› Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO Mr. Hyde, Sweeney Todd, Tommy Udo, Norman Bates, Tom Ripley, Hannibal Lecter, Hans Beckert, Mickey Knox (+ Mallory), Harry Powell, Dexter... Todos estos nombres tienen algo en común: pertenecen a dedicados y mortales psicópatas que también son, de algún modo, adorables y disfrutables. Porque no existen y no pueden hacernos daño. Aunque, de tanto en tanto, funcionen como contraseña y palabra mágica y negra y consigan –en mentes permeables e inestables– abrir ese archivo que nunca debió abrirse y hacer ese truco que nunca debió hacerse y, hey, esta noche me disfrazo de The Joker y me voy al cine a ver la nueva de Batman con la mochila llena de metralla y ametralladora.
DOS Bret Easton Ellis lo tuvo claro: a Bateman apenas lo separa una letra de Batman y –nada es casual– fue un mismo actor quien le puso rostro y voz a ambos american psychos. Sí, la distancia que separa al justiciero del ajusticiador es muy poca y, desde que Rodríguez leyó un libro del gran cronista-freak Jon Ronson titulado ¿Es usted un psicópata?, esa distancia es, apenas, la que se recorre yendo de la cama al living en un piso de un ambiente. Ronson –aquel que investigó a militares que se dedicaba a mirar fijo a las cabras– rastrea leyenda urbana y verdadera. La de un test implacable que revela con mínimo margen de error si nuestra mujer es psicópata, si nuestros hijos son psicópatas, si esa persona en el espejo de nuestras mañanas es un psicópata, por más que todos luzcan tan normalitos. Las conclusiones a las que llega Ronson son que cada vez hay más psicópatas potentes y en potencia. Otra vez, de nuevo: mi nombre es Patrick Bateman, encantado no de conocerte sino de que me conozcas... Y dónde fue que dejé mi sierra mecánica.
TRES De una cosa está seguro Rodríguez: él no es un psicópata. ¿Por qué? Porque Rodríguez carece de lo que Ronson entiende es el ingrediente clave: Rodríguez no se siente superior a los demás. De hecho, Rodríguez se siente bastante inferior a casi todos. Lo que, en cambio, lo convierte en perfecta víctima de psicópata. Ya saben: ese pobre tipo que muere a los pocos minutos de película porque, en lugar de salir corriendo de la casa, decide bajar al sótano para ver qué era lo que hacía ese ruidito raro.
Lo explicó Ronson en La Vanguardia: “Los psicópatas son interesantes porque influyen en nuestras vidas. Hay un capitalismo que recompensa rasgos psicópatas, como la búsqueda de ganancia sin límites a corto plazo sin importar los perjuicios que tu beneficio ocasione a los demás... Es el rasgo distintivo del psicópata: no siente nada por los demás, pero sabe fingirlo. El psicópata no tiene ninguna ansiedad y mucho menos culpa. Se siente a gusto consigo mismo sin necesitar de nadie... Por eso los psicópatas llegan a ser banqueros, empresarios, políticos... Pero son pésimos artistas y escritores. Si se fija bien, los detectará enseguida”.
CUATRO Y Rodríguez se fija bien y los detecta enseguida. En tan fácil en España. Banqueros, empresarios, políticos... La líder del PP madrileño que pasa frente a una manifestación y con una sonrisa llena de dientes pregunta “¿De qué son éstos? ¿Por qué protestan?”. El elegido del PSOE al frente de una de esas fundaciones de partido que, aseguran, se inventó el psicopático alias de la “global observer” Amy Martin para cobrar caro artículos a su nombre. Aunque enseguida se descubre que la fantasmal Amy Martin no fue/es otra que su ex o no ex esposa/directora de cine y de Centro Cervantes/pseudo Gaga/escritora –quien ahora pide justicia para la inocente víctima de su “juego literario” à la Paul Auster/Sophie Calle– y cuyo nombre verdadero es más formidable que su seudónimo: Zoe Alameda. Y Zoe declara tener novela con esta “trama” y lamenta que se la haya descubierto porque “mi pretensión era mantener a Amy Martin activa a lo largo de toda mi vida”. Un ex ministro de Fomento de José María “Darth Vader” Aznar (indignado, dicen, porque los de Rajoy, para flotar en la tormenta corrupta, se defienden diagnosticándole al partido un ya curado desorden de doble personalidad: el luminoso PP de ahora no es el oscuro PP de entonces) declarando que él es juzgado por el derrame y catástrofe ecológica del Prestige, pero que no imagina al jefe de bomberos de Manhattan en los tribunales por no haber prevenido el derrumbe del World Trade Center. ¿Y no es un poco psicópata –con decenas de periodistas y cámaras en las puertas de la sede central del Partido Popular cubriendo el Escándalo Bárcenas– que entre como si nada en el garaje del PP una casi caricaturesca furgoneta en cuyos flancos se lee “destrucción de documentación confidencial” y donde sólo falta un “Marca ACME”? ¿Y no es psicótico que el rey y el príncipe se devuelvan la paga extra navideña que se quitaron en solidaridad con todos los españoles que no la recibieron en el 2012 y, todo hace pensarlo, no la recibirán este 2013, a la luz de noticias que hablan de un año apocalíptico que se estrena con la tasa de paro más alta en toda la historia del país? ¿Y cómo es que Ronson no incluye a deportistas de elite o a religiosos en su listita? Esa monja imputada por robar y dar niños en adopción que posterga su comparecencia en tribunales hasta que del convento anuncian que “murió hace unos días y ya está enterrada” y, seguro, en el más infernal de los cielos donde se te condena a una eternidad de tocar el arpa entre nubes (y, ay, la mujer de Rodríguez no deja de repetir lo guapo que es Georg “Padre George Clooney” Gänswein, el arzobispo y secretario personal del Papa y a Rodríguez el tipo le da un poco de miedo). Y la Iglesia española negándose a pagar impuestos sobre sus miles y miles de propiedades por considerarse “entidad sin fines de lucro”. ¿Y no está psicopateando Lionel Messi a Cristiano “Fashion” Ronaldo subiendo a recoger su cuarto Balón de Oro metido en ese smoking de cómico de cabaret? ¿Y por qué sonríe la hija de Rodríguez cuando sube rumores –con tantos alias que ya ha perdido la cuenta– a las páginas informer de chismes de la Universidad Autónoma de Barcelona? ¿Y por qué llora su hijo cuando, en la pantalla de un móvil, lee algo sobre él que escribió un tal Jack El Destripador vía aplicación Gossip, donde adolescentes se burlan y se denuncian y se difaman, cortesía de la empresa barcelonesa ominosamente llamada Crows & Dogs? Y –lejos pero cerca– el caliente y gatillador Príncipe “PlayStation” Henry, y la un tanto enfermiza y constante necesidad de Obama de hacer pública su adoración por Michelle, y ese ministro japonés que les pide a los ancianos “que se mueran pronto” para así apoyar la reforma de la seguridad social, y ¿habrá algo más american y psycho que Lance Armstrong?
Agotado por todo y por todos, Rodríguez entra en un cine a ver la magnífica The Master de Paul Thomas Anderson. Y sale temblando. Una –-otra– de psicópatas, pero, ah, tan bien escritos y actuados y dirigidos y filmados. Y tan adorables y disfrutables. Porque no existen y no pueden hacernos daño.
CINCO Ahora es de noche y Rodríguez sueña que le crece un doble psycho pero que, finalmente, es más o menos igual a él.
El doble de Rodríguez se hace llamar Fernández.
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