Sáb 07.02.2015

CONTRATAPA

Hormigas y cigarras

› Por Sandra Russo

Después de una primera ronda de entrevistas para plantear su posición ante diferentes mandatarios europeos, el gobierno griego recibió el primer apriete de la troika, que considera a la austeridad como parte de los tratados ya vigentes. La respuesta de Tsipras fue inmediata: “Grecia no aceptará más órdenes, especialmente las enviadas por correo electrónico”, refiriéndose al estilo de “gobierno” que ejercen los tecnócratas de las entidades de crédito. Según el diario El País, “el único bálsamo que recibió fue la masiva manifestación ciudadana en apoyo al gobierno”, en referencia a los miles y miles de griegos que salieron el jueves a decir “sí” a su soberanía en las calles. No lo hacen por el chori. Lo hacen porque el nuevo gobierno griego los defiende a ellos. El apoyo popular no es “el único bálsamo”, sino la base de su legitimidad.

Fue una semana muy intensa. El martes, el primer ministro italiano, Matheo Renzi, y Tsipras sorprendieron al término de una reunión privada, cuando, con cámaras y micrófonos delante, Renzi le extendió a Tsipras su regalo: una corbata italiana. Se sabe que los miembros del gabinete griego –todos varones, dicho esto sea de paso– no la usan. Tsipras había declarado que no se pondrá corbata hasta que Grecia inicie su etapa de crecimiento, y Renzi le regaló una, a modo de buen augurio. Se rieron. Renzi, de 41 años, habló entonces de algo más sustancial, dijo: “Una nueva generación se hace cargo de la política europea”. Y Tsipras agregó: “Nuestra generación ha sido el blanco de políticas equivocadas, es una generación que ha sufrido y que ha tenido que emigrar para soñar y vivir con dignidad”. Eso puede cambiar, siempre pudo cambiar, no es ni un designio divino ni una catástrofe meteorológica. Hasta las elecciones todo parecía, a los ojos de muchos, pura campaña y “desgrecia”, como manipulaban los diarios españoles, que es donde Syriza despierta más revulsión, con Podemos ahí nomás, creciendo y creciendo. Pero el proceso que está en marcha es vertiginoso, y Syriza, en sus primeras dos semanas de gobierno, arrancó con un ritmo ejecutivo frenético, y con objetivos puntuales que ya están sacudiendo a Europa desde su tuétano, que es Alemania.

Habían tratado a Grecia como a un país menor que, en todo caso, si se iba del euro por las suyas saldría perdiendo, y si no se iba perdería igual, siendo expulsado. Pero lo que nadie creyó, lo que todavía nadie en los respectivos establishments empresarios y mediáticos termina de aceptar –y es el quid, la cuestión, el hueso de este asunto–, es que el gobierno de Tsipras levanta la política por sobre la economía, y eso es tanto discursivo como fáctico: es con política y no con antipolítica que Syriza pretende no sólo recuperar la economía social griega, sino algo mucho más ambicioso y sin lo cual no se puede empezar a hablar en serio: el eje del programa económico ideado principalmente por el actual ministro de Economía, Yanis Varoufakis, es interpelar y plantear a la dirigencia política europea que es necesario reconocer que hay un ciclo declinante de “un proceso del reciclaje del excedente global” que tributaba a equilibrar las finanzas mundiales merced al déficit norteamericano (la hipótesis que defiende desde 2010, cuando la vertió en su libro El Minotauro Global), y es hora de comenzar a discutir otro modelo. Un new deal paneuropeo. Otro tipo de Estados. Otro tipo de asociación. Otro tipo de mundo.

Tendrán obstáculos y les jugarán sucio, naturalmente. La troika y los grandes medios. “En el primer día en nuestros ministerios –escribió Varoufakis en su blog el 29 de enero– el poder de distorsión de los medios me impresionó de nuevo. La prensa mundial estaba llena de informes sobre cómo el primer ‘acto’ de política exterior del gobierno de Syriza había sido vetar nuevas sanciones contra Rusia. No estoy calificado para hablar sobre asuntos exteriores, pero sin embargo, no tengo más remedio que compartir esto con ustedes a nivel personal.” Luego narra que el canciller griego, Nikos Kotzias, informó que en su primer día de trabajo escuchó en las noticias que la “UE había aprobado nuevas sanciones a Rusia por unanimidad”. El problema era que a él nadie le había preguntado. Habían dado la posición de Grecia por sentada, sin consultarlos. “Desde mi punto de vista –sigue Varoufakis– el fondo de la cuestión es si se respeta o no nuestra soberanía nacional. ¿Podrían los periodistas de todo el mundo tratar de hacer la importante distinción entre protestar por ser ninguneados, o protestar contra las sanciones? ¿O es demasiado complicado?”

