Mar 27.01.2004

CONTRATAPA  › A 10 AÑOS DE LA INSURRECCION DE CHIAPAS

¿Tiene futuro el zapatismo?

Por Yvon Le Bot*

¿Por qué la insurrección zapatista tuvo tal repercusión? A la distancia aparece como uno de los episodios más significativos del período que va de la caída del Muro de Berlín a la de las Torres Gemelas de Nueva York. No porque marque a la Historia con una mayúscula, sino porque la sustituye con historias particulares, le opone diversidad de experiencias, de identidades y de proyectos. Ahí radica el alcance histórico del movimiento. Más allá de las categorías abstractas o anquilosadas (revolución, clase, poder, ciudadanos, derechos humanos), hace emerger sujetos individuales y colectivos que se entremezclan, entran en resonancia y construyen redes, dando contenido concreto a la comunidad humana.
En los años 90, las ideologías del sentido de la historia se habían desvanecido, dando lugar a la gran ilusión de una globalización feliz, de un reino definitivo del mercado y la democracia. En ese contexto, la mayoría de los observadores veía en la revuelta zapatista contra el neoliberalismo una manifestación residual de antiguas guerrillas y viejas ideologías. Por el contrario, la revuelta buscó librarse de eso y hacer escuchar la voz de esos indígenas que la historia y quienes se presentan como sus agentes –los estados, las iglesias, los partidos, los movimientos revolucionarios– han aplastado, marginado o instrumentado. “¿De qué nos van a perdonar?” Las víctimas niegan la victimización y la culpabilización, dan vuelta al estigma y hacen de la diferencia cultural un principio de estima y de afirmación de sí. Iguales y diferentes, iguales porque diferentes, dicen los zapatistas.
La invención de un lenguaje nuevo, a menudo teñido de humor, a veces poético; la valorización de la cultura y de su autonomía, un agudo sentido de la puesta en escena, el acento sobre el descubrimiento del otro y la producción de uno mismo, la reflexividad... Todos estos rasgos, que hacen del zapatismo un movimiento cultural tanto o más que un movimiento social y político, le han asegurado amplia resonancia entre los sectores refractarios a las categorías y a los cuadros clásicos de la acción política o sindical, entre aquellos preocupados por afirmar su subjetividad, en los medios de la cultura, entre las mujeres, los jóvenes. En México, pero también en el “Primer Mundo”, particularmente en Europa.
En un mundo dominado por la ley del mercado, pero donde otras fuerzas, basadas en la identidad y antidemocráticas, estaban en marcha y preparaban el retorno de lo trágico, el movimiento zapatista se presentó como una tentativa –ni la única ni la primera, pero sí una de las más brillantes– de oponerse a la todopoderosa fuerza del liberalismo económico y de combinar identidades culturales y democracia.
¿Dónde está ese movimiento hoy día? La marcha hacia la ciudad de México en 2001 marcó su apogeo. La ley indígena paternalista, adoptada por las autoridades y rechazada por los interesados, paralizó la dinámica existente y los zapatistas se encontraron nuevamente confinados a Chiapas. Al sacudir la escena internacional, los atentados del 11 de septiembre terminaron de dejarlos fuera de juego. Seis años atrás, con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, México había buscado meterse en el patio del Primer Mundo; el levantamiento zapatista contra este acuerdo y contra la globalización liberal había puesto a Chiapas en el centro del tablero mexicano. El país, y particularmente Chiapas, se habían proyectado así en la escena mundial. Fueron devueltos al patio trasero y a los márgenes.
En enero de 2001, en la víspera de la marcha hacia México, advertía contra el peligro de las resistencias fundamentalistas a la globalización, fueran religiosas, étnicas o nacionalistas. El cambio de rumbo mundial que se aceleró de manera espectacular el 11 de septiembre del mismo añoconfirmó sus temores. Las posiciones y los ejes de los conflictos se desplazaron. La “cuarta guerra mundial” que opone a la hiperpotencia estadounidense con el terrorismo islamita no se confunde con la guerra del neoliberalismo contra la humanidad de la cual Marcos hablaba años antes.
El terrorismo, como la guerra, aplasta a la sociedad civil, destruye a los sujetos, los convierte en víctimas o victimarios, o ambos a la vez. El retorno de la Historia se acompaña del retorno de antiguos esquemas (imperialismo, antiimperialismo), pero sobre todo del ascenso de fundamentalismos que no dejan casi espacio, tampoco ellos, a la diversidad y a la subjetivación. En esta atmósfera hostil a su inspiración, el movimiento zapatista conoció daños, frustraciones y vacilaciones. Pero, lejos de dejarse llevar por la lógica de la guerra, reafirmó su carácter de “rebelión civil y pacífica”. Estos últimos meses manifestó su voluntad de no limitarse únicamente a la resistencia, y de consolidar y extender su proyecto de democracia local.
Recomponer el tejido local, inscribirse en el largo plazo. El zapatismo, al que a menudo se ha dado por muerto da pruebas de una sorprendente capacidad de permanencia. En estos tiempos marcados por las polarizaciones, las regresiones y las crispaciones, ¿sabrá reanudar la marcha con la imaginación y la creatividad que han hecho de él un referente?

* Sociólogo. Autor, con el Subcomandante Marcos, de El sueño zapatista (México, 1997).

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