› Por Rodrigo Fresán
UNO La cosa fue más o menos así: una actriz de nombre Ursula Corberó –surgida añitos atrás a la famita en Física o Química, una de esas series/estudiantina de t.v.– reveló en entrevista que el elenco se llevaba tan bien que “nos alquilábamos una casa en Segovia y follábamos todos con todos y nadie se enfadaba… Había mucha empatía. Diez jóvenes guapos, con trabajo, dinero y fama. Fue una eclosión hormonal. Mi único periodo de no pensar, de disfrute puro. Mi mejor época, las más tierna y amistosa”. Enseguida, un compañero de reparto, un tal Javier Calvo (quien en el nostálgico relato de Corberó abría la puerta del picadero sexual vestido de botones y “nos escribía historias de miedo”) tuiteó: “Tenía que salir antes o después. Todo cierto. Úrsula, te amo”. Y Corberó, ya lanzada y sin red, añadía que “Un hombre a los 50 está en el momento perfecto para follárselo, se le considera sexy aunque esté calvo o con canas”. Pero, enseguida, otras actrices del programa tuitearon que ellas nada que ver/hacer con todo lo que evocaba Úrsula y que “No metáis a todos en el mismo saco” (lo que suelen decir en el Partido Popular con cada nuevo caso de corrupción o de conspiración que asoma su cabeza y abre las piernas). Y, claro, la cosa comenzó a ablandarse. Y pronto Calvo matizó: “Chiquis: no hubo orgías en FoQ. Hubo adolescentes y muchos líos. Mucho amor. ¡Todos con todos pero no a la vez!”. Y la propia Corberó –en frases que a Rodríguez le parecieron como de una Molly Bloom lobotomizada– se corrigió con un “Me gustaría aclararlo porque parece que está causando problemas a nivel interno del elenco, solo decir que esas palabras han sido totalmente malinterpretadas, ayer por la mañana había unas declaraciones y por la noche ya había unas palabras que nunca habían salido de mi boca y nunca saldrán porque no son ciertas, yo guardo un recuerdo increíble de la serie, fue una de las etapas más felices de mi vida y me sabe fatal que se haya malinterpretado esto así, porque no hubo nunca orgías y Javier Calvo nunca estuvo vestido de botones. Vamos a reírnos un poco de todo esto, vamos a reírnos un poco de la vida”. Y entonces Úrsula y Javier dijeron las palabras mágicas que no son ni Ábrete Sésamo ni Abracadabra ni Presto, pero que funcionan más y mejor a la hora de desaparecer dichos y hechos.
Ambos chiquis dijeron: “Todo se citó fuera de contexto”.
DOS Ahora, de nuevo, después de tantos días de supuesta empatía y eclosión hormonal, Rodríguez se despierta con resaca para descubrir que no sólo no se folló a nadie sino que –tiernos y amistosos– se lo follaron todos a él. A veces pasa. Casi siempre. De nuevo. Apenas seis meses después. Sobre todo cuando, otra vez, superada la noche de elecciones, resultará que todo lo que afirmaban y negaban esos candidatos se prometía y comprometía dentro del contexto de la campaña (o, en otras palabras, fuera del contexto de la realidad) y que pronto vendrán los afirmativos pretextos para los nuevos ajustes y recortes que se negaban hasta la noche febril del sábado. Ahora, de nuevo, hay que volver a contextualizar todo. Y ponerse a ver cómo se alcanza mayoría para poder formar gobierno y el Rey (más y más apreciado por una ciudadanía que considera menos y menos apreciable a la clase política) y los pactos y las consultas y las sesiones de investidura y las declaraciones del tipo “fuera de todo lo que se ha venido diciendo hasta hoy, lo que se impone a partir de mañana es buscar un contexto donde los españoles se sientan representados y tranquilos y…”
TRES Pero va a ser más fácil encontrar a Dory. Y –mientras las hinchadas se muelen a palos en la Eurocopa– España, donde hay más muertes que nacimientos, tiene cada vez menos peso en el contexto de la agonizante Europa, continente sin contenido. Una Europa cada vez más liviana y frágil que ahora se enfrenta a un U.K. K.O. E.U. (¿cómo no se relanzó el “Hello Goodbye” de The Beatles como tema oficial de la consulta por el Brexit/Bremain?, piensa Rodríguez). La fiesta se acabó entre las hogueras de la noche de San Juan, bajando la cuesta. Ahora, muchos de los ingleses que votaron por irse se dicen “arrepentidos” y se lamentan por no haber sabido ver el contexto de su decisión, por haberse creído ofertas imposibles, y piden repetir y reconsiderar. Aquí, en cambio, nadie se disculpa porque nadie siente culpa. El ascendente Partido Popular –que ha sacado más votos venciendo, como gusta decir Rajoy con cierto aire infantil, a “los malos”– es el que, en sus filas, contaba con “los buenos” que frente a las cámaras incurrían en exitosos fallidos del tipo: “Puedo haber metido la mano, lo he dicho mil veces, pero nunca la pata... Perdón.. ¡Lo he dicho al revés, aaargh!”.