Estamos siendo testigos del arribo, junto con dirigentes de una nueva generación y quizá por eso más inmunes al relato de la troika (el concepto lo usa Varoufakis pero no es el único: ese relato se basa en el “fingir y seguir”. Fingir que la crisis tal como está planteada tiene salida, para seguir endeudando más a algunos de sus miembros débiles), de un nuevo punto de vista que resulta revulsivo, pero por lo razonable. Es sencillo: el gobierno griego anunció que no aplicará más políticas de austeridad, y que necesita llegar a un acuerdo entre socios, que le permita cumplir sus obligaciones con su propio crecimiento. No importa lo que digan los medios. Lo que importa es que escuchen ese punto de vista los pueblos europeos que siguen rehenes de “lo inevitable” de su sufrimiento. Si el nuevo rumbo llega desde la política en serio, serán los electorados los que deban expresarse.

En lo discursivo, el ministro de Economía griego, un académico con trayectoria en Grecia y en Estados Unidos, es una figura clave porque participa de esa noción de la que en estos días estuvo hablando por aquí Thomas Piketty: “La economía es algo demasiado importante para dejarla en manos de los economistas”. Es un divulgador interesante, y aquí van dos ejemplos.

El primero, la manera en la que Varoufakis explicaba a una revista austríaca, apenas dos semanas antes de convertirse en miembro del gabinete, por qué cree que en la Europa septentrional no se visualizó, en los ’90, que los recortes de los derechos laborales podían ser un presagio de fenómenos que están ocurriendo ahora, con cifras de desempleo record. Varoufakis respondía que eso se explica con la fábula de Esopo. “La hormiga trabaja duro, no disfruta de la vida, guarda dinero, mientras la cigarra se dedica a cantar y a no hacer nada. Después llega el invierno y pone a cada quien en su sitio. Es una buena fábula. Desgraciadamente, en Europa predomina la idea de que todas las cigarras viven en el Sur, y todas las hormigas en el Norte. En la realidad, lo que hay son hormigas y cigarras en todas partes. Lo que ocurrió antes de la crisis es que las cigarras del Norte y las cigarras del Sur –banqueros del Norte y banqueros del Sur, pongamos por caso– se aliaron para crear una burbuja financiera que los enriqueció extraordinariamente, permitiéndoles cantar y holgazanear, mientras las hormigas del Norte y las del Sur trabajaban a la vez más y en condiciones más difíciles. Después, cuando la burbuja estalló, las cigarras del Norte y las del Sur se volvieron a poner de acuerdo en que la culpa la tenían las hormigas del Norte y del Sur. La mejor forma de recomponerse era enfrentar a las hormigas del Norte con las del Sur y Europa empezó a fragmentarse. El alemán medio odia al griego medio, y el griego medio odia al alemán medio. No tardará el alemán medio en odiar al alemán medio, y el griego en odiar al griego medio. Eso ya empezó, y es exactamente igual a lo que ocurrió en los ’30. Karl Marx estaba completamente equivocado cuando decía que la historia se repite como farsa. La historia, simplemente, se repite.”

El otro ejemplo del carácter netamente político de estos nuevos dirigentes es la forma de confrontar con Angela Merkel. No la han visitado todavía, no la admiten virreina, pero en esa entrevista reciente, Varoufakis, después de recordar que en alemán una misma palabra (Schuld) sirve para nombrar “culpa” y “deuda”, y es usada no casualmente cono antónimo de “crédito”, opinaba que a su criterio Merkel está atenta a la división alemana, y que ella sabe perfectamente que una cosa son las empresas alemanas, de cualquier tipo y tamaño, y otra cosa “son la Siemens o la Volkswagen”, que cuando el viento sople en contra enviarán sus ganancias a cualquiera de sus bases. “La señora Merkel es una política muy astuta, que no moverá una pieza hasta que haya consenso que le garantice su supervivencia política.” Y como es política la pelea que libran hoy los griegos y quienes se les sumen, Varoufakis concluía con su eje estratégico: “Ella está calibrando las placas tectónicas bajo sus pies. A lo que yo la invitaría es a pensar en su legado más allá de la mera supervivencia. Y me gustaría que considerara la posibilidad de que de acá a 10, 20, 100 años, Europa pudiera hablar no sólo de un Plan Marshall que salvó a Alemania, sino también de un plan Merkel que salvó a Europa”.

Si Merkel escucha, puede dar vuelta su rol histórico. Si no lo hace, Grecia explorará otras salidas, porque el mundo ya es multipolar.

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