› Por Rodrigo Fresán
Desde Barcelona
UNO La última Nochevieja –antes de las campanadas y de las uvas– Rodríguez volvió a ver el tele-especial findeañero y satírico de José Mota. Este año la idea era muy buena: hacer comulgar la fantasmada política española con la fantasmagoría de El resplandor, de Stanley Kubrick & Stephen King. Así, ahora, el Hotel Overlook era el Palacio de la Moncloa donde un pobre cuidador, de aquí a un tiempo, era atormentado por las sombras pasadas de presidentes democráticos & co. Y en un momento del programa, un cadavérico barman Zapatero le advertía al incauto: “Ten cuidado: La Moncloa hace ver cosas que no son y no hace ver cosas que son... Yo, por ejemplo, no vi la crisis”. En otro tramo de otro sketch, Artur Mas protagonizaba Mad Mas: una especie de justiciero fuera de la ley lanzado a toda velocidad sobre un abismal desierto postapocalíptico. Más risas y en serio: Mas rompe todo y enumeró El País: “fragmentó la formación anticapitalista CUP, la unidad civil de la sociedad catalana, la cohesión del nacionalismo moderado, la continuidad de la federación CiU, la integridad de Unió, la identidad de su propio partido en un conglomerado de siglas etéreas... ¿Quién da más?” Respuesta: Mas da más; y poco cuesta pensar en que el Pentágono o La Fuerza ya lo estén considerando como arma de destrucción masiva para arrojarlo sobre el Estado Islámico y sobre la Primera Orden de Kylo Ren. Y, tal vez, sobre el cada vez más frágil matrimonio de Rodríguez (la esposa de Rodríguez considera al “político” como “con muy buena presencia”). “El motor de la ilusión es el viento de popa que nos lleva a Itaca”, recitaba Mas odiseico. Y, desde el puente de mando, orientaba que “Si un alemán mira al sur de Europa, lo que más se parece a Alemania en el sur de Europa es Cataluña” y “Cataluña sería el Massachusetts de unos Estados Unidos de Europa” y esas cosas. Ahora, Mas –después, según él, de meses en “la dimensión desconocida”– da “un paso al costado” que, se entiende y subraya, no es un paso atrás. Y no quiere cargos; pero queda “a disposición” y “quiere contribuir” y “seguiré estando”. Y propone/elige a sucesor a medida. Y –asegura él, pero...– pone/exige condiciones y hasta obliga “pedagógicamente” a una súbita e inesperadamente domesticada y alguna vez anticapitalista CUP a jamás votar en contra y a ceder a dos diputados y a hacer dimitir a otros y a pedir disculpas por haber sido tan feroz y exigente y condicionante y a no conceder ninguna entrevista a Sean Penn. Y Mas no se retira de la política, no. Y Mas (de lo mismo) hasta aventura un futuro retorno de “liberado” como candidato a president. Mas –siempre listo– inventa así la figura del mártir ejecutor.
Mientras tanto, Rajoy –descripto por los suyos como “un tío divertido y bailongo”– se desataba el pasado 31, con esa gracia corporal tan suya, en la disco-pista de un hotel gallego al ritmo de “Mi gran noche” de Raphael, dándose una tregua en eso de pedir una –con lo de Mas o Menos y la vuelta al primer plano del proceso independentista de 18 meses– cada vez más posible coalición de gobierno “de amplio espectro”, como antibiótico, para acabar con los virus del independentismo radical y todo eso. Y apareció de golpe en la noche del domingo para avisar que aquí no ha pasado ni pasará nada. El hombre –sin preocuparle que buena parte de sus “logros” se deban al descenso del precio del petróleo y a los tejes y manejes del Banco Central Europeo y al sistemático vaciado de la “hucha” del fondo de pensiones y a un aumento del empleo precario– ha creado un estilo que, como bien definió un tertuliano televisivo, consigue que “todos sus problemas acaben siendo los problemas de todos los demás y no los suyos”. Ahora es el momento de unirse. A él. Ahora, ahí está, esperando que lo proclamen los demás. Lo que no evita que los demás sigan ilusionados con la remake electoral general –que costaría unos 160 millones de euros no presupuestados para el 2016– pensando en que saldrán ganando mientras, como el PSOE, compiten y pierden contra sí mismos. Y ya se predice que habría menos votantes (según los expertos, “votar supone un esfuerzo intelectual y hasta físico muy grande, y los grandes esfuerzos fatigan al votante”), pero se repetirían resultados que impedirán formar gobierno. Sobre todo luego de comprobar que todos votan por algo en urnas y luego algunos acomodan el resultado en mausoleos. Mas dixit: “Hemos logrado lo que las urnas no nos dieron”. Días atrás, Rodríguez había visto en un noticiero a Pablo “Podemos” Iglesias y su pandi –quienes se han quedado sin el comodín del referéndum para Cataluña– entonando el “A galopar” de Rafael Alberti by Paco Ibáñez y emocionándose con ese “Hasta enterrarlos en el mar”. Rodríguez nunca entendió ese estribillo un poco banzai-kamikaze. Y ahora menos que nunca: porque de lo que se trata es de, por favor, alcanzar tierra firme o...
DOS ... al menos, un hotel sitiado por la nieve de un invierno de verdad y nada que ver con el de este año, aunque temblar se tiembla lo mismo más allá de la temperatura primaveral. Y allí va el pequeño y resplandeciente Danny Torrance pedaleando sobre alfombra hexagonal que desemboca en los ángulos de otra alfombra. La de la habitación roja donde bailotea un enano (y no Rajoy) en los sueños del agente Dale Cooper en Twin Peaks, listo para ser revisitado. Antes, más irrealidades, será el turno de la puesta al día de The X Files. Pero no hay apuro: porque casos inexplicables sobran en la España de hoy mismo. Aquello que en ficción se conoce como “suspensión de incredulidad” se ha hecho realidad por estos lares. Y así el suegro de un preso de corrupción del Partido Popular, luego de que en un registro le encuentran un maletín con 900.000 euros en el altillo, justifica el hallazgo con un se lo deben haber dejado los que vinieron de IKEA a armar unos muebles o el fontanero que estuvo revisando unas cañerías. Y tan tranquilo, sabiendo que ya no hay límites ni pudores. Súmese la voz del arzobispo de Toledo predicando que las mujeres tal vez mueren a manos de sus maridos por negarse a “obedecer sus imposiciones” y “dejémonos ya de zarandajas que la ideología de género enturbia: el problema serio radica en que esas parejas no ha habido verdadero matrimonio sino que casi lo único que las une es lo físico, lo genital, y poco más”. Y empieza el macro-juicio a la cada vez más espectral Infanta (y su algo más) mientras Felipe VI volvió a no decir nada y eludir todo en su discurso de la Pascua Militar. Y se alzaron gritos de ira desde el Partido Popular por la cabalgata “comunista” de los Reyes Magos por las calles de Madrid (ahora sin animales, con Reinas Magas y sin zona VIP para los hijos pijos de funcionarios & Co., pero con trajes como “cortinas de ducha”) cortesía de los “caprichos sectarios” de la nueva alcaldesa. Y, ah, Zidane es ahora DT del paranoide y alucinatorio Real Madrid, el equipo de Rajoy: ese hombre sólo locuaz en cuestiones futboleras y proclamador en campaña de ese “los españoles son muy españoles y mucho español” y “España es un gran país y tiene españoles”. Y por sus pasillos embrujados pedalea y pedalea Rodríguez.
Y, a izquierda y derecha, hay tantas puertas irreales.
TRES Y, tras ellas, tantos monstruos reales.
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