› Por Mempo Giardinelli
No sé qué opinará el ambientalismo argentino en general, sean fundamentalistas o moderados, e ignoro las gestiones que se hayan hecho oficialmente, pero hay que salvar La Fidelidad. Es básico y fundamental hacerlo.
La Fidelidad es un inmenso territorio en las provincias de Chaco y Formosa: una estancia enorme, de alrededor de 250 mil hectáreas, que fue propiedad de un hombre brutalmente asesinado hace pocos meses y que no dejó descendencia legal, ya que no tuvo hijos reconocidos.
Es un sitio estratégico de la biodiversidad del Gran Chaco y por ende de la Argentina. Más aún: es la última reserva de biodiversidad del Gran Chaco, que es, cabe aclararlo, el segundo mayor ecosistema de América después del Amazonas. Y el más grande bosque nativo de la Argentina. Nada menos.
Después del asesinato del desdichado propietario, La Fidelidad se convirtió de hecho en un botín extremadamente apetecible, y es muy probable que múltiples reclamos enturbien rápidamente toda posibilidad de esclarecimiento. Y cualquiera sea el caso, nada garantiza que semejante territorio no acabe devastado, como ya sucedió con el resto de El Impenetrable, tesoro ambiental que hoy va camino de ser sólo un recuerdo.
El apetito por estas tierras es más que obvio: se sabe que ya han desaparecido títulos y certificados. Y empiezan a hacer cola los reclamantes. Y también hay denuncias de que La Fidelidad está siendo destruida –o sea, parcelada– en el mismo instante en que yo escribo esto y usted lo lee.
Hay en la web “ofertas” inauditas. Por ejemplo, se ofrece una “fracción de 30 mil hectáreas” con precio en dólares a consultar. Cualquiera que ponga “La Fidelidad Chaco” en Google se sorprenderá de lo que va a leer.
Por eso es urgente que alguien tome la decisión política de hacer de La Fidelidad el gran parque nacional que el Chaco y Formosa no tienen. El país no lo tiene.
“La Fidelidad es el único pulmón real que queda de todo El Impenetrable chaqueño como sistema de biodiversidad todavía bastante intacto”, aseguró hace muy poco Rolando Núñez, coordinador del chaqueño Centro de Estudios Nelson Mandela. Y algunas organizaciones ambientalistas, como la ONG Banco de Bosques, proponen que las casi 150 mil hectáreas que corresponden al Chaco sean declaradas de inmediato como “reserva de biosfera”.
Y es que luego de décadas de saqueo forestal y expansión de monocultivos industriales, en particular la soja, y ahora también con la ganadería extensiva –producto del mismo avance sojero que expulsa al ganado de la pampa húmeda–, a este paso El Impenetrable acabará convertido en un páramo. Lo cual acarreará múltiples problemas adicionales, porque el del Chaco es un bosque con gente.
Esta es la característica diferencial de El Impenetrable frente a muchos otros bosques: que mucha gente vive allí. Decenas de miles de personas. Seres humanos de carne y hueso. Criollos y pueblos originarios están ahí desde hace varias generaciones. Y su desarrollo socioeconómico y cultural está siendo cada vez más degradado, y muy velozmente.
La creación del Parque Nacional La Fidelidad permitiría incluso –con una política ambiental cuidadosa y rigurosa– la restauración de otros ecosistemas degradados en esa misma región que es el verdadero corazón geográfico de toda la América del Sur. Porque el Gran Chaco abarca no sólo el nordeste argentino, sino también gran parte de Paraguay, Bolivia y el sur amazónico de Brasil.
Lo importante y lo urgente en este caso van de la mano: se trata de que los gobiernos del Chaco y de Formosa, y el de la Nación misma, impidan real y verdaderamente el saqueo por parte de las mafias agrícolas y madereras, antes de que los procesos legales empiojen las previsibles disputas por la propiedad de La Fidelidad. Son abogados y jueces argentinos los que tendrán en sus manos esa tarea; y no sé a ustedes, pero aunque hay entre ellos honrosísimas excepciones, a mí la conciencia ecológica de esas corporaciones no me inspira confianza alguna.
Estamos, pues, ante la última oportunidad de salvar La Fidelidad y hacer de ella la gran reserva natural protegida del Chaco. Los poderes políticos de ambas provincias, como el gobierno nacional, deberían tomar esa decisión política ejemplar que la ciudadanía sin dudas acompañará. Incluso la oposición, mayoritariamente radical en el Chaco y en Formosa, tiene ahora la formidable oportunidad de apoyar esta medida. El silencio no será saludable en esta cuestión y, si acaso fueran a oponerse, sería bueno que lo digan y expliquen por qué en voz alta.
La Fidelidad debe ser convertida ahora mismo en parque nacional; y debe serlo activa y seriamente, no una mera reserva de papel. Si los poderes políticos advierten la importancia de ello, tendremos nuevos Peritos Morenos del Nordeste y de lo que queda de los otrora maravillosos bosques argentinos. Ojalá, porque estamos a tiempo. Pero no hay mucho tiempo.
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