Mié 17.07.2013

CONTRATAPA  › 25 AñOS DESPUéS

Las Primeras Jornadas sobre Mujeres y Escritura

› Por Mempo Giardinelli

Durante años pensé que alguien, alguna vez, se acordaría del primer Congreso de Mujeres y Escritura de la Argentina, que organizó la revista Puro Cuento en 1988 y que fue un acontecimiento excepcional. Pero como el silencio desde entonces fue absoluto, ahora que se cumple un cuarto de siglo me toca a mí, nomás, la recordación.

La revista fue creada con dos premisas que cumplimos a rajatabla. Una: que en todos los números habría cuentos latinoamericanos, y por lo menos uno mexicano y otro brasileño. Y dos: que cada edición incluiría un número significativo y creciente de cuentistas mujeres. Hoy esto parece una obviedad y se dice fácil, pero entonces la literatura argentina era todavía macizamente machista y sexista. Abrirnos a otra literatura fue un imperativo para quienes hicimos aquella revista nacida con la democracia.

Desde el número uno Puro Cuento cumplió con ese mandato: durante las seis primeras ediciones publicamos entre cinco y ocho cuentos de autoras argentinas y latinoamericanas en cada revista. En el número 4 entrevistamos a Cristina Peri Rossi y en el 7, a María Elena Walsh. Y el número 5 fue el primero dedicado a la literatura escrita por mujeres, con 15 cuentos de, entre otras, Silvina Ocampo, Ana Basualdo, Juana Manso y Juanamanuela Gorriti. Casi a la par comenzamos una sección de rescates, con recuperación de textos de autoras olvidadas como Herminia Brumana o Clementina Rosa Quenel.

Enseguida comprobamos que no sólo había una producción narrativa numerosa e importante firmada por mujeres, sino que esa producción solía venir acompañada de reflexiones sobre la condición femenina. Entonces no se hablaba de “género” sino de liso y llano feminismo, contrapuesto al insoportable –y por suerte quebradizo, como se vio después– mandato masculino en todos los órdenes de la vida nacional y, obviamente, de la literatura.

Así decidimos, gracias a la eficaz coordinación de Silvia Itkin y la colaboración de Orfilia Polemann, Silvia Plager y Marta Nos, organizar el que fue el primer congreso de literatura de mujeres que se realizó en la Argentina, y posiblemente en toda Latinoamérica.

Lo llamamos Primeras Jornadas sobre Mujeres y Escritura y se llevó a cabo en el Centro Cultural San Martín en agosto de 1988. Fueron once mesas de debates, de las que participaron más de 50 panelistas, entre ellas María Esther de Miguel, Marta Mercader, Iverna Codina, Graciela Cabal, Alicia Steimberg, Elvira Orphée, Lily Sosa de Newton, Hebe Clementi, Hebe Uhart, Tununa Mercado, Vlady Kociancich, Marta Nos, Eva Giberti, Noemí Ulla, Laura Devetach, Liliana Heker, Ana María Shua y María Rosa Lojo. La asistencia superó todas las expectativas y los debates fueron intensos, originales, riquísimos. Las 56 ponencias fueron publicadas después en un libro, el primero en su tipo, que aunque es un tesoro es –otra sorpresa– sistemáticamente ninguneado en los hoy abundantes estudios de género.

Hoy que ya soy un hombre grande, cuando evoco aquellos días de hace veinticinco años, me parece que lo hecho fue impresionante y que tuvo razón la enorme escritora rosarina Angélica Gorodischer, también participante de aquellas jornadas, cuando la semana pasada me sugirió escribir este artículo. “Deberías recuperar aquel congreso –me dijo–, porque lo que ustedes hicieron fue una pequeña épica. Nunca antes se había reconocido en este país la escritura de mujeres. Y no es justo que eso quede en el olvido.”

Ciertamente, aquel congreso fue la respuesta a una odiosa tradición que por décadas –por siglos– había imperado en el mundo editorial, en revistas y suplementos, en estudios académicos y en la publicidad libresca y hasta en la cabeza de millones de lectores y lectoras.

No digo que hayamos revolucionado nada, pero hoy, un cuarto de siglo después y cuando la democracia argentina se ha afianzado dando oportunidades y libertades a prácticamente todas las perspectivas ideológicas y de género, aquellas jornadas (entonces no se usaba el estúpido vocablo “evento” que hoy está de moda) se parecieron bastante a una revolución cultural.

Y hubo más, porque Puro Cuento organizó después ediciones especiales en la misma línea. El número 17, en 1989, incluyó textos y reflexiones de Griselda Gambaro, María Esther Vázquez o Lea Fletcher, entre muchas otras, así como el número 25, en 1990, incluyó a Perla Chirom, Canela, María Teresa Andruetto y tantas otras escritoras.

Cuando uno mira hoy la colección de aquella revista, enorgullece constatar que en las 36 ediciones que fueron publicadas entre mediados de 1986 y finales de 1992 hay más de 250 cuentos firmados por las más notables escritoras de la Argentina y de más de veinte países. Y hay todavía un centenar de textos más, algunos de narradoras que debutaron en esas páginas y hoy son nombres importantes de la literatura argentina.

Tiene razón Gorodischer: estas cosas hay que decirlas, recordarlas. Más allá de ninguneos y mezquindades, es un modo de recuperar nuestra memoria cultural.

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