Mié 15.01.2014

CONTRATAPA

Imposible velorio del solo

› Por Juan Sasturain

Si pudiera elegir, yo elegiría no estar acá, salir por la tangente versera y tomar el atajo de la buena / mala / equívoca conciencia del fracaso consabido: qué decir, qué no decir por qué tener que poner cara con tan poco perfil acorde y tan mucho pudor mal entendido a la hora de resumir la incómoda postura, la última palabra que cierra qué, qué carajo va a cerrar.

Si supiera elegir, yo elegiría volver atrás y ponerme los cortos del alma y los cortos de las ganas y los cortos del vestuario inicial con todo al aire, y salir a la cancha / a la poesía sin camiseta ni parámetro adecuado de lectura y caer otra vez y por primera de trompa, de culo ante el poema atravesado como palo en la rueda del discurso franelero, incómoda lombriz en la pálida sopa de letras de la antojada antología.

Si quisiera elegir, yo elegiría cagarme soberanamente en lo que pasa (y no vuelve) y ni siquiera preguntar qué es cierto y qué mentira en la noticia de que se acabó. Daniela Rocca loca dicen los magazines decía Juan en los sesenta y era llena de gracia como santa maría y los versos derivaban con la soltura irresponsable de olitas sobre el papel que nunca se termina de secar. Qué era cierto y qué no de las noticias, cables pelados, ocasiones calvas. Si el poderoso cholo que lo dijo todo ha muerto con el burro puesto y el bastón y los castaños, si el dolce Guido ha muerto con sus tanitas adornadas para el soneto, si el poco Paco que quedaba se fue de bigotes a malcerrar las cuentas de la historia personal y colectiva, qué le quedaba al solo sino la espera del velorio diferido con / sin Sidney West al pie con pala y verso para picar. Que la huesuda pique y se lleve todo que ya es nada, apenas sobras, habitaciones vacías, floreros secos, pedacitos de carne sin calor, todo ya ha sido –vieja puta– largamente regalado.

Si me dejaran elegir, yo elegiría versos sueltos para hacerme una colcha cursi de colores para invierno verano las cuatro estaciones. Después, compartiría. Abriría una tienda exclusiva para clientes maltratados por la vida el poder la desgracia o la felicidad excesivas y les probaría en la trastienda poemas de sisa estrecha, cortos de abajo, demasiado anchos para tan poco dolor admitido, hasta que les caigan justos, se sientan bien apalabrados, dispuestos a rasgarse las costuras, listos para el escándalo, el incendio o la lluvia musical entre los huesos.

Si me pudiera borrar de elegir, me borraría. Si me pudiera quedar como un boludo paseando entre los versos de Cólera buey sin tener que salir a confrontarlos con el espejo o la historia o cualquier botonería intolerable, sería capaz de negar tres o mil veces lo que sea con tal de que no fuera lo que es, lo que ya ha sido.

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