”, la posibilidad de aparición de ese “otro” siempre estuvo presente, y seguramente seguirá acechando y creciendo acá y allá, en cualquier parte del planeta, como hongo venenoso. ¿Qué tipo de aviso publicaría Eurailpass en estos días que corren?
En este momento, las manos que pretenden extender su sombra depredadora y asesina sobre el mundo, ese nuevo “otro”, no apareció en Europa, sino de este lado del océano, en los Estados Unidos de Norteamérica, y su nombre es George W. Bush.
En Europa cuenta con algunos aliados.
La Italia de Silvio Berlusconi (si uno habla con italianos parecería que todos concordaran en que Berlusconi es un delincuente, y lo votaron).
La España de José María Aznar (si uno habla con españoles parecería que todos concordaran en que Aznar es un zopenco pusilánime que tiene un gran aire de familia con nuestro De la Rúa, pero ahí están aguantándoselo).
Y por supuesto Inglaterra, maestra de exterminios, campeona de atrocidades en todas las latitudes.
Cuando en estos días resuena la palabra guerra me viene a la memoria un poema de Salvatore Quasimodo, escrito al finalizar la Segunda Guerra Mundial. La última parte del poema dice así:
“.... Y ahora/ que habéis ocultado los cañones entre las magnolias,/ dejadnos un día sin armas sobre la hierba/ al susurro del agua en movimiento,/ de las hojas de caña frescas en el pelo,/ mientras abrazamos a la mujer que nos ama./ Que no suene de pronto sin ser noche/ el toque de queda. Un día, un solo/ día para nosotros, oh amos de la tierra,/ antes que vibren otra vez el aire y el hierro/ y una esquirla nos queme en plena frente”.
Hijos de una civilización que no cesa de destruirse a sí misma, de masacrar, de acumular dolor sobre dolor, podemos entender, podemos compartir, esta suerte de melancólico ruego de Quasimodo —maravilloso poeta–. Pero la dignidad, los derechos, la indignación de mujeres y hombres del mundo imponen una postura diferente. No se puede, no se debe esperar calladamente la hora de la esquirla en la frente. Hay que oponérsele. Ahora. Decir que no. Que no.