Mié 10.12.2014

CONTRATAPA

No te vayas,negro

› Por Eduardo “Tato” Pavlovsky

Cuando leí que estabas en terapia intensiva me puse triste, muy triste. Formás parte del recuerdo de los grandes futbolistas de todos los tiempos y también de mi vida. Mil goles con el Santos, qué proeza, nunca saliste del Brasil a jugar a otras fronteras, siempre fuiste el mejor negro paulista del Santos, verte era un lujo. Yo te veía aquí en Buenos Aires cuando venías con tu equipo a jugar con alguno de los nuestros y yo iba a verte. También viajé a Río y a San Pablo muchas veces para poder verte de más cerca, eras un lujo, una exquisitez. Te veo siempre por los aires como si pisaras poco el césped, el que te vio alguna vez ya no te podrá olvidar, tenías esa calidad de los inolvidables. A Mazurkiewicz, ese extraordinario arquero del seleccionado uruguayo, le tiraste una pelota por un lado y la fuiste a buscar por el lado opuesto, quedó parado, confundido. Parecía que te aburría el fútbol de los goles –lo que ahora quedaba era el malabarismo y la acrobacia, la diversión del fútbol en el potrero brasileño–. Un día le dijiste a Garrincha que no empezara a correr hasta que tu pase no le llegara exactamente a su pie derecho –la pelota va a llegar a tu pie derecho, es mi pase, vos parala y recién allí empezá a divertirte, nunca antes. Es un problema de ritmo y de orquesta, es la música del santo, el mejor wing derecho del mundo tiene que saber música y ante todo la sinfonía. La música brasileña, ¿entendés, negro?– y Garrincha te escuchaba atentamente, como intentando retener cada palabra, cada sonido. En el mundial del ’70, en México, explotó tu talento, jugabas con Garrincha, Coutinho y Sócrates –hicieron música del fútbol, estética de una armonía, te veía siempre por los aires como si fuera otro partido–. Te estoy viendo, te reías mucho, pero no para humillar al rival, sino para compartir la alegría del fútbol brasileño. Como un despliegue de tus habilidades y la de tu equipo. Mazurkiewicz decía que vos no jugabas al fútbol, que aprendiste a jugar al rey Pelé -ése era otro juego–. Te sigo viendo por los aires jugando a ese juego que aprendiste jugando al fútbol. Juego de malabarismos y acrobacias, juego musical lleno de alegría y después exquisitez de pura armonía. Cuando Sócrates (ese médico que jugaba con vos en el Santos) escuchó que ya no te preocupabas del ritmo musical del equipo, se levantó de la silla y dijo “Señores, se retira Pelé, el gran Pelé”. Dos años más tarde dejaste las canchas –el jogo bonito–. No te me vayas, negro, por favor, me puse muy triste cuando me enteré de que estabas en terapia intensiva, no me hagas poner más triste, te lo pido, negro, no te vayas por favor, como vos no habrá ninguno igual, un abrazo, que dios te ayude.

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