Vivimos una coyuntura de enorme responsabilidad política. A diferencia de etapas históricas en las cuales se impone un discurso único, la sociedad se encuentra movilizada y el debate político está abierto. Si bien se trata de un contexto defensivo para los trabajadores, las clases medias y los sectores más humildes, todavía no se produjo un triunfo cultural definitivo del proyecto neoliberal.
Eso dependerá en parte de las acciones políticas de la oposición. En ese sentido es una buena noticia que la idea de conformar un Frente para enfrentar las políticas del gobierno se vaya multiplicando en discursos de dirigentes de distintos espacios. Es que para 2017 los especialistas de la comunicación de Cambiemos ya están armando una estruendosa estrategia plebiscitaria. Y si su capacidad política se subestima (como ya sucedió) pueden volver a ganar, con lo cual las consecuencias serán mucho peores para las grandes mayorías que lo que se ha visto en 2016. Un macrismo fortalecido por las urnas haría retroceder a las movilizaciones callejeras y a la multiplicidad de voces.
Por eso, el debate sobre la estrategia opositora tiene una dimensión dramática. La idea de un amplio frente de la oposición o de la construcción de una nueva mayoría parece a simple vista generar bastante consenso. Sin embargo, actualmente hay tres interpretaciones muy distintas de ese Frente. Y conviene explicitarlas.
Hay una primera concepción que busca unir a toda la oposición para derrotar en las urnas al gobierno. Y sólo después preguntarse para qué se buscaba ese triunfo. En su versión más ingenua esta versión parte de la presunción de que quienes no integran el oficialismo están en contra del proyecto de país que busca imponerse en la Argentina. En esta idea más urgida por volver al poder que por transformar la realidad, las alusiones al proyecto del país son meros saludos a la bandera. Si se despolitiza de esa manera el debate, lo más probable es que los ansiosos por retornar terminen como furgón de variantes neoliberales que existen hoy en la oposición. (Hasta el extremo que no falta quien cree que un embajador en Estados Unidos puede ser parte de la oposición). Esta primera variante es instrumental: unir es un medio para ganar una elección y ganar una elección es un medio para ocupar posiciones de poder.
Una segunda concepción suscribe las ideas de frente con la condición de que antes se defina la conducción estratégica, lo cual obviamente implica ciertas prerrogativas para las eventuales candidaturas. O dicho de otra manera, sólo se concibe un frente que esté hegemonizado por una de las corrientes políticas. Si no se acepta esa preeminencia, se descarta la idea de frente. Esta variante se expresa en distintos dirigentes que aluden al frente, pero que parecen decir a “la nueva mayoría la conducimos nosotros”. La paradoja aquí es que por ese camino la “nueva mayoría” no puede ser más que una minoría relevante. En ese sentido, la diversidad del Frente no es constitutiva del mismo, sino que es una diversidad conducida y con una única orientación. La imposibilidad de que esta estrategia se concrete radica en que buena parte de esa “heterogeneidad” no acepta que se defina a priori una conducción. Si esta concepción se expande puede ser causa de divisiones irreparables y, por lo tanto, ser funcional a los intereses del gobierno. La pregunta es si la idea de Frente va a anteceder a las candidaturas, o si los nombres van a anteceder a la idea de Frente.
Ahora bien, la tercera variante comienza con una pregunta: ¿un Frente para qué? Hay sólo una salida de este laberinto: colocar en primer lugar el proyecto de país. Si se rechaza no sólo al gobierno actual, sino a todas las variantes de neoliberalismo, ahí se da un paso clave. Es necesario politizar el debate, politizar la idea de frente, de nueva mayoría. Debatir el proyecto de país y la necesidad de avanzar en la ampliación de derechos. Y los dilemas y las paradojas que genera en el mundo actual y en el capitalismo financiero un proyecto de ampliación de derechos. Construir el programa es asumir que no habrá una nueva mayoría si no se definen claramente los objetivos y las estrategias de desarrollo. Sin programa eso podría ser sólo el prólogo de una nueva frustración.
Por eso, es necesario politizar la conversación. Ninguna variante del neoliberalismo podrá abordar los crecientes problemas sociales. Ninguna persona podrá resolver estos desafíos. Ninguna fuerza o identidad será suficiente para construir por sí sola una nueva mayoría. La tarea es articular todas las diversidades posibles en base a un núcleo de definiciones políticas: mayor igualdad, mayor justicia, más derechos, más democracia y, siempre, todos los argentinos “adentro”, sin procesos de exclusión. Para la cuestión de las candidaturas existen las PASO. Sólo una clara orientación política y estratégica permitirá construir una mayoría para derrotar en la urnas a los proyectos hoy hegemónicos. Eso implica poner en primer lugar los intereses del país, porque si este proyecto neoliberal se perpetúa las consecuencias serán devastadoras. Sólo una articulación de diversidad sin mezquindades ni soberbias podrá impulsar a la Argentina en la dirección de la inclusión y la mayor igualdad.
* Antropólogo social.