Mar 25.10.2016

CONTRATAPA

Homo Socialista

› Por Rodrigo Fresán

Desde Barcelona

UNO Iniciales finales que a Rodríguez no le cuesta nada decodificar: S.O.S, K.O. I.N.R.I…. Rodríguez añade a ellas PSOE y, sí, en este caso hay que esforzarse un poco para recordar que significan o –mejor/peor dicho– qué significaban. A ver, todos juntos, ¿cómo era?, ah, sí: Partido Socialista Obrero Español. En cualquier caso, de un tiempo a esta parte, para Rodríguez el PSOE (ya ha sido dicho aquí) es más bien Psé. Y le cuesta entenderlo un poco, bastante. Lo de Socialista y Obrero le hace ruidito, lo de Español es un inevitable de esos que llega a la medianoche y con las luces apagadas y se tropiece con todos los muebles. Lo de Partido, en cambio, es de una claridad encandiladora: pero partido por quebrado, por divido, por roto, por fisurado.

DOS Y no: no es fácil ser socialista de un tiempo a esta parte. Rodríguez de tanto en tanto recibe la visita de fantasmas de pasadas navidades. Días de vino y rosa que ya se fueron, se marchitaron y ahora son pura espina clavada. Tiempos de rebeldía y de concordia en los que el PSOE era un faro para el Occidente en idioma español. Felipe González era Felipillo (cerebral sex-symbol adorado por las retornantes democracias latinoamericanas soñando con que ahora les tocaría su Transición y su Movida y su golpe a golpe, verso a verso) y muy lejos estaba del actual “sabio de consejo”, asesor de magnates, inoportuno opinador, y cada vez más parecido al crepuscular Charles Foster Kane destrozando la habitación de su propio mito. Ahora, en su lugar, brotando también desde ese Sur, Susana Díaz sonríe esa sonrisa que a Rodríguez le da más miedo que la de uno de esos payasos terroríficos tan de moda proponiéndose como la costurerita milagrosa; repitiendo una y otra vez que hay que coser y coser y coser pero, de paso, bordando sus iniciales en la mantelería. Por el camino han quedado el talante de José Luis Rodríguez Zapatero (ahora reconvertido en mediador internacional de fraseo lento y con sus manitos siempre sobre la panza con aire de fraile) y la promesa nunca del todo cumplida de Alfredo Rubalcaba (que a Rodríguez le caía tan bien cuando era como el consigliere Tom Hagen en El Padrino pero que acabó siendo como un siempre frustrado Richelieu en Los tres mosqueteros). Y –last but not least– el maniquí descabezado por los suyos Pedro “No Vale Pero Nos Vale” Sánchez en golpe interno pero a la vista de todos. Rodríguez no soportaba su aire de guapito vendedor de sastrería, su repetición de frases que él creía ingeniosas pero no lo eran, y su torpeza negociadora. Pero, en perspectiva, hay que reconocerle a Sánchez que defendió hasta el fin su “no es no” a Rajoy. Esa doble negativa tal vez con un poco de berrinche infantil pero que, finalmente, defendía una postura de oposición natural y lógica. Ahora ese “no es no” ha mutado a “psé es psé”.

Y todos, ahí arriba, no felices pero sí más tranquilos, parece.

