CONTRATAPA
Poetas en movimiento
› Por Juan Gelman
La Primera Dama estadounidense Laura Bush puede ostentar el mérito de haber ensanchado rápidamente el campo pacifista en su país: en sólo 20 días hasta ayer logró que 9600 poetas escribieran 10.817 poemas y comentarios condenando la guerra contra Irak. Para lograr este éxito sin duda inesperado, a Mrs. Bush le bastó cancelar el simposio que se iba a realizar en la Casa Blanca el 12 de febrero para analizar –con el aporte de poetas famosos– las obras de Emily Dickinson, Langston Hughes y Walt Whitman. La reunión era una más de las veladas literarias que la señora organiza, pero el aire está belicoso por allí y varios invitados anunciaron que la convertirían en una sesión de protesta contra la guerra.
El poeta y cofundador de la prestigiosa editorial Copper Canyon Press Sam Hamill sintió “una especie de náusea” cuando recibió la invitación un día después de que Bush hijo amenazara a Irak con una destrucción semejante a la que sufrieron Dresde y Tokio en la Segunda Guerra Mundial. Escribió entonces a un pequeño grupo de colegas proponiendo reconstituir el movimiento de Poetas contra la guerra que nació cuando Vietnam e invitándolos a enviar poemas a la página web www.poetsagainstthewar.org. El resultado fue arrollador. El 12 de febrero, fecha del simposio suspendido, una delegación del movimiento llevó a cabo una lectura de poesía frente a las puertas de la Casa Blanca y trató de entregar una declaración contra la guerra que fue rechazada. Hubo más de 160 lecturas ese día en cafés, librerías, iglesias y universidades de casi todos los estados del país.
Grandes poetas como Lawrence Ferlinghetti, Mark Strand, John Balaban, Gregory Orr, Rita Dove, Adrienne Rich, Grace Paley y el actual poeta laureado Billy Collins –autor de una obra más bien intimista y que nunca había adoptado una postura política– se han sumado al movimiento; también W.S. Merwin, ganador del Pullitzer, quien señaló: “El Sr. Bush y sus planes son para EE.UU. un peligro mayor que Saddam Hussein”. Los poemas del sitio abordan la situación de diferente manera, claro. Sam Hamill, detonante del movimiento –autor de trece volúmenes de poesía y de notables traducciones del latín, griego clásico, japonés, estonio y chino-, escribe en “Estado de la Unión 2003”, título del discurso de Bush que anticipó sus náuseas: “No estuve en Jerusalén,/pero Shirley habla de las bombas./No tengo dios, pero he visto a los niños rezar/para que eso acabe. Rezan a dioses distintos./Todas las noticias son viejas otra vez, repetidas/como una mala costumbre, tabaco barato, la mentira social./Los niños han visto tanta muerte/que la muerte nada ya significa para ellos./Hacen fila para el pan./Hacen fila para el agua./Sus ojos son lunas negras que reflejan vacíos./Los hemos visto mil veces./Pronto hablará el presidente./Tendrá algo que decir sobre bombas/y libertad y nuestro estilo de vida./Apagaré el televisor. Siempre lo hago./Porque no soporto mirar/los monumentos al caído en sus ojos”.
Lawrence Ferlinghetti, primer poeta laureado de EE.UU. (1998) y siempre beat a los 80 de edad, adopta en “Tomar posición sobre Irak: hablen claro” un tono incitador casi de letanía: “Y una vasta paranoia barre el país/Y Estados Unidos convierte el ataque contra sus Torres Gemelas/En el comienzo de la Tercera Guerra Mundial/La guerra con el Tercer Mundo/Y los terroristas en Washington/llaman a filas a todos los jóvenes/Y nadie habla/Y se llevan a todos los que usan turbante/Y expulsan a todos los inmigrantes raros/Y envían a todos los jóvenes/a los campos de muerte otravez/Y nadie habla/Y cuando acorralen/a todos los grandes escritores y poetas y pintores/La Fundacional Nacional de las Artes de la Complacencia/no hablará/Mientras todos los jóvenes/estarán matando a todos los jóvenes/en los campos de muerte otra vez/Y ha llegado el tiempo de que ustedes hablen/Todos ustedes amantes de la libertad/Todos ustedes amantes de la búsqueda de la felicidad/Todos ustedes amantes que duermen/profundamente en sus sueños privados/Ha llegado el tiempo de que hablen/Oh mayoría silenciosa/Antes de que vengan por ti”.
El movimiento no se limita a EE.UU. El poeta canadiense Todd Swift no empeñó más de una semana en compilar Cien poetas contra la guerra. El volumen contiene textos de unos 25 poetas de Gran Bretaña y de Irlanda. Y a la página electrónica de “Poets against the war” afluyen poemas enviados desde Noruega, Australia, Jordania, Alemania, Francia, España, Suiza, Argentina, Turquía, Sudáfrica o desde el mero “Planeta Tierra”. Nunca antes el mundo poético había sido levantado por semejante marea pacifista. El mundo a secas tampoco. Estos poetas no se engañan sobre el motivo de la guerra anunciada. “Cráteres de bombas/sangrando oro negro./El calor”, dice un haiku de Alice Benedict, Richmond, California.