Sáb 25.04.2015

CONTRATAPA

Dos pasos positivos

› Por Osvaldo Bayer

Acaban de ocurrir dos hechos positivos dentro del triste desarrollo de nuestra llamada civilización.

El recuerdo, en primera fila, del genocidio armenio cometido por el gobierno y pueblo turcos con las minorías armenias y, en nuestro país, la marcha de las mujeres de los pueblos originarios para crear el Movimiento del Buen Vivir.

Ya con el reconocimiento de gran parte de los países del mundo, a un siglo, se ha recordado y puesto en la primera hoja de los diarios lo que comenzó en Turquía hace justo cien años: la destrucción de la vida y de la sociedad armenia. Pese al rechazo absurdo del gobierno actual de Turquía que con toda falta de coraje civil sigue desmintiendo los hechos a pesar de las miles de pruebas presentadas. Este proceder es una mezquindad nunca vista en la historia del mundo. Es que no reconoce el crimen porque tiene miedo de que luego venga el pago de reparaciones. Así de pequeño y egoísta es el proceder turco.

Son inmensas las pruebas. Ultimamente acaba de aparecer un film alemán que es indiscutible. Trae el testimonio de decenas de cartas documento de diplomáticos, militares y funcionarios alemanes que vivían en Turquía en 1915 y testimoniaron por escrito y con fotografías los horrores de la muerte armenia. A esas declaraciones leídas por actores y actrices, se suman también los documentos presentados por el entonces embajador norteamericano y profesores universitarios europeos que se encontraban en ese tiempo en Turquía.

Los cadáveres de los hombres colgados en horcas en las calles o muertos a palos, las mujeres y los niños muertos de hambre y sed por las carreteras donde eran obligados a marchar sin fin. Una de las peores circunstancias de la crueldad humana.

El Papa acaba de reconocer el genocidio armenio provocando una agresiva reacción del primer ministro turco Erdogan. La comunidad armenia en la Argentina agradeció al Papa su gesto y Eduardo Kozanlian, del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica, expresó que “las valientes declaraciones del papa Francisco reconociendo oficialmente el todavía impune genocidio turco contra el pueblo armenio rompe la muralla de silencio que el Estado turco edifica con bases falsas desde hace un siglo”.

Los turcos no encontraron otro argumento que sostener que el Papa es argentino y la Argentina protegió a los nazis en 1945. Lo dijo el ministro turco de Asuntos Europeos, Vulkan Bozkit, con un de-sacierto total. Para él, entonces, todos los argentinos somos nazis. Y el propio primer ministro turco Recep Erdogan, refiriéndose al papa Francisco, dijo: “Cuando los políticos y religiosos asumen el trabajo de historiadores no dicen verdades, sino estupideces”. Una forma de insultar para esconder verdades. Pero todas estas reacciones quedaron tapadas cuando dos días después de esos ataques desesperados contra la verdad, el Parlamento Europeo reconoció el genocidio cometido contra los armenios y lamentó los esfuerzos turcos por negar la verdad. Más todavía, el Parlamento mismo aplaudió de pie la resolución papal. Y el legislador alemán Elmar Brock expresó: “Turquía tiene la obligación moral de reconocer esos crímenes tal como hizo Alemania con los de los nazis. Mi propio pueblo cometió genocidio”. Finalmente, el primer ministro turco Erdogan dio un paso atrás y declaró ayer “su pesar por la muerte de armenios durante la guerra mundial de 1914-18”. La verdad finalmente se impone.

Los hechos de los crímenes contra los armenios tuvieron un final destacable: un joven armenio esperó en Berlín al responsable del genocidio armenio, el turco Talat Pasha, y le dio muerte en octubre de 1918. La Justicia alemana no condenó al joven armenio, tomando en cuenta que se trataba del político que había permitido el horrendo crimen del genocidio armenio.

Y ahora, la Argentina. Se está produciendo un hecho de gran simpatía histórica: la marcha de las mujeres de los pueblos originarios hacia el Congreso de la Nación. La primera vez que ocurre. Una marcha sin reproches, sin protestas, mirando al futuro. La marcha de las mujeres de los pueblos originarios por el Buen Vivir. Nada menos.

Pensar que fueron las mujeres de los pueblos originarios las que más sufrieron en nuestra historia. Bastaría publicar los partes militares de Roca, los avisos de Avellaneda, las crónicas de los diarios de la época de la Expedición al Desierto para comprobar la traición que cometieron los argentinos a los principios de Mayo y al Himno Nacional en su estrofa: “Ved en trono a la noble Igualdad, Libertad, Libertad, Libertad”. Voy a reproducir una crónica del diario El Nacional de la época para demostrarlo: “Llegan los indios prisioneros con sus familias. La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres indias sus hijos para en su presencia regalarlos a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano, unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre india aprieta contra el seno al hijo de sus entrañas. El padre indio se cruza por delante para defender a su familia de los avances de la civilización”.

Está todo dicho. Eso lo hicimos los argentinos. Y hoy, las descendientes de aquellas víctimas quieren iniciar un movimiento por el “buen vivir”. Increíble. Para aplaudirlas. El primer grupo fue mapuche y ahora pertenecen a diversas etnias. Se reunieron junto al monumento a Roca, el genocida, como para demostrar que ellas viven y tienen proyectos. Forman una organización femenina que quiere trabajar en todos los sectores y enseñarles sus sueños y sus costumbres.

La convocatoria es sabia y explícita: creación del Consejo de Mujeres Originarias por el Buen Vivir. Presentaron el proyecto ante el Congreso. Esperan la respuesta. Deseamos que sea aceptada y se cree una organización de solidaridad en la sociedad. Los pueblos originarios nos han dado una lección.

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