› Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn
Algo increíble. El diario alemán General Anzeiger, uno de los medios fundamentales de la zona católica alemana, Renania, tituló ayer su tapa: “Los católicos muestran la espalda a su Iglesia”. Es una voz de alerta para todos los católicos. Dice el diario: “En muchas partes de Alemania cada vez más católicos le dan la espalda a la Iglesia”. La razón de esto –entre otras cosas– es el caso del obispo de Limburgo, Franz-Peter Tebartz von Elst. En la ciudad de Colonia, por ejemplo, renunciaron en la última semana a pertenecer a la Iglesia Católica 571 feligreses, cantidad doble de la semana anterior. Más dramática aun es la situación en Bonn, una ciudad con menos habitantes, donde se borraron 312 personas.
Como se sabe, en Alemania, cada ciudadano declara a qué religión pertenece y así se le descuenta el dos por ciento de su sueldo o de sus ganancias, que van directamente a la entidad religiosa. En otros distritos, sólo en el mes de octubre se han borrado el mismo número del total de los años 2011 y 2012. Otras de las razones dadas por los que se van es el abuso de los niños que cometen los sacerdotes católicos, obligados al llamado voto de castidad.
El editorialista de ese diario señala en la misma edición, en un artículo titulado “Cifras dramáticas”: “No hay ninguna duda, el movimiento de abandono de los fieles a su Iglesia Católica se puede calificar de dramático. El motivo para muchos fieles ha sido, en último término, el escándalo del obispo católico Tebartz von Elst, para dar este paso de alejarse de la Iglesia ya pensado hacía mucho. A primera vista, parece extraño que la Iglesia evangélica está sufriendo el mismo problema. Pero como dijo un representante evangelista ‘se debe también a la reacción ante el abuso de niños por los sacerdotes católicos en sus escuelas, y que pagamos nosotros también, los evangelistas, calificados también como culpables, sin tener la misma culpa’. Una especie de ‘responsabilidad colectiva’.” Otras fuentes señalan que el motivo principal de la reacción de los que se van es que el Papa argentino, en vez de tomar una medida necesaria, es decir, dejar cesante al obispo Tebartz, por su negociado de 31 millones de euros para realizar mejoras en su residencia obispal, le dio un período de reflexión y descanso en un convento de Alemania. En el diario Frankfurter Rundschau salió un artículo donde se le expresa al Papa: “Cómo es posible que usted, que predica la humildad y la modestia, puede obrar así condenando por la dilapidación del dinero a su obispo sólo a un ‘descanso’ en un convento? ¿Por qué, en vez de enviarlo de vacaciones, no se lo envió a Africa, a algún lugar desolado y abandonado de Dios para llevarles pan a los hambrientos? Vuestra actitud, señor, me ha hecho perder esa primera impresión sobre usted, como hombre y como Papa”.
Es que los hechos se han enturbiado más después de las declaraciones del rector de la escuela papal de sacerdotes Anima de Roma, Franz Xaver Brandmayr, quien después de la conversación del Papa con el obispo acusado, señaló: “Fue una conversación donde hubo comprensión y empeño por las dos partes de llegar a una solución y clarificación de los hechos. Y el obispo Tebartz von Elst está dispuesto a volver a su obispado”.
El problema se ha vuelto muy difícil tanto para el Papa como para toda la Iglesia. La discusión ha comenzado y se va a llegar, sin ninguna duda, a discutir los principios en que se basa la Iglesia, principalmente en cuanto a lo de la castidad de los sacerdotes, un principio completamente irracional, que atañe al odio o al desprecio del cuerpo de la mujer, y de lo más bello que posee el ser humano, que es el Amor. Con mayúscula.
Mientras tanto, siguen las renuncias de miembros de las órdenes católicas. Según el mismo Vaticano, por año, abandonan sus órdenes tres mil miembros. Lo mismo ocurre con las monjas, que en diez años se redujeron de 792.100 a 713 mil. Cifras que hablan claro.
Lo positivo de todo esto es que ya ha comenzado la discusión interna en una de las religiones más extendidas del mundo, la católica. Pero, claro, no es el principal problema. La humanidad tiene otros dramas que debe, irreversiblemente, discutir y solucionar. Uno es la prostitución, es decir, el abuso del cuerpo de la mujer. Y otro es el trabajo infantil, que incluye “el hambre de nuestros niños”. Un tema tan urgente y tan disimulado por los poderes que dominan el mundo. Justo aquí, en Alemania, ha comenzado la discusión: prohibir o no prohibir la prostitución. Comienzo con el proyecto presentado por un sinnúmero de notables que piden la abolición para siempre de la prostitución. Es un tema difícil. Ha comenzado el debate. Muchos intelectuales sostienen que la mujer debe ser dueña de su propio cuerpo. Lo que sí hay que prohibir y perseguir es a las organizaciones o individuos que esclavizan a la mujer obteniendo ganancias ellos del producto del negocio del sexo. Una discusión que viene de siglos y que tiene que ver con la vigilancia policial, que también durante siglos ha simulado vigilar pero es parte del negocio.
La sociedad debe aconsejar y proteger a la mujer. Convencer de que la prostitución es una profesión poco digna. Porque se pone en juego nada menos que el cuerpo femenino que la naturaleza ha llevado a cabo para el amor, la belleza y la maternidad. ¿Pero es posible eso en un mundo de violencias? Basta leer esta información: “Todos los años 7.300.000 niñas menores de 18 años dan a luz a un hijo. Dos millones de ellas son menores de 14 años. Esto lo señala un informe del Fondo Poblacional de las Naciones Unidas (Unepa). Esto trae problemas físicos y sociales. Sí, setenta mil niñas mueren en el mundo todos los años por complicaciones al dar a luz o por embarazos complicados. Casi todos esos embarazos provienen de abusos sexuales. Llevados a cabo por el hombre. Claro, es demasiado ilusorio pensar que permitiendo la prostitución iría a disminuir la violación de niñas adolescentes. Pero es un argumento de los que promueven la prostitución libre, sin intermediarios, para dar salida a las necesidades masculinas. Sin permitir la esclavitud de mujeres por organizaciones delictivas que promueven la prostitución por medio de la violencia, provocando así la esclavitud verdadera de esas mujeres esclavizadas con ese oficio. Un tema a discutir. Lo que sí es indiscutible es castigar a toda institución que promueve la prostitución esclavizando a las mujeres.
Y como punto final de esta nota, una vergüenza más del ser llamado humano: el trabajo infantil. Por ejemplo, en la India, trabajan en la industria de la piedra nada más ni nada menos que 150 mil niños. En Bolivia, en la actualidad, hay un millón de niños trabajando. En Brasil, cuatro millones de niños que son obligados a trabajar. La lista es interminable. El sistema que domina al mundo no ha sido capaz ni siquiera de ver con ojos humanos a los niños. El hombre permite que el niño sea explotado para obtener más ganancias. Verdades que llenan de tristeza. Ni las religiones, ni las organizaciones internacionales, ni el ser humano en general ha sido capaz de procurar una infancia feliz para todos los niños del mundo. Dejamos la plana aquí. Para guardar, por lo menos, un poco de esperanza. Porque algo se mueve.
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