TRES Y todo se redujo al hamletiano dilema de investir o no investir. La cosa estaba en –asumido el choque con el iceberg y la gravedad de la brecha por la que se hace agua– si ser como el capitán que se hunde con su navío (y se va a unas terceras elecciones donde se sacarán aún menos votos) o si ser como aquel pasajero de luxe que se vistió de mujer para acceder a un puesto en los botes insuficientes (y se flota a la deriva y a la espera de que algo te rescate). El problema es que el PSOE siempre seguirá siendo el Titanic. Abajo, en tercera clase, la militancia y las bases y los leonardos exigen no claudicar ni transar: mejor morir de rodillas que sobrevivir arrastrándose, gritan. Y, así, aquellas escenas en la puerta de la casa central de Madrid con votantes queriendo vengar la sangre derramada de Sánchez. Así González (quien desde Chile dio telefónicamente el disparo de largada a quemarropa quejándose con un “me siento engañado”) abucheado en una universidad. Así las llovidas convocatorias del pasado fin de semana para evitar lo inevitable en un comité “histórico, rápido y limpio”: el PSOE absteniéndose (¿todos juntos, algunos, obligados, dispuestos, importa?) para encumbrar en minoría al PP porque España necesita tener gobierno y para que haya cambio después tiene que haber desbloqueo primero y todo eso. Han sido días largos de gestora, de reuniones, de comités federales, de pedidos de congresos y primarias, de contamos con ustedes y de no cuenten conmigo. Todo con esa especie de inercia dramática de novelas urbano-entrópicas de J. G. Ballard. Sí, Rodríguez se los imagina a todos ahí dentro, encerrados en ese edificio de la calle Ferraz, enloqueciendo, mientras en el otro edificio de la calle Génova, Rajoy & Co. esperan que los llamen y comience “la hora de la generosidad”. Así lo sintetizó Manuel Jabois en El País con algo que suena a cruza de Lewis Carroll con Catch-22: “El Partido Socialista otorga autoridad y criterio al votante que ha dado una mayoría simple al Partido Popular. A cambio, el Partido Socialista niega autoridad y criterio a un votante más específico, el suyo propio. De esta forma el votante del PP tiene derecho a que su partido gobierne, pero el votante del PSOE no tiene derecho a impedir que el PP lo haga, aunque pueda hacerlo”.

Y, ah, ahora es tan difícil ser de Izquierdas, piensa Rodríguez. La Derecha, en cambio, no tiene ningún problema. Ya se sabe de dónde viene, a qué va, y qué quiere. Y de ahí que la multiplicación como de panes y de peces de escándalos de corrupción y sistemático saqueo del país en las filas del Partido Popular apenas hagan mella en su prestigio y fortaleza. Cada vez los votan más. ¿Por qué? Porque hacen muy bien lo suyo. Y lo muy bueno suyo, en más de una ocasión, es muy malo.

CUATRO Y, sí, está claro que el PSOE ya no es lo que era porque no ocupa el lugar que ocupaba. Sitio que ahora le va ganando a dentelladas y zarpazos Podemos, con esa ingenuidad tanto más atractiva para la juventud y con una ventaja insuperable: aún no han llegado a lo más alto y no han robado por lo bajo. Así, las pequeñas manchitas de financiaciones bolivarianas-musulmanas, algún desprolijidad con Hacienda, poquita cosa. Y, contra eso, apasionadas discusiones de estudiantina, batallitas interinas dialéctico-estéticas en cuanto a si es mejor el puño en alto o hacer la v con los dedos o la trinchera en la calle antes que el atril del Congreso, el reflote e importación de amorosas silly protest songs sudacas, mucho tweet-slogan, alusiones a Evita y al Che y a Juego de tronos, y las chicas dirigentes y los chicos dirigidores tanto más posterizables que los modelos hinchados de los dos grandes partidos a los que en realidad lo único que les importa es mantener la ecuación alternante y el hoy por ti mañana por mí.

Ergo: ha nacido el PPSOE.

Lo que vendrá, se supone, será tremendo: el PP en el gobierno cortesía del PSOE quien –en una legislatura que se anticipa breve y borrascosa– tendrá que votar en contra de todo lo que proponga Rajoy (a quien no se intuye muy capaz si no está apoltronado en la mayoría absoluta) para intentar recuperar el tipo ante los suyos. Pero haga lo que haga el PSOE, el daño está hecho y lo deshecho, deshecho está. Y lo que se pierde no se encuentra y qué sentido tiene recoger lo que se ha dejado caer.

En realidad nada es importante salvo los cyberataques, y todo lo demás está así desde hace rato largo; pero, puesto a elegir, Rodríguez hubiese preferido tener que aceptarlo de otro modo.

R.I.P.

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