Sáb 16.02.2002

CONTRATAPA

Schroeder, el Batata y el Chacho

› Por Osvaldo Bayer

El jueves quedé sorprendido al leer el editorial del General-Anzeiger de Bonn. Justo el día en que el primer ministro alemán Schroeder llegaba a Buenos Aires. El título decía: “Basta de dinero a la Argentina”. Nunca había leído un título así en un diario serio, como se dice, conservador y demócrata cristiano. Decía que “el tipo de cambio relativamente ‘estable’ es sólo una ficción. Porque el valor del peso argentino es de 50 centavos de dólar. Pero tan pronto como sean levantados los controles de la circulación del capital y los argentinos tengan libre acceso a sus cuentas cerradas, se producirá un cambio dramático. Cuanto más pesos haya en circulación y sean canjeados en dólares, más bajará la cotización. La pérdida de poder de compra significa precios cada vez más altos. Esto sólo podría llevar a una nueva hiperinflación que durante largos años se quiso combatir con su acoplamiento al ‘greenback’”.
El diario recomendaba también que por eso la Casa Blanca “se preocupará de que el Fondo no arroje buen dinero al peor de todos”.
La sorpresa es cómo se deja seguir gobernando a quienes acompañaron todo este proceso desde la dictadura, pasando por el peronismo y el radicalismo. Hay hasta funcionarios que fueron preferidos de Massera, y, para citar un solo ejemplo, el ministro de Relaciones Exteriores fue ministro del gobierno de las Tres A. Y todo sigue. En general lo que interesa es qué trajo Remes Lenicov de Washington y no quiénes son y qué intereses tienen los que nos gobiernan. Lo que más necesita la Argentina en su imagen exterior es originar confianza. ¿La puede obtener con este equipo de bañados en todas las aguas del Jordán? La coalición que hizo posible el pacto de Olivos, con su Corte Suprema y la reelección, no puede ahora mostrarse como la única y posible coalición para salvar a la República. Ya fueron. El producto, junto a la ayuda de la dictadura de Videla, es la República humillada de hoy. Por obra y gracia de ellos nuestros hijos y nuestros nietos tendrán que vivir la vida humillante de los sin trabajo, de un futuro robado y saqueado.
Como muestra de cuál es la verdadera moral de nuestra República bastaría relatar apenas dos anécdotas de nuestra vida diaria. La primera es la muerte del piquetero Hernán Javier. Su asesino, el subcomisario retirado Jorge Bogado, alias “Batata”. Todo está claro: Hernán Javier estaba con los piqueteros de la ruta 205. Después de hacer algunas changas se había acercado hasta allí para conversar con sus compañeros y amigos. Fue cuando llegó “Batata”. El policía venía de su churrasquería. A ésta concurren los políticos peronistas de la zona y, como ocurre, algunos radicales. Para el diálogo, ¿vio? “Batata” ya desde su tiempo de policía en actividad había sido un puntero de los intendentes peronistas de la zona. En la churrasquería se sabía todo y se contaba todo. “Batata” era el hombre que informaba a sus sostenedores. Algo muy común en la policía bonaerense, la “maldita policía”, calificada así después del asesinato del fotógrafo Cabezas. Duhalde, gobernador.
No se sabrá nunca si “Batata”, cumpliendo un pedido del ámbito superior, se propuso una noche romper la guardia piquetera que cerraba la ruta 205. Lo curioso es que la guardia policial que está a metros de los piquetes para que los autos no se acerquen y no se originen incidentes, lo dejó pasar a “Batata”. Este pasó el piquete y amenazó con ruidos de aceleraciones a los piqueteros sorprendidos. Cuando éstos lo pararon, “Batata” sacó su arma, hizo un tiro hacia atrás, al bulto, y después disparó contra Hernán Javier. La bala entró por el cuello y salió por la nuca del muchacho solidario. Quedó muerto. Es muy duhaldista leer la crónica posterior. Por supuesto, la versión policial es que “Batata” había asumido su defensa propia. El fiscal le dio la libertad al asesino porque “no había testigos” a pesar de que estaban todos los piqueteros. Y “Batata” siguió libre atendiendo los negocios de puntero peronista. Esta habitual historia neoperonista termina con un disimulo: “Batata” está ahora detenido porque el crimen fue muy evidente. Pero ya saldrá por algunas de esas interpretaciones jurídicas acostumbradas a partir del pacto de Olivos. Y sigamos en democracia.
El otro hecho reciente ha sido la muerte de Chacho Jaroslavsky, el hombre que entendió muy bien que el negocio estaba en el entendimiento peronista-radical. Siempre hay que llegar a un acuerdo para mantener el poder. Esta vez se pusieron de acuerdo tanto que juntos fundieron la nación. Alfonsín lloró en el entierro. Lo puso en categoría de héroe. Y claro, si fue él el verdadero artífice del “Felices Pascuas” del arreglo con el golpista Rico. Y luego, el ladero más eficaz en el Congreso para lograr Obediencia Debida y Punto final. Qué trabajo, qué éxito, el Chacho Jaroslavsky. Después dirá como para blanquearse el alma que con “Obediencia Debida y Punto Final” se tuvo que tragar un sapo. No, el sapo lo tragó todo el pueblo argentino, y lo tiene crudo todavía en el estómago con todos los feroces asesinos, secuestradores y torturadores viviendo como buenos vecinos. El Chacho era íntimo amigo nada menos que de Yabrán. Claro, una vez lo dijo, el dinero de Yabrán fluía en las arcas partidarias y por qué no, en las del menemismo. Somos todos argentinos. Con permiso de Duhalde, Rico entró en el justicialismo y Carmencita Rico, su hija, es hoy diputada. Estamos bien representados.
Por eso, que los europeos sigan protestando porque los argentinos deben a cada santo una vela. Y nosotros, en estos juegos políticos entre el Chacho y Batata, les hemos entregado la caja fuerte precisamente a quienes nos desvalijaron. Chacho puede descansar tranquilo (en su entierro, Roggero dijo: “Los peronistas te lloramos porque perdimos a un maestro”). Batata ya volverá a punterear por allá donde se levantan las villas miserias. Hay que conservar los votos.

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