› Por Bernardo Kliksberg *
Hay mitos económico-sociales que circulan profusamente y despiertan enorme confusión.
Revisaremos algunos de ellos a la luz de evidencia reciente.
1 Transferir a los pobres es despilfarro y asistencialismo.
Sectores de las elites de la región repiten: “Los grandes programas sociales son puramente asistenciales, no cambian nada”.
En la realidad, programas como los de transferencias condicionadas (PTC), nacidos en América latina, se han convertido en una referencia internacional. Los recomienda hoy The Economist para atender la pobreza en aumento en Europa. Han sido el modelo en que se inspiraron ciudades como Nueva York y Washington DC. Se han replicado en Asia y Africa.
A los latinoamericanos se les dice que son inservibles, cuando el mundo los está viendo como una de las experiencias más exitosas en reducir pobreza y desigualdad.
Los PTC, que lideran programas en gran escala como Bolsa Familia del Brasil, Oportunidades, de México, y Asignación Universal, en Argentina, benefician hoy a 129 millones de latinoamericanos, en 18 países. Bolsa Familia llega a 52 millones de personas y tuvo en 2013 un presupuesto de 11.000 millones de dólares. El Oportunidades apoya a 27 millones (25 por ciento de la población), en un país donde casi el 50 por ciento está por debajo de la línea de la pobreza, y Asignación Universal cubre a los 3,5 millones de niños pobres de la Argentina.
Los PTC han sido clave, junto con políticas económicas y sociales contracíclicas, en la reducción de pobreza en la región del 41 por ciento en el año 2000 al 25 por ciento actualmente.
El BID estima que sin ellos la pobreza sería un 13 por ciento mayor. El Banco Mundial y el PNUD, que ha contribuido mucho a bajar las desigualdades, concluyeron en evaluaciones que hay “clara evidencia de éxito (de los PTC) en cuanto a aumentar la tasa de inscripción escolar, mejorar la atención en salud preventiva y elevar el consumo en el hogar”.
2 Los pobres malgastan lo que se les transfiere
El mito dice que transferirles recursos es “fomentar la indolencia”, “que van a dejar de trabajar”, “que lo van a gastar en alcohol o juego”.
¿Cómo se puede sostener ese argumento cuando programas líderes como Bolsa Familia y Asignación Universal fijaron que el único titular de derechos, que va a recibir la transferencia, es la madre?
¿Alguien conoce mejores administradores de recursos escasos que las madres pobres?
La célebre experiencia del Premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus, el Banco de los Pobres, hoy en 80 países, sólo prestaba a madres pobres. Ha tenido mayor tasa de repago que cualquier otro banco. El 98 por ciento pagó. Hicieron todo para pagar y renovar sus créditos, para poder proteger a sus hijos.
En América latina, la pobreza ha desarticulado muchas familias. El hombre deserta, la madre se queda y es el único sostén del hogar. La Cepal estimó que sin el trabajo abnegado y agotador de esas madres la pobreza sería un 10 por ciento mayor.
El autor tuvo la oportunidad de disertar recientemente para 600 madres humildes del programa Ellas Hacen. Son madres con tres hijos o más, que están recibiendo Asignación Universal. El programa las capacita en oficios, de fácil inserción laboral. Entre otros, en plomería, albañilería, soldadura. Al pedirles sugerencias, dijeron que querían hacer un pedido a los organizadores. Que además las capacitaran para ser electricistas.
Los estudios existentes indican que, junto a las madres, en general los pobres cubiertos por los PTC han invertido lo que reciben en educación de los hijos, alimentos, remedios, ropa, zapatos y otros similares. En algunos lugares del interior del país, la Anses, ejecutora de Asignación Universal, ha encontrado que ahorran una parte para ir comprando cemento, para autoconstruirse una vivienda mejor.
3 Lo único que puede reducir la criminalidad es “la mano dura”.
La ciudadanía tiene todo el derecho a exigir que se reduzca el delito. El mito cultiva la idea de que “la mano dura” es la única alternativa.
El problema es más complejo. Así, entre otros aspectos, se debe distinguir entre el crimen organizado y la delictualidad joven. El primero debe ser combatido con el máximo peso de la ley, fuerzas policiales modernizadas, calificadas y adecuadamente remuneradas, y una Justicia activa. El segundo, está vinculado con factores como la marginación social. Más del 20 por ciento de los jóvenes de la región han quedado “excluidos”, la pobreza ha incidido fuertemente en su deserción temprana del sistema escolar y, sin título de secundaria, están fuera del mercado de trabajo. El crimen organizado trata de buscar nuevos reclutas en los jóvenes desesperados.
Una investigación del Banco Mundial (2014) muestra las correlaciones entre criminalidad y desigualdad, que ignora el simplismo de la mano dura.
Analizó 2000 municipios de México. En el 30 por ciento había aumentado la desigualdad entre 2005-10. Encontró una alta relación entre su aumento y el de la criminalidad. Destaca que si la desigualdad no hubiera bajado en los otros, los muy elevados niveles de criminalidad del país serían aún peores. Concluye: “Las recientes tendencias en tasas de homicidios pueden ser exacerbadas con una potencialización de las desigualdades en la distribución del ingreso en la región”.
Los países del mundo con más baja tasa de criminalidad son los escandinavos. Tienen un muy bajo número de policías por habitante, pero la más alta igualdad del mundo. Su secreto estuvo en la inclusión masiva de toda la población joven.
El mito debe ser reemplazado por una visión amplia que aplique enérgicamente políticas de inclusión para los jóvenes marginados, junto con reformas importantes en la policía y la Justicia para que puedan enfrentar al crimen organizado.
4 Solo hay una alternativa, la economía ortodoxa.
¿Cómo se puede seguir difundiendo ese mito en América latina, ante lo que pasa en las economías europeas?
The Economist (30/8/14) dice que la impresión de que se estaba saliendo de la crisis “era una ilusión. En las recientes semanas los países de la Eurozona han comenzado a hundirse otra vez”. Advierte sobre el peligro de la deflación, la “excesiva austeridad” y que si “la unificación monetaria no trae nada más que estancamiento, desocupación y deflación, algunos van a votar eventualmente por dejar el euro”.
Fue diferente en América latina. En pobreza infantil (Walls, El País 1/9/14) señala que creció en España del 24,1 por ciento en 2008, al 27,5 por ciento en 2014. En cambio, en la región, si bien falta mucho, bajó un 15 por ciento (del 55,3 por ciento en 2000 a 40,5 por ciento en 2014). Se pregunta: “Ante esta realidad, ¿podría aprender España de los ejemplos exitosos en reducción de pobreza infantil de países latinoamericanos?”. La Unicef estima que “la incorporación de una ayuda universal por hijo en España supondría una reducción de la pobreza infantil de hasta un 7 por ciento”.
Los mitos referidos, y otros, desvalorizan las políticas sociales, descalifican a los pobres, propugnan el fundamentalismo de la mano dura y muestran como único modelo posible al neoliberal. Están en flagrante contradicción con la realidad. Pero son muy funcionales para quienes quieren mantener un statu quo donde 86 personas en el mundo tienen hoy más que los 3500 millones más pobres.
* Director del Programa Internacional Jóvenes de la Unasur por una Economía Social y la Integración Regional, patrocinado por UBA y CAF.
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