› Por Bernardo Kliksberg *
“Lo esencial es invisible a los ojos.”
El Principito.
Las políticas de austeridad están teniendo efectos silenciosos, que son ignorados por los análisis económicos ortodoxos, pero que son los que más le importan a la gente.
Examinando 31 países europeos, Eurostat encontró que en 24 de ellos disminuyó en la recesión el número de hijos que normalmente, siguiendo los patrones vigentes de fertilidad, hubieran tenido las madres. “Dejaron de nacer” 189 mil niños. La situación económica fue determinante.
La recesión desencadenada por las políticas de austeridad implosiona familias y destruye personas. Los suicidios subieron en los últimos dos años en un 23 por ciento en Grecia y un 15 por ciento en Italia. En España, han alcanzado un 8 por ciento.
Otras dimensiones de la salud son también erosionadas por la “austeritis” (The Economist, 24/8/13). En Grecia subió la incidencia de sida en un 50 por ciento en 2001 respecto de 2010. Influyeron los fuertes cortes en los servicios de salud.
También el alcoholismo sube con la recesión. En Estados Unidos, en el período de recesión reciente, aumentó casi un 20 por ciento con todo tipo de efectos regresivos sobre la salud.
El alto desempleo hace muy difícil para las personas comer saludable. Se encontró en diversos contextos una correlación fuerte entre “estrés financiero” y obesidad.
Todos los días, como sucedió en la Argentina de los ’90, la economía ortodoxa genera “bebés que no llegan a nacer’, implosiona familias, aumenta los suicidios, daña la salud mental y física, eleva el alcoholismo.
No basta con autocríticas, como las de los informes del FMI que señalan que ese organismo y la Comisión Europea subestimaron el impacto recesivo de las políticas de ajuste en Europa en un 300 por ciento. Como esos informes no han ido acompañados de cambios en las políticas, las víctimas siguen amontonándose.
¿Por qué continúan aplicándose políticas cuyo balance humano es tan desastroso? ¿Por qué son defendidas tan ardientemente? ¿Quiénes ganan con ellas?
Al uno por ciento más rico le ha ido muy bien en los climas económicos ortodoxos. La desigualdad aumentó en los principales países desarrollados. En EE.UU., el uno por ciento más rico absorbió, entre 2002 y 2007, dos tercios del aumento de los ingresos.
Las fuentes básicas de su enriquecimiento requieren de Estados mínimos, supresión de regulaciones y mercados donde se pueda hacer lo que sus actores más poderosos quieran.
Entre ellas están:
1. La especulación financiera
Entre 1980 y 2006, el Producto Bruto Mundial creció un 314 por ciento, mientras que la riqueza financiera subió un 1291 por ciento. Eso sin incluir un rubro clave en la especulación financiera: los derivados. El promercado The Economist resalta (17/8/13): “Cinco años después de la caída de Lehman Brothers, los mercados de derivados muestran en su superficie pocos cambios... Al final de 2012 operaban 687 trillones de dólares, un poco más que en 2007”.
Ironiza Warren Buffet (82 años), el gurú financiero que donó su fortuna a causas de interés público: “He trabajado en una economía que premia a aquel que salva la vida de otros en una batalla con una medalla, premia a los grandes maestros con notas de agradecimiento de los padres, pero premia a aquellos que detectan los errores en los precios de las acciones con sumas billonarias. En resumen, la distribución es salvajemente caprichosa”.
2. Las prácticas monopólicas
La concentración de los mercados ha ido en aumento. Se estima que 1000 empresas tienen actualmente la mitad de todas las acciones de los mercados mundiales. Son permanentes los descubrimientos de prácticas monopólicas orientadas a maximizar el lucro. Ya Lester Thurow prevenía sobre “la mano invisible” del mercado defendida a ultranza por los economistas liberales, señalando “qué pasa si la mano invisible se transforma en la mano del carterista” a través de los monopolios.
3. Bajando costos
Los cinco millones de trabajadores textiles de Bangladesh, segundo exportador del mundo de ropa encargada por las trasnacionales, ganan un promedio de 37 dólares mensuales. Además, por la carencia absoluta de inversiones mínimas en seguridad, han muerto ya más de 1800 en desastres en sus lugares de trabajo en los últimos diez años.
Una auditoría encontró (The New York Times, 2/9/13) en una fábrica Rosita “cuotas muy altas no razonables de producción, disciplinamiento y despido de los trabajadores si no las cumplían, gritos a quienes pedían licencia por enfermedad o licencia annual, despidos por faltar al trabajo por una muerte en la familia, golpizas de los guardias contra trabajadores envueltos en actividades sindicales o de protesta”.
Bangladesh compite con Pakistán, Honduras y otros en tener la mano de obra más barata del mundo.
Las prácticas de bajar costos con los trabajadores se dan en múltiples áreas. En un hecho sin precedentes, los empleados de las cadenas de comida rápida acaban de hacer una huelga simultánea en 60 ciudades norteamericanas. Reclamaban elevación de su salario actual y derecho a sindicalizarse. Lo que ganan los coloca bien por debajo de la línea de la pobreza. Las empresas tienen muy altas utilidades.
4. No pagar impuestos
Un informe de la OCDE muestra que la participación fiscal de algunas de las empresas más exitosas económicamente del mundo es mínima. Con maniobras contables, declaran sus costos en donde los impuestos son altos y sus ganancias en paraísos fiscales.
Estas y otras prácticas –que han impulsado poderosamente las extremas desigualdades actuales que la Iglesia Católica en su Encícilica Caritas in Veritate llama “las disparidades hirientes”– requieren de un Estado ausente, inexistencia o debilitamiento de los sindicatos, desregulación.
Hay grandes preguntas abiertas: ¿por qué continúan las políticas de austeridad cuando son tan visibles los daños que causan?, ¿por qué se desconoce de modo tan flagrante la evidencia empírica terminante de que no funcionan, de que son simplemente mala economía, que agravan las recesiones y destruyen niños por nacer, familias y personas?
¿Por qué asimismo no se toma en cuenta o se desvaloriza que países como los nórdicos (Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia) y los de Unasur, (Argentina, Brasil, Uruguay, Ecuador, Bolivia y otros) han alcanzado con modelos heterodoxos elevaciones sustanciales en los niveles de vida de amplios sectores de su población?
La respuesta no tiene que ver con la lógica o los datos de la realidad, sino con los intereses en juego.
El Nobel de Economía Paul Krugman reflexiona: “La agenda de la austeridad luce en gran parte como una simple expresión de las preferencias de la clase alta envueltas en una fachada de rigor académico. Lo que el uno por ciento más rico quiere se convierte en aquello que la ciencia económica dice que debemos hacer”.
* La más reciente obra del autor, Etica para empresarios (cuarta edición, agosto 2013), fue traducida al inglés y al mandarín.
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