Mié 13.02.2002

CONTRATAPA

Mujeres

Por Laura Bonaparte*

La reunión de mujeres se realizó en un lugar humilde de la Capital Federal. Las diez mujeres con las que estaba reunida tenían preguntas para hacerme y, después de presentarnos, tomamos unos mates, escuchamos chistes políticos y de los otros y recordamos olvidos como que las calles siguen siendo tan angostas que apenas entra el viejo Ford Falcon de un vecino que hace de remisero en casamientos, sobre todo porque es en esas ocasiones en que la novia no debe embarrar el traje blanco largo como el deseo que no resigna achicarse y compartido con todas, que quieren casarse de blanco que después de todo es una ilusión y ¿porque no? Pero si el coche de la felicidad entra apenas, ni el de la tristeza ni ambulancias ni coche fúnebre caben en las angostas calles interiores, de manera que ya saben que en esta última circunstancias serán acarreadas como en una película que llevaban a la susodicha y desdichada jovencita toda expuesta al frío y al sol tapada con su camisón, qué barbaridad, ni siquiera después de muerta y menos mal que cubierta con flores. Y después de hablar sobre la imposibilidad de plantar nada porque la tierra en ese lugar está contaminada con el plomo de la curtiembre hasta un metro y medio de profundidad, así que nada de pollitos y gallinas porque, si no, a la quinta que querían sembrar se la ganaría “el ñato” y no las berenjenas y los tomates, y después de estas cotidianidades vinieron otras preocupaciones.
En las diez preocupaciones anotadas figuraba el sida dos veces y la primera doña que anotó sida preguntó nomás si era cosa de pobres, porque en las propagandas no había nadie como ellas. Entonces la segunda dijo que en realidad ella lo sabía casi todo sobre el sida y que su presencia allí era para que yo le bajara línea y que le enseñara cómo tenía que decirle a su hija que por más que le ofrecieran cien dólares no lo hiciera sin preservativos. Y mientras trataba de acomodar el entrevero que se me produjo dentro de mi cabeza y de contener mi corazón desbocado y como automáticamente dejando el mate en medio de la mesa y tratando de imaginarme el diálogo, le pregunté la edad de su hija y me dijo le falta poco para los catorce, respuesta que me aguachentó como si el mate se me hubiera subido al cerebro y quedé como ella decía en ese momento: como cuando una no puede tragar ni escupir. Y levantándose dice: “a lo mejor la vemos ahora” y nos acercamos a una ventanita de la susodicha sala de reuniones y señalando a una jovencita flaquita, vestida con minifalda, pintadita ella como muñequita de porcelana, sentada erguida en medio de la tabla que hacía de asiento en el carro cartonero, llevando sobre sus piernas un par de zapatos de tacones y una carterita haciendo juego, arrastrado el carro por miserable caballo mañoso mientras un niño, de no más de seis años, tiraba de las riendas y lo dirigía hacia el asfalto y la doña me dijo: “Es el hermano menor que la lleva hacia la ruta para que tome el colectivo que la lleva al centro”.
Y creyendo ella que yo podía agregar algo, sin darse cuenta de que en realidad no podía hablar, compartió con todas que es el único dinero que llega a su casa para alimentar al resto de su familia porque su viejo hace más de un año que se fue a buscar trabajo a otro lado y no saben dónde puede estar. Y que ella, con la pinta que tiene, con la panza caída y las tetas a la cintura, dinero no podía llevar, sólo la carne que don Pascual el carnicero le daba cuando le pedía a cambio algún acostón. Y entonces todas se aflojaron y se rieron y comenzaron las chanzas de tono subido porque don Pascual era viejo y muy gastado y otras cosas más y me dije que era bueno que no se me escaparan lágrimas y puteadas por la pinche vida delante de estas señoras que vivían por la esperanza de producir un cambio que las sacara del barro, y tener sus gallinas y sus plantitas, así además de poder comer ellas y los chicos podían llevarle a la maestra algúntomate y huevito fresco. Y diciendo esto apoyó sus manos en sus amplios muslos y se fue sentando despacio.

* Madre de Plaza de Mayo, Línea Fundadora.

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