› Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania
La guerra. La estupidez máxima de la humanidad. Basta con recorrer la historia de los conflictos del ser humano. Millones de muertos, ciudades destruidas, la producción dedicada a mantener en ritmo los balazos que se repartían, los bombardeos aéreos. Y, por sobre todo, la Muerte. Los niños sin padres, las escuelas cerradas. El hambre de posguerra. La desolación más absoluta. Acabamos de vivir el prólogo a otro conflicto de muerte y destrucción. La posible guerra entre Rusia y Ucrania.
Dos de los países que fueron actores principales en guerras mundiales, Francia y Alemania, salieron a la calle a detener ese conflicto que ya amenazaba estallar. Se logró algo, no todo. Por lo menos se puede emplear la expresión: “Lograron detener el conflicto”. No es poco. Pero tampoco es mucho. El odio quedó. Las exigencias de los dos países están en la mesa de discusiones. Y Estados Unidos vigila desde cerca esta situación. No quiere que crezca el poder de Rusia. Rusia, en su dominio de Ucrania, sería el lanzamiento de un nuevo imperio a la plataforma mundial. Los analistas Jochem Arntz y Damir Fras escriben en ese sentido: “Si Obama resolviera el envío de armas a Ucrania, estaría negando su propia Doctrina de la Seguridad Nacional. La actual redacción de ese papel de estrategia fue presentado el pasado viernes por la secretaria de Seguridad de Estados Unidos, Susan Rice. Allí dice: “Cuanto más pequeñas sean las huellas militares de Estados Unidos en el mundo, mejor será para América y también para el resto de los países. La solución está en la paciencia estratégica. No todos los conflictos se solucionan con el empleo de las armas”. En esto están de acuerdo Obama y la primera ministra de Alemania, Merkel.
Pero la realidad es otra, los republicanos estadounidenses quieren hacer poderosa a Ucrania mediante las armas. Y los ministros de Obama son cambiantes, algunas veces tienen una opinión y a veces otra. Por ejemplo, Madelene Albright, que fuera ministra de Relaciones Exteriores de Bill Clinton, ha dicho claramente: “Enviamos armas y ya está”.
Por su parte, los ucranianos mismos prefieren las armas, que denominan en forma eufemística como “armas defensivas” y llaman así a los tanques y a los elementos para comunicaciones.
De acuerdo a la interpretación de expertos de Estados Unidos no está probado que las fuerzas armadas ucranianas estén preparadas para esas armas. Para cambiar esa situación tendrán que ser enviados expertos norteamericanos para que las entrenen. Pero esto ya marcaría una intervención militar norteamericana en el actual conflicto Rusia-Ucrania.
También podría ocurrir que esas armas caigan en poder de fuerzas nacionalistas ucranianas, que hace pocos días trataron de asaltar el Ministerio de Defensa de Kiev.
La realidad es que Rusia sigue enviando ayuda militar a los separatistas de Ucrania y, además, Putin podría reaccionar enviando más armas. Justamente, la primera ministra alemana Merkel desea, y lo ha dicho varias veces: “Crear la paz sin armas”. Es justo lo que exigen muchos políticos europeos: “Exigir una paz fría en vez de una guerra fría”.
El primer paso que acaban de dar Merkel y el primer mandatario francés en el conflicto Rusia-Ucrania lleva a la paz fría, en medio de los intereses contrapuestos de Rusia y Ucrania. El problema que se les presenta a Alemania y a Francia, ahora especialmente, es: “Se entregan armas a Ucrania, ¿sí o no?”
El nuevo compromiso firmado el jueves tiene trece puntos que repiten en gran parte el fracasado convenio del 19 de septiembre último. Lo más importante es el alto el fuego que debe comenzar el 15 de febrero. Además, el retiro de la artillería pesada hasta entre 50 y 140 kilómetros.
Por su parte, el Estado ucraniano debe devolver las jubilaciones y otras leyes sociales a la población de los territorios rebeldes. También reabrir los bancos cerrados. Y deben iniciarse conversaciones sobre la realización de elecciones locales.
Tal vez pueda decirse que lo conseguido en las conversaciones de Minsk no es mucho, pero es “algo”, y esto ya es positivo. Por ejemplo, queda en pie la demarcación de la línea fronteriza entre Rusia y Ucrania. Y la conformación de un control internacional que cuide que no haya más traspasos de armas y soldados a través de las fronteras con Ucrania. Lo que queda siempre como tema de discusión es el asentamiento en esas fronteras de tropas internacionales de custodia.
Muchos creen que esta fecha, la del 12 de febrero, ha sido el comienzo de una paz constante entre los dos países, en una especie de “nueva realidad”, tal cual lo designó el político de la Democracia Cristiana alemana Norbert Röttgen.
En Bruselas, 26 jefes de Estado europeos esperaban a Merkel y Hollande para que informaran de su misión sobre Ucrania. La primera ministra alemana no abrió demasiadas expectativas con su primera frase. Dijo: “Lo que logramos es apenas un esbozo de esperanza”. Pero, sin dudas, ha sido un paso en la dirección justa. Es un paso hacia la Paz.
Los comentarios de la prensa europea sobre un hecho tan fundamental como el que realizaron los jefes de gobierno alemán y francés fue bastante pesimista hacia el futuro, si bien las medidas tomadas fueron consideradas como positivas. En un editorial del diario General Anzeiger, en Bonn, el periodista Ulrich Lücke se pregunta: “¿Qué pasó con el intercambio de prisioneros? ¿Qué pasó con el control internacional de la frontera ruso-ucraniana? ¿Qué ocurrió con el plan de elecciones libres?”. Y también quedan pendientes: ¿Qué ocurre con el problema de la seguridad económica del resto de Ucrania? Y la pregunta sobre la autonomía de las regiones del occidente del territorio ucraniano. Y un interrogante fundamental: ¿Quién puede impedir que Putin, cuando él lo desee, pueda pegar un golpe de los que él emplea? Y pone como verdadero resultado de la misión de los mandatarios alemán y francés: “Lo que Minsk ha traído es un poco más de esperanza de que pueda lograrse algo en el largo camino hacia la paz entre los pueblos. Más no.”
Como vemos, las cosas no cambiaron mucho. El poder de los grandes países, Estados Unidos y Rusia, se hace sentir. Pero si bien la representante alemana y el presidente francés, en su búsqueda de la paz entre los pueblos, no lograron mucho, por lo menos mostraron su presencia y obligaron a dar pequeños pasos a la todopoderosa Rusia y a aquellos países que antes pertenecían a la Unión Soviética y que hoy gozan de autonomía y ciertas libertades a la sombra del viejo fantasma.
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