Mié 18.04.2012

CONTRATAPA

Esta no es la España que amamos

› Por Mempo Giardinelli

En medio de las amenazas autoritarias del poder político español y de la asombrosa masa de mentiras del sistema mediático monopólico de Madrid y Barcelona, por lo menos, yo quiero decir que muchos ciudadanos argentinos que amamos España nos sentimos sencilla y estúpidamente atropellados.

No hablo en representación de nadie, pero sé que represento un sentir generalizado: más allá de sus enanos chauvinistas y xenófobos –como toda sociedad tiene–, la España moderna ha sido, en los últimos 35 años, tierra de refugio y oportunidades para decenas de miles de argentinos, muchos de los cuales formaron familias en la Península. De igual modo que decenas de miles de españoles de todas las comunidades lo hicieron en este país siempre abierto y generoso, en otros tiempos y ahora mismo, cuando por la actual crisis europea estamos recibiendo a miles de españoles que emigran y aquí son recibidos sin visas ni humillaciones.

Esa es la España que seguiremos queriendo y respetando, no la de estas bestias autoritarias que no se sonrojan al proceder, neciamente, como si nosotros los argentinos les estuviéramos robando nuestro propio petróleo.

A muchos aquí nos duele ver que la España de nuestros corazones –la de Antonio Machado, Federico y Alberti, por lo menos– hoy sólo se expresa en unas pocas pero honrosas declaraciones.

Por un lado me conmueven, en medio de la hojarasca de brulotes y acusaciones, las palabras de un poeta, Luis García Montero, en su Facebook: “Quiero mandar un abrazo a mis amigos argentinos. No me siento representado ni por este ministro de Industria ni por Repsol. Esta empresa no es española, la mayoría de sus acciones depende de capital extranjero y hace años que el gobierno la privatizó. Así que se trata de una de esas fieras de los mercados que hace especulación a costa de la soberanía y la vida de los ciudadanos. Les deseo a los amigos argentinos que la nacionalización sirva para consolidar su Estado y sus propiedades públicas y no se facilite el clientelismo y las prebendas privadas, como ocurrió con la nacionalización de la empresa española”. Gracias Luis.

La otra declaración viene de un diputado de la Izquierda Unida, Alberto Garzón, quien precisó: “En este conflicto no están enfrentados los intereses de dos naciones distintas, sino los intereses nacionales de Argentina y los intereses económicos de sujetos privados de distintas nacionalidades, y entre ellas, en menor grado, españoles. Por lo tanto, es una falacia considerar esta medida económica como un ataque a España. Es una compra legal, que en todo caso podría estar minusvalorada, y que afecta los intereses de unos sujetos económicos (grandes empresas y bancos) que no comparten beneficios con el resto de la sociedad”. Gracias Alberto.

La República Argentina sólo está recuperando, basados en nuestra Constitución y de maera absolutamente legal, el derecho a decidir una política hidrocarburífera que vuelva a garantizar el autoabastecimiento energético que tuvimos durante todo el último siglo. La expropiación que esperamos consagre el Congreso Nacional en estos días declara de interés público nacional el autoabastecimiento. Y eso, porque la administración Repsol, en 14 años, se llevó de este país más de 9000 millones de dólares de regalías mientras nos condenó, el año pasado y por primera vez en nuestra historia, a importar petróleo y gas por igual cantidad en sólo un año.

Que nos digan muchos hermanos españoles si por esto merecemos las amenazas y la prepotencia del gobierno que encabeza el señor Rajoy, con el acuerdo del señor Pérez Rubalcaba.

Es más que obvio, aunque no lo digan los diarios españoles, que las amenazas de represalias tienen más que ver con la España de hace siglos que con el país moderno que hemos llegado a admirar y a querer. Tanto mostrar los dientes sólo delata la debilidad extrema de esta España sumida en una crisis gravísima por el puro mérito propio del ajuste salvaje que le vienen aplicando sus dirigencias.

Nosotros podemos ayudarlos, y les tenderemos siempre las manos como históricamente lo hicimos setenta años atrás. Pero no será por vía de las amenazas ni el autoritarismo.

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