Y aún así todo vale. Nada importa. No Context.
CUATRO El arte más o menos fino de la llamada “contextomy” –término acuñado por el periodista Julius Meyer para denunciar argumentos antisemitas en la publicación Der Stürmer, en la Alemania de Weimar– suele hacer estragos en debates parlamentarios, tertulias televisivas, en publicidades que supuestamente invocan datos certificados, en polémicas de tipo evolutivo-religioso, en los siempre mutables comunicados de la Organización Mundial de la Salud donde un día se sataniza al café (o al huevo o a la sal o al agua) para beatificarlo al año siguiente, en frases cortadas y rearmadas hasta cambiar por completo su intención original en pósters de películas y en fajas de libros. Y, por supuesto, en todas esas encuestas y sondeos para el domingo pasado que demuestran no haber sabido interpretar debidamente el contexto y errado en buena parte de sus predicciones.
Así, el Brexit parece haber asustado a los votantes (al menos quitó minuto en los noticiarios a toda esta bandada de políticos españoles pavoneándose y comiendo paella o bailando o comentando la Eurocopa); tronó Unidos Podemos y no pudo jugar a sus juegos de tronos; se salvó del sorpasso el soldado Sánchez del PSOE (pero el partido tuvo los peores resultados de su historia y se quedó en la playa el hasta ahora invencible bastión socialista andaluz); y Ciudadanos perdió el trineo. Y el pausado Rajoy –machacando con lo del voto útil y fortalecido por un debilitado centro-izquierda– ha probado tener las cualidades de un X-Men invulnerable cuyo nombre es Marcha Rápida (su deporte preferido luego del ver fútbol por la tele), aunque con el poder de inmovilizarlo todo. Y –se entera Rodríguez– Úrsula Corberó folla ahora con su actual compañero de elenco: el con dinero y fama y guapo joven hijo del cincuentón sexy Ricardo Darín.
Pero no hay empatía y –viva el bipartidismo revivido– nadie quiere follar con nadie, nada de todos con todos. Pero para quien termine teniéndola más grande y mejor lubricada, por favor, pocos preliminares y que acaben precozmente: La Moncloa no es una casa en Segovia donde se encuentran lo chiquis para pasarlo a lo grande.
Eso sí: historias de miedo son lo que sobra en Europa cuando bajan los derechos y suben las Derechas.
Vamos a reírnos porque si no lloramos.
Aaargh.
CINCO “La mediocridad depende del contexto”, escribió David Foster Wallace en La broma infinita, novela de la que mucha gente oyó hablar pero que muy pocos leyeron. No importa: de un tiempo a esta parte lo que se estila es leer sobre aquello que no se va a leer. El contexto por encima del texto.
Y listo.
Y –para que todo siga igual a peor– cambio.
Y fuera.
De contexto.
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