Vie 17.10.2003

CONTRATAPA

Plomo de soldaditos

› Por Rodrigo Fresán

UNO A qué les suena esto: “No moríamos de a cientos en formidables batallas. Moríamos de uno en uno, a un ritmo casi despreocupado. En ocasiones podías comenzar a sentirte seguro y a salvo, y entonces mirabas alrededor y te dabas cuenta de que personas que habías conocido al principio de tu servicio ahora estaban muertas o en hospitales. Y entonces te ponías a jugar con la más nerviosa de las aritméticas”. Esto lo escribió el norteamericano Tobías Wolff a la hora de su memoir de la Guerra de Vietnam titulada En el ejército del faraón publicada en 1994. Insisto: ¿A qué les suena esto?

DOS El faraón es otro; el ejército ha evolucionado; la guerra transcurre en otra parte; los soldados ahora son “profesionales” y sin embargo “Mientras escribo esto –las manos en el teclado, los ojos en un noticiero–, tres soldados norteamericanos más vuelan hechos pedazos por los cielos de Bagdad y bienvenidos a la posguerra norteamericana más rara de todas: la posguerra norteamericana en la que ya murieron más norteamericanos que en la posguerra norteamericana. Y por lo menos de esos doce norteamericanos muertos –una docena de soldaditos– son suicidas que no soportaron el calor y la presión y el miedo de estar viviendo una situación tan pero tan absurda. Entonces, desesperados, hicieron puntería y apretaron el gatillo y dieron en sus propios blancos. Difícil errarle a un blanco inmóvil tan cansado de ser un blanco móvil.

TRES El otro día por televisión vi a un grupo de soldados norteamericanos en Bagdad mirando la televisión. Les estaban transmitiendo en vivo y en directo un discurso de Bush y qué terrible deber ser tener que ver un discurso de Bush en los ratos libres que te deja una posguerra más mortífera que una guerra. En cualquier caso, la cámara se detenía en los rostros jóvenes y con el pelo cortado al rape y vestidos de camouflage. Rostros primero ilusionados y enseguida desilusionados al comprender que Bush no va a decir absolutamente nada de un pronto regreso a casa para las Navidades y que, en cambio, la “reconstrucción” de Irak iba a durar un poquito más de lo inicialmente pensado. Zoom a esos rostros y la renovada sorpresa ante la misma historia de siempre: los soldados son ex niños, son personas que –de golpe– no entienden muy bien qué están haciendo ahí y cómo es posible que lo que les ocurre sea tan diferente de jugar a los soldaditos. Y, claro, la juventud de los guerreros no deja de asombrarnos porque crecimos y nos educamos bajo el influjo contaminante y arquetípico de las guerras made in Hollywood (donde las stars maduras interpretabanroles de jóvenes y efímeros meteoritos) y la leyenda legitimante de un Segunda Guerra Mundial donde los buenos eran muy buenos y los malos muy malos. La perfección del soldado americano se quiebra con tres novelas: Matadero 5 de Kurt Vonnegut, Catch-22 de Joseph Heller y M.A.S.H de Richard D. Hooker. Ninguna de ellas transcurre en Vietnam, pero la anticipan con la piel de reclutas y oficiales que empiezan a inquietarse y sospechar que, después de todo, la guerra hemingwayana y johnwaynesca no sea más que un espejismo, un efecto especial, una mentira de balas de salva y sangre de ketchup. Vietnam, sí, inaugura la posibilidad de la derrota y del enemigo invisible que ataca cuando menos se lo espera y que, en su capacidad de sorpresa, no es muy diferente –después de todo– que cualquiera de esos adolescentes que un día deciden ir al colegio con una ametralladora en la mochila y ahora van a ver lo que es bueno, amiguitos.

CUATRO Conozcan a DBC Pierre. Pierre es el nombre de guerra del australiano Peter Finlay. Finlay llevó una vida aventurera y bohemia y en ocasiones “turbia” –nació en 1961, pasó buena parte de sus primeros veintitrés años en México– y dice que el DBC de su apodo corresponde a Dirty but Clean: sucio pero limpio. DBC Pierre publicó una primera novela titulada Vernon God Little y –contra todo pronóstico y para felicidad de quienes lo apreciamos– acaba de ganarse el prestigiosísimo premio Booker en Inglaterra. Vernon God Little es el nombre del sufrido quinceañero de quien se sospecha cierta colaboración a la hora de una masacre en su escuelita de Texas. Es, por azar, el único sobreviviente del baño de sangre y, por lo tanto, fácil de culpar. Pronto, a Vernon empiezan a culparlo de todo y su única coartada es un montón de “mi propia mierda” que demuestra que él estaba vaciando su carga en otra parte cuando se vaciaron los cargadores. Muchos de los ofendidos lectores USA políticamente correctos del libro acusan hoy mismo al Booker de haberse subido a la cresta de la ola anti USA à la Michael Moore. No lo creo: el único “problema” de Vernon God Little es que se trata de una sátira a una realidad cada vez más inverosímil. Y que su héroe es, por fin, el más heroico de los cobardes y que está muy orgulloso de serlo. Y viendo las caras de esos soldaditos en Bagdad pienso que tal vez el problema es que hay demasiada gente estúpidamente valiente en el mundo; gente que, para cuando se descubre como sabiamente cobarde, ya es demasiado tarde.

CINCO La otra guerra –tal vez la verdadera guerra– es esa que se libra en ominosos ambientes políglotas donde se discuten resoluciones, enmiendas, agregados varios y donde se dibujan los nuevos mapas y se reparte el botín de guerra y se adjudican las recompensas de posguerra. A veces paran para cagar. Ahí están ahora sin ponerse de acuerdo porque no hay nada más difícil que ponerse de acuerdo en algo que no tiene sentido alguno. Y si no pregúntenle su opinión a esos soldaditos de carne que un día se llenan de plomo porque ya no aguantan la idea de atender este juego donde ellos son apenas fichas en el teatro de operaciones de una obra que ya dura demasiados actos y a la que le han cambiado el final. Así que -como cuando eran chicos, cuando se cansaban y se aburrían– sólo quieren volver a casa. Aunque sea adentro de una caja cubierta con una bandera cubierta de barras y estrellas.
Dicen los que ahí estuvieron que la más frecuentada última palabra que suelen pronunciar los soldaditos a la hora de volar por los aires hechos pedazos es “Mamá”.
Por algo será.

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