› Por Juan Gelman
Actúan en 70 naciones del mundo –por ahora– y no precisamente en la TV. Son comandos de las fuerzas de operaciones especiales de los EE.UU. que así visten y en este minuto mismo están haciendo algo de lo suyo en alguna parte: ejecuciones extrajudiciales, secuestros, espionaje, construcción de bases y prisiones secretas, financiación y entrega de armas y entrenamiento en prácticas idénticas a nacionales de numerosos países del planeta. Entre otras cosas, enseñan cómo matar a civiles paquistaníes o somalíes con aviones no tripulados (www.nationinstitute.org, 12.7.11). El manto de clandestinidad que los envuelve empezó a rasgarse con el operativo que terminó con Osama bin Laden.
El Comando de Operaciones Especiales de EE.UU. (Socom, por sus siglas en inglés) se estableció en 1987, su misión consiste en combatir al terrorismo en todo el mundo y es una fuerza combinada de marines, comandos de la fuerza aérea, boinas verdes, rangers, asesores y militares de otras ramas. No ha cesado de crecer desde su creación: de 37.000 efectivos a comienzos de los ‘90 pasó a unos 60.000, su presupuesto se ha cuadruplicado y asciende hoy a 9800 millones de dólares (www.bloom berg.com, 7.6.11) y, sobre todo, se ha convertido en una suerte de Pentágono dentro del Pentágono. Goza de independencia para adquirir armas y puede organizar sus propios equipos de tareas, prerrogativas en general reservadas a instancias de mayor jerarquía, como el Departamento de Marina y el Departamento de Ejército.
El almirante Eric T. Olson, ex jefe del Comando, lo dijo con todas las letras: “El Socom es un microcosmos del Departamento de Defensa, lo integran componentes de tierra, mar y aire, y tiene una presencia global y facultades y responsabilidades semejantes a las de los departamentos, servicios y organismos militares” (//armed-services.secate.gov, 1.3.11). La criatura preferida de ese hijo preferido del Pentágono es el Comando Conjunto de Operaciones Especiales (JSOC, por sus siglas en inglés): su misión fundamental es perseguir y asesinar a sospechados de terrorismo. Informa y responde directamente a Obama, como la SIDE a Videla, y en su lista de candidatos a difunto figuran ciudadanos estadounidenses (www.washingtonpost.com, 27.1.10). Para John Nagel, ex asesor de contrainsurgencia del próximo director de la CIA, el general David Petraeus, el JSOC es “una máquina contraterrorista de matar casi a escala industrial” (www.pbs.org, 17.6.11).
Centenares de yemenitas que protestaban para liberarse de la tiranía de Abdullah Saleh fueron asesinados gracias a la ayuda militar, el entrenamiento del ejército del país, las armas y los ataques con aviones no tripulados de EE.UU. y resulta difícil sospecharlos de terrorismo. Más bien son víctimas del terrorismo de Estado que Washington fomenta en la región según sus intereses. No es curioso que “el arco de inestabilidad”, como lo bautizara W. Bush, que según él abarcaría a 97 países del Medio Oriente, Asia, Africa y aun del sur de América latina, coincida en gran medida con territorios de grandes reservas petrolíferas. La extendida presencia de los hombres de negro es otra expresión de la voluntad del gobierno estadounidense de imponer su dominio en todo el mundo.
El Socom tenía presencia en 60 países al concluir la era W. Bush y Obama aumentó su despliegue a 75 (www.washingtonpost.com, 27.1.10). El 85 por ciento de sus efectivos opera en veinte países del Gran Medio Oriente, desde Afganistán, Yemen y Egipto, hasta Siria, Jordania y Turkmenistán (//armedservices.house.gov, 3.3.11). El resto, desde el sudeste asiático hasta el Cono Sur pasando por Centroamérica. Pero esto no ha de quedar así: el coronel Tim Nye, vocero del Socom, anunció que los hombres de negro estarán a fines de este año operando en 120 países, el 60 por ciento de las naciones de la Tierra. En fin, no es el mundo entero todavía.
El periodista Ron Suskind recuerda en su libro The One Percent Doctrine (Simon & Schuster, Nueva York, 2006) el plan destinado a llevar a cabo “operaciones detalladas contra terroristas en 80 países” que preparó la CIA en el 2001. Casi al mismo tiempo, el entonces jefe del Pentágono Donald Rumsfeld declaró que EE.UU. estaba embarcado en “un amplio esfuerzo conjunto que probablemente englobe a 60 países” (//news.bbc.co.uk, 16.9.01). Obama, por lo visto, le duplica la apuesta.
El mandatario estadounidense ha aumentado además el número de bases militares, secretas y no, en la región del “arco de inestabilildad”, que llega hasta las fronteras con China. Se ha convertido en un eficaz vendedor de armas a esos países y “documentos del Pentágono y de otras fuentes públicas indican que los organismos militares y de inteligencia de EE.UU. operan en todas las naciones del arco, sin excepción” (www.tomdispatch.com, 3.8.11). En este campo, Obama no sólo ha vencido a W. Bush: también se ha derrotado a sí mismo, al Obama que se opuso a la guerra de Irak aun antes de que comenzara.
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