› Por Carlos Cruz *
Junio de 1980. El ministro de economía José Martínez de Hoz se acomoda en su sillón contemplando, a través de los ventanales del edifico Cavanagh, la silueta isabelina de la Torre de los ingleses. Así, pasan por su cabeza los resultados de las políticas neoliberales que han permitido agudizar el proceso de concentración económica en beneficio de empresas multinacionales y duplicar la deuda externa del país. Proceso este que va acompañado, una vez más, por el crecimiento del 20 por ciento en las importaciones, la evasión de divisas hacia las casas matrices corporativas y los paraísos fiscales, el aumento de la desocupación y una reducción del presupuesto universitario.
26 de junio de 1980. En la mañana de ese día, atravesada por los fríos vientos invernales, el espíritu bárbaro que dispuso prohibir libros (Decreto S268/77) a la vez que guiaba la mano que secuestró al gerente de producción de Eudeba; Carlos Alberto Pérez y saqueaba los depósitos de esa editorial universitaria (26-2-1977), también resolvió, a través de los lacayos judiciales, que se llevara a cabo, en un terreno baldío de la localidad de Sarandí, la quema de un millón y medio de publicaciones del Centro Editor de América Latina, fruto invalorable de los desvelos y tesón de Boris Spivacov y su equipo.
Ese escenario suburbano, de las calles Ferré y Agüero, da entonces un marco trágico a la pira de cultura mancillada, que arde ante la mirada displicente de los verdugos, las lágrimas de los colaboradores del CEAL y los gritos de los obreros de las fábricas circundantes que expresaban su bronca y estupor al grito de: “están quemando libros”.
Algunas de esas obras sobrevivieron –silenciosamente– guardadas con celo en bibliotecas personales o en el recuerdo de sus lectores; otras, años después, fueron reapareciendo en las librerías o en nuevas ediciones. Sin embargo, muchas de ellas, quizás las más comprometidas en su denuncia respecto del sistema de dominio económico-social, lamentablemente, no volvieron a reeditarse.
Las fuerzas demoníacas que inspiraron las hogueras nazis de 1933 en la Bebelplatz –corporizadas en la frase de Johst, repetida por Baldur Von Schirach; “cuando escucho la palabra cultura saco mi revólver”– se reencarnan así en el rito siniestro de destrucción de libros que hablan como hombres comprometidos con tender puentes testimoniales, humanistas y libertarios, hacia sus lectores contemporáneos y futuros.
Esas mismas fuerzas también se expresan hoy en los intentos de censura sobre los registros de textos del portal de noticias de Infojus, en la reducción de contenidos del canal Encuentro y en la quita de aportes a las Bibliotecas Populares, condenadas a su cierre.
De esta manera, el control social promovido por el poder real se expresa en sus dos planos sustanciales: por un lado; en el ejercicio salvaje del poder punitivo, traducido en secuestros, asesinatos y detenciones de hombres y mujeres comprometidos con sus pueblos y, por el otro, en la práctica sistemática de suprimir el pensamiento crítico expresado en ese otro cuerpo: los libros, al tiempo que se incita y financia a la intelectualidad orgánica defensora indolente de sus intereses.
En este contexto de rescate de memoria resulta ilustrativo recordar el relato de Cortázar donde narra un diálogo ficcional mantenido con Fantomas, luego de que este superhéroe de historietas mexicanas –de origen parisino– le informara a los escritores que, en su empeño por defender la cultura, había podido destruir al monstruo que se dedicaba a quemar bibliotecas. Luego de escucharlo, Octavio Paz y el autor de Rayuela, meditan y le expresan: que no hay un solo monstruo, al tiempo que le detallan todo lo que también se está haciendo para destruir la producción cultural y el valor de la palabra. Ante esta descripción esclarecedora, Fantomas, entre avergonzado, conmovido y consciente del origen e implicancias de lo que acaba de escuchar, les manifiesta a sus interlocutores que desde ese momento dedicaría sus mejores esfuerzos a luchar contra el poder de las corporaciones multinacionales.
* Profesor consulto, UBA. Presidente de Eudeba, 1993/1997.
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