› Por Sandra Russo
Leo “Lecturas de verano”, el título que ya le puse a una nota que no está escrita. Cuando se escribe y uno está desconectado, dos o tres cambios más abajo que en el ritmo habitual, puede pasar. Puede pasar que uno escriba un título, algo que le venga antojadizamente a la cabeza, y que después se deje llevar. En narrativa es un recurso perfectamente válido, como lo es para algunos escritores empezar por el párrafo final, y después dejar que la historia venga sola –recuerdo que eso ha contado, por ejemplo, Abelardo Castillo–.
En periodismo, en cambio, no es el procedimiento habitual ni el que se le enseña a nadie. El periodismo no es un área creativa sino un ejercicio con protocolos; hay reglas; la creatividad, si existiera, no puede surgir nunca del hemisferio de la invención, sino de las grietas que existen entre esas reglas. En periodismo, deseosamente, es el texto el que da el título a la nota, y no al revés. Bueno, salvo que se viva en la Argentina desde hace unos años, y uno se pueda imaginar a decenas de editores de medios gráficos y electrónicos, decidiendo por la mañana, con sus títulos, lo que sus periodistas deberán justificar con lo que encuentren en la realidad a lo largo del día. Al menos en TN, los títulos de la mañana no se cambian, pase lo que pase durante el día, y aunque lo que pasen sean las desmentidas de esos títulos.
El tic no es solamente argentino, qué va. Estoy de vacaciones, no leo los diarios más que por arriba –es decir: leo los títulos, con toda su capacidad de confusión, así que ése es ahora mi único tema–, en el televisor que hay en esta casa no salen los canales que suelo ver en la mía, por lo tanto tengo que decodificar, cuando sintonizo algo, qué canal es, y qué me quieren decir.
Así que opto por tomar la sana distancia de la coyuntura a la que me dan derecho, caramba, las vacaciones, y así y todo, sin embargo, el martes pasado, en un momento en el que dejo puesta la CNN, me encuentro con un conductor muy CNN que vende para el próximo bloque un informe: “Ricardo Darín y Charly García reiteran que la presidenta Cristina Fernández debe poner sobre la mesa, de una vez por todas, el origen de su fortuna”. Epa. ¿Otra vez, o será lo mismo que hace diez días y nos terminó agotando a todos? Ya vi la nota que le hicieron a Charly, y me llama la atención el título del informe porque en lo que yo vi, hablaba bien de Cristina. Y a Darín, también lo escuché decir que hubo un teléfono descompuesto. No hace falta a esta altura andar explicando el alcance de este tipo de metáforas. Iba para la cocina pero me quedo a ver el informe que fue anunciado al principio del programa –se llama “Encuentro”–, antes de la tanda.
El informe era nada de nada. La nada misma, mucho peor que la nada era ese informe. Lo de Darín era viejo, ya traqueteado, aclarado, debatido, incluso en CNN, que no le pierde el pulso a América latina y, por lo que se ve, también tiene interés editorial en regular ese pulso. Bajo el eterno simulacro de la independencia, bajo su atildamiento y su indudable profesionalismo –porque el estilo CNN es el de la desenvoltura neutra en cámara, y el estilete en las ediciones, los zócalos, la elección de los “especialistas”–, allí estaba el presentador repitiendo por tercera vez en la hora que dura su programa el título de su informe. Quiero decir: los títulos y la venta de los títulos forman parte de las operaciones de prensa.
Bien: el informe así enunciado era completamente falso. Darín no había vuelto a hablar, por lo cual el “reiteran que” era mentira. Los que reiteraban eran ellos. En este caso, no se trata de una manera de decir: las noticias no se pueden actualizar en las redacciones por cuenta y riesgo de los editores. Se supone que una noticia es algo que pasa, no algo modificado in vitro para simular que algo pasó.
Pero además, Charly, bien gracias. No era que yo me había perdido la parte dura de la entrevista, o mejor dicho: a esta altura y en esa pantalla, la parte dura fue cuando Charly dijo que Cristina le parece “una Presidenta que se dedica mucho a los derechos humanos y que ha hecho mucho por el arte”. Esa fue la parte dura porque no es lo que CNN quiere escuchar. El informe del martes fue una prueba. Era pura línea editorial. Era extremadamente confuso. Como del tema Darín y Charly no tenían nada, el informe giraba sobre sí mismo y hablaba del estilo de comunicación presidencial. Pertenecía al género “lecturas de verano”: algo ganchero y digerible; el rigor, lo dejamos para el otoño.
Digresión: La idea de la “lectura de verano” es un ejemplo perfecto de un cliché. Lleva implícita la ligereza, la complacencia, la falta de desafío intelectual de un texto. Saltando un instante a las demás polémicas de verano, de las que se hacen lecturas de verano y fotos de verano y caminatas de verano y confesiones de verano, lo que los analistas y dirigentes opositores siguen sin dar es algún debate menos veraniego y más consistente. Aunque el verano también deschava: los personajes políticos veraniegos suelen tener, también, impronta veraniega todo el año. Rocío Marengo como candidata arengando contra “los chorros” es eso, el perenne verano político –la alienación política– al que nos quieren inclinar los que antes decían que había que pasar el invierno.
No debe haber en el continente muchas personas de vacaciones que se queden paradas analizando un informe de relleno de la CNN, pero sí debe haber millones de latinoamericanos que escuchan los títulos al pasar, que guardan en su memoria no desclasificada la voz de un presentador diciendo que grandes artistas argentinos insisten en que la Presidenta “de una vez por todas ponga las cartas sobre la mesa” y hable de su fortuna. El de la CNN es el estilo de la cordialidad y la baja intensidad gestual y tonal para comunicar una línea editorial descarnada que en relación, al menos, con la región que nos compete, se ubica a la derecha, pero no lo explicita.
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