› Por Rodrigo Fresán
UNO Los Reyes Magos son los padres. Igual que Papá Noel. Aclarado lo anterior, cruzar ahora la última frontera: el 6 de enero. Y que la gente deje de festejar como loca, recupere lo que se supone es la razón, vuelva a la poco celebrable normalidad y preste atención a las cosas importantes para hacer un mundo mejor: el no escribir 2014 donde debe leerse ahora 2015, por ejemplo. O insistir con eso de decir Rey cuando antes se decía Príncipe; más allá de que su primer y todavía obsesivamente analizado discurso navideño en regio saloncito con ominoso sofá rojo y vacío (desde donde se recomendó “profunda regeneración de nuestra vida colectiva” en “tiempos complejos y difíciles”) haya sido tan eufemístico y previsible como los del otro rey, su padre, que, como Benedicto XVI, ya no se entiende bien qué es o de qué va.
Ahora –muerto de frío, en la calle, cabalgata de Gaspar y Melchor y Baltazar, que arrojan caramelos a las pupilas de los niños– Rodríguez mira otros reyes y practica nuevo número. Y se acuerda de aquel fin de año de 1999, cuando se profetizaba apocalipsis informático y no pasó nada. Y también evoca aquel 31 de diciembre de 2001 más un minuto, cuando todos, como empujados por una histeria capitalista, corrieron a sus cajeros a extraer euros y participar –inconscientemente– en la estafa más grande en lo que hace a inflación encubierta en toda la historia de la Humanidad. En cualquier caso, esos sí que fueron fines/principios de años. La sensación de ser partículas aceleradas cruzando un puente Big Bang sobre un abismo desconocido en el que sólo caían los demás. Entonces, en las palabras y actos de José María Aznar I, España y, en los mapas, era algo así como la Tierra Prometida a la que todos querían llegar porque España cumplía sus promesas.
Ahora no, ahora ya no.
Pero a no preocuparse.
Pasa en los mejores peores países o en los peores mejores países.
Todo pasa y todo...
DOS ...queda, permanece, la ilusión colectiva y el espejismo individual del What If? Syndrome, de la Profunda Regeneración de Nuestra Vida Individual. Sentirse un poco divino y celestial sin perder terrena humanidad. Como en esas tantas películas y novelas donde El Tema es el volver a empezar, el recomenzar. Como en esos radiactivos thrillers cibernéticos en los que se corta un cable rojo o azul para que nada o todo vuele por los aires. El convencimiento de que es posible volver a empezar y de que hay tanto tiempo por delante para cumplir con uno mismo; haciendo aquello que se juró copa en mano, burbujas doradas en la cabeza, mirada húmeda en los ojos, artificiales fuegos en el cielo.
TRES Así que, ahora, el agente secreto Rodríguez desciende por el conducto del aire acondicionado hasta el cerebro informático de una diabólica computadora Made in Potterville que responde al angelical nombre de Clarence. Y, justo un segundo antes de que sea demasiado tarde para volver alguna vez a levantarse temprano, Rodríguez oprime ese botón y suspira aliviado y se pregunta qué les dirá a todas esas cámaras de televisión que lo esperan ahí fuera. Micrófonos que, por una vez, no se dedican a trenzar hipótesis sobre lo que ocurrirá en este multielectoral 2015. Si el reseteador Huracán Podemos y su coleta despeinará y rapará a los peinados del PSOE y del PP que ahora se defienden del Cuco con dichos, alternativamente, como “Veo frases muy duras, pero ideas muy blandas en Podemos” o “Cuando les pasas el algodón están llenos de suciedad, por no decir de caca”. O si la infanta renunciará a sus derechos dinásticos para acabar en el calabozo, por amor, junto a su marido. O si se descubrirá que el Clan Pujol es también dueño secreto de la Torre
Eiffel y de la Muralla China y de... O si seguirán renunciando fiscales y removiéndose jueces. O si esa exposición itinerante sobre el milagro económico/realidad alternativa del “país de referencia” conseguido por Mariano Rajoy & Co. tendrá entre un público famélico más éxito que distopías tipo Los juegos del hambre.
Todo eso se demora y se posterga y se altera; porque ahora Rodríguez aprieta RESET y...
UNO Los Reyes Magos NO son los padres. Papá Noel tampoco. Los Reyes Magos y Papá Noel SON. Y punto. Y se viven tiempos no complejos ni difíciles, sino irrealistas y mágicos. Aclarado lo anterior y cruzando ahora la última frontera –el 6 de enero– en que la gente festeja como loca, como si le hubiese tocado el premio Gordo de la lotería (y a Rodríguez le tocó y ha dicho adiós para siempre al Bebe y al Nene Fagliacce-Stein, y a la agencia de publicidad Tangoz y a tantas otras cosas) ha llegado el momento de volver a la anormalidad. Para empezar, Rodríguez y su familia están lejos de la gélida y deprimente Cabalgata de Reyes. Y Rodríguez –vital y profundamente regenerado– alza, como si fuese un estandarte, un cocktail de colores flúo y sombrillita adornadora. Porque en esta isla caribeña –su hijo juega en la orilla; su hija y su mujer flotan entre las olas– rara vez llueve a no ser que se trate de la temporada de ciclones. Y falta tanto para eso. Y esto sí que es un principio de año como Dios manda. Porque Dios existe, y aparece de tanto en tanto para arreglar pequeños desperfectos en su creación y para que no lo olviden. Y muy atrás ha quedado el ’99/’00, cuando se suicidaron todas las computadoras, pero no fue para tanto; porque esto ha demorado la aparición de teléfonos inteligentes para usuarios imbéciles y la llegada de las redes sociales. Y nunca se olvidará el ’01/’02, cuando la puesta en marcha del ka-ching! del euro abrió las arcas de una era de prosperidad y modernización de un continente que había conseguido acabar con los políticos y que ahora era gobernado (una verdadera y útil y constructiva no red sino entramado social) por una implacable e inequívoca inteligencia artificial conectada telepáticamente con todos y cada uno de los ciudadanos y RESET...
UNO La mujer de Rodríguez sale del agua y se deja caer sobre la arena y no es su mujer y sí es su mujer: es Mirta, su prima argentina y ahogada y desaparecida hace tantos años. Su hija, como por arte de magia genética, sigue siendo su hija; aunque con sutiles pero numerosas mejoras. Su hijo sigue siendo su hijo de siempre con la única modificación de que no se pone de mal humor cuando pierde al ajedrez porque –ahora y a partir de ahora– siempre le ganará a Rodríguez y RESET...
UNO El hijo de Rodríguez se acerca a su padre y le dice que no se preocupe; que ya sabe que no existen ni Papá Noel ni los Reyes Magos y que por lo tanto no hace falta que RESET...
UNO Este no va a ser, seguro, uno de esos bucles espacio-temporales y marmotescos. Este va a ser, seguro, el mejor de todos los años por venir que le quedan a su inmejorable vida. Hace frío, y pocas cosas calientan más y mejor la imaginación y el deseo que el frío. Cumplido, reseteado, Rodríguez sigue siendo el mismo Rodríguez de siempre; pero ahora avanza por las calles, gordo y barbado, dentro de un traje rojo, trayendo incienso y oro y mirra en su bolsa, y montando un camello.
Por fin, Rodríguez es Papá Noel y es Rey Mago.
Y todos creen en él.
Hasta él mismo.
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