› Por Juan Gelman
Es el debate abierto desde que el lunes pasado comenzaron las sesiones de la corte marcial que juzga a Bradley Manning, el soldado experto en inteligencia que pasó a Wikileaks centenares de miles de cables secretos o clasificados del gobierno estadounidense que grandes medios como The New York Times, Le Monde, The Guardian y La Repubblica dieron a conocer a todo el mundo. Luego de tres años de prisión en solitario, donde fue objeto de torturas varias como permanecer, a veces desnudo, 23 horas de pie al día durante semanas, Manning es procesado en Fort Meade, complejo militar ubicado en Maryland. Curiosamente, el procedimiento está a cargo de un solo juez, la coronela Denis Lind, no de un tribunal.
Pesan sobre soldado 21 cargos y Manning ha aceptado su culpabilidad en diez que ya le suman 20 años de prisión. Pero el delito principal del que se lo acusa es “haber ayudado al enemigo” violando el artículo 104 del Código Uniforme de Justicia Militar. Esto podría condenarlo a muerte o a prisión perpetua. El fiscal, capitán Joe Morrow, señaló que “se trata de un caso sobre un soldado que sistemáticamente recolectó centenares de miles de documentos clasificados y los subió a Internet, en manos del enemigo, un material que él sabía, dado su entrenamiento, que pondría en peligro la vida de sus compañeros soldados en peligro” (www.democracynow.org, 4/6/13). Agregó: “Esto sucede cuando la arrogancia tiene acceso a la información”.
Manning está acusado de difundir vía Wikileaks un video de 39 minutos titulado Crimen colateral: muestra cómo desde dos helicópteros Apache se dispara contra un grupo de unos doce iraquíes, entre ellos dos corresponsales de la agencia Reuters, matando a ocho e hiriendo a los demás. Dos civiles se acercan a Saeed Chmagh, uno de los periodistas, para ayudarlo a subir a una van, los helicópteros vuelven, ametrallan y mueren Chmagh, otro civil, dos niños que estaban en el vehículo y su padre. La difusión del video provocó una indignación general. Daniel Ellsberg, quien filtró los llamados “papeles del Pentágono”, sobre la guerra de Vietnam, que desnudaban las mentiras del entonces presidente Lyndon Johnson, calificó a Manning de “héroe”. Habría actuado así movido por su conciencia moral, por el deseo de mostrar al mundo las realidades de la guerra en Irak.
“Ayudar al enemigo” constituye un delito absolutamente grave y el fiscal argumentó que hubo una suerte de “pre-asociación” criminal entre Manning y Julian Assange –un tiro por elevación contra el director de Wikileaks, otro objetivo subyacente del proceso– para difundir los documentos. Laurence Tribe, profesor de Harvard considerado una autoridad en derecho constitucional, que enseñó la materia al presidente Obama, señaló que acusar a Manning de tal delito “sobre la base de nada aparte del hecho de que el individuo subió información filtrada a la web y de ese modo ‘dio conscientemente información de inteligencia’ a la que cualquiera podía tener acceso, abre sin duda un nuevo espacio peligroso” (www.guardian.co.uk, 3/6/13). Dicho de otra manera, sería un atentado contra la libertad de prensa y de expresión.
La jueza Lind indicó que para condenar a Manning por “ayudar al enemigo”, la fiscalía debe probar más allá de toda duda razonable que éste había proporcionado conscientemente información útil a Al Qaida y que él sabía que estaba tratando con un enemigo de EE.UU. Mark Johnson, especialista electrónico del ejército, declaró el martes que no había encontrado en la laptop de Manning el menor indicio de odio a EE.UU., ni materiales relacionados con el terrorismo (Reuters, 4/6/13).
El proceso a Manning, de una duración prevista de tres meses, tiene lugar en el contexto –muy criticado– de las seis acusaciones del gobierno contra funcionarios en virtud de la Ley de Espionaje, que duplican el número de las formuladas por todos los presidentes estadounidenses anteriores juntos; de los seis, sólo Manning enfrenta un tribunal (www.guardian.co.uk, 4/6/13). Por otra parte, el Departamento de Justicia mismo está bajo fuego graneado por haber intervenido ilegalmente los teléfonos de las oficinas y de los periodistas de la agencia de noticias AP, así como el de un periodista de Fox News que investigaba las pruebas nucleares de Corea del Norte.
La jueza Lind afirmó ya que la conexión Manning/Al Qaida pudo ser indirecta, vía Wikileaks, aunque el acusado tendría que saber “que estaba tratando con un enemigo de EE.UU.” y rechazó el pedido de la defensa de que se declarase inadmisible toda referencia a Al Qaida. No parece oscura la posición de la coronela. Para algunos observadores, declarar a Manning culpable de ese delito abriría las puertas al pedido de extradición de Assange, refugiado en la embajada de Ecuador en Londres. Sobre todo lo cual planea una ironía que subrayó la abogada Jesselyn Radack, del Proyecto de Responsabilidad Gubernamental: “Si Osama bin Laden o cualquier otro sospechoso de terrorista ha leído por Internet un artículo del New York Times (sobre el tema), el gobierno puede ahora acusar al periódico de ‘ayudar al enemigo’. Este es un gran problema”.
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