Dom 17.08.2003

CONTRATAPA

De la ferocidad de las gallinas

› Por Juan Gelman

Nació en Washington, construye una paradoja y califica a los miembros del gobierno estadounidense: la palabra es “chickenhawks” y su traducción literal sería “halcones gallinas”. El periodista argentino Santiago Hileret, que aportó información para esta nota, señala que el neologismo surge de una contradicción central del núcleo duro de los “neoconservadores” instalados en puestos claves del Pentágono, la Casa Blanca, el Departamento de Estado, la Justicia y aun el Capitolio, tan belicosos contra el mundo, tan pacifistas en su práctica personal: la mayoría evitó de un modo u otro, pero siempre gracias a sus relaciones con el poder, ir a la guerra de Vietnam aunque estaba en la edad precisa para hacerlo. El vicepresidente Dick Cheney no fue porque –dijo– “tenía otras prioridades”. Salvar el pellejo es una, y verdaderamente importante: los halcones (“hawks”) son gallinas (“chicken”), es decir, miedosos. El lenguaje popular los adjetiva de manera menos gentil y más bien relacionada con una función específica del sistema digestivo.
La lista de los halcones gallinas es larga y está encabezada por el presidente Bush. De mayo a noviembre de 1972, exento de pelear en Vietnam, vivía en Alabama y se ocupaba de la campaña electoral de su correligionario Winton Blount, aspirante a senador. No cesaba el flujo de efectivos norteamericanos que el Vietcong devolvía muertos y el hoy jefe de la Casa Blanca conseguía ser derivado al servicio en la reserva de la guardia nacional aérea. No hay registro de que se presentara a cumplir instrucción en la base de Montgomery a la que había sido convocado. Meses después, dos oficiales superiores de la base aérea Ellington de Texas, a la que había pedido traslado, no pudieron completar su evaluación anual del lapso 1º-5-1972 a 30-4-1973 porque “el teniente Bush no fue visto en esta unidad durante el período que abarca este informe”. No asombra entonces que el belicoso presidente que invadió a Irak se niegue sistemáticamente a contestar preguntas sobre su vida en esos años. Tenía entonces 26 de edad, eludió Vietnam y también el servicio, sin balas hostiles, como reservista.
Las razones visibles para exceptuar a los “chickenhawks” son algo curiosas: van desde “quistes anales” hasta “espalda delicada” (Elliot Abrams, del Departamento de Estado), pasando por “sarpullidos” (Ken Adelman, alto funcionario), “soriasis” (Ken Starr, fiscal), “tres kilos de más” (John Engler, gobernador de Michigan), “rodillas en mal estado” (Dennis Haster, representante republicano). Jack Kemp, ex representante republicano por Nueva York, no conoció Vietnam por una “rodilla estropeada” que no le impedía jugar al fútbol. El 70 por ciento de los senadores, sobre todo republicanos, no tuvo trato con el fuego real de algún enemigo de EE.UU. Un portavoz del comando central estadounidense instalado en Bagdad anunció el lunes último que 167 soldados cayeron y 1006 resultaron heridos a consecuencia de ataques iraquíes. Otros 91 murieron y 227 resultaron heridos en diversos accidentes. Es difícil suponer que alguno de ellos fuera senador, representante, político o capitoste de la Casa Blanca. O juez: el autoritario y malhumorado fiscal de la nación John Ashcroft, empeñado en recortar cada vez más las libertades civiles estadounidenses, figura entre quienes cumplieron su deber en casa.
El teniente general Ricardo Sánchez, jefe de las tropas yanquis en Irak, anunció desde el palacio del que Saddam Hussein fuera desalojado que sus hombres permanecerán en Irak un año como mínimo –bajo ataques guerrilleros y calores de hasta 52 Celsius, una ración de 2 litros de agua por día y comida enlatada– antes de ser reemplazados y repatriados. Un sargento del 2º batallón de combate de la 3ª división de infantería manifestó al corresponsal de ABC en Fallujah (12-7-03): “Tengo mi propia lista de ‘los más buscados’”. Se refería al mazo de cartas que publicó laCasa Blanca con sendas efigies de Saddam, sus hijos y otros iraquíes de captura prioritaria. Los “más buscados” del sargento son Paul Bremer, el diplomático uncido por Bush hijo virrey civil de Irak, el jefe del Pentágono Donald Rumsfeld, su segundo Paul Wolfowitz y el propio George Bush.
También se oyen quejas en Estados Unidos. Unas 600 familias de efectivos estacionados en Irak lanzaron la campaña “Tráiganlos a casa” que demanda el retorno de las tropas. En conferencia de prensa realizada el miércoles en Washington, sus organizadores señalaron que las familias se muestran cada vez menos reticentes a criticar la guerra y que han recibido miles de e-mails encabezados por esta afirmación: “Soy republicano, voté por Bush, apoyé esta guerra cuando empezó”. Ya no. La prometida guerra rápida se ha convertido en larga ocupación.
The New Hampshire Gazette de Portsmouth, el periódico más antiguo de EE.UU., fundado en 1756, exhibe una tabla –incompleta– de “chickenhawks” notorios e ironiza con suavidad: dice que se trata de personas “que tienden a preconizar, o son partidarios fervientes de los que preconizan, soluciones militares a los problemas políticos y que personalmente declinaron la ventaja de una oportunidad significativa de servir en uniforme en tiempos de guerra”. Es una ventaja que el poderoso John Bolton del Departamento de Estado o el ardiente defensor de la guerra global Paul Wolfowitz no han sabido aprovechar. Pobres.

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