CONTRATAPA
Carta abierta a Mariano Grondona
› Por Miguel Bonasso
Como usted sabe, la semana pasada recibí una llamada de su productora Miriam Pasarello invitándome a participar en un debate sobre Montoneros en “Hora Clave”. Como tampoco ignora, me negué cortésmente a participar por la misma razón que he rechazado parecidas invitaciones: es un tema crucial en mi existencia y lo suficientemente complejo en la historia nacional como para recortarlo en un corto trámite televisivo. Prefiero escribir sobre la historia de Montoneros, como ya lo hice y pienso seguir haciéndolo. Miriam pareció entender mis razones y quedó en transmitírselas.
El domingo 24 de marzo, en Plaza de Mayo, me abordó un colega que estaba cubriendo la concentración para su programa y me pidió una declaración. Se la di con la condición expresa de que no se mezclara para nada con cualquier discusión sobre Montoneros. El movilero me aseguró que no y salí entonces al aire, comentando mis impresiones acerca de la extraordinaria movilización popular que estaba presenciando.
Cuál no sería mi sorpresa cuando, poco después, recibí el llamado de un amigo informándome que había salido al aire con el siguiente cartel: Miguel Bonasso -Ex montonero. Periodista.
Me comuniqué entonces con la productora Pasarello, quien al parecer ignoraba que había salido al aire con esa leyenda, se disculpó, sugirió que podía ser el error de un técnico y me aseguró que usted o alguien de la producción me llamaría para ofrecerme las correspondientes explicaciones. Pasó el lunes, pasó el martes, pasó el miércoles y las explicaciones no llegaron. Y no podían llegar por una sencilla razón: hubo una decisión editorial de etiquetarme para acotar mis opiniones, para precalificarlas. O descalificarlas con un guiño malicioso dirigido a ciertas buenas conciencias: “ojo que este Bonasso antes que periodista objetivo es un tirabombas”. Algo parecido a lo que hacen los coprofágicos web sites de los servicios. A los que nunca podría contestar por obvias razones de higiene.
Sin duda decir que fui montonero dista de dar una primicia: yo mismo, en todos mis libros y no pocos de mis artículos –en este y otros medios– lo he recordado hasta el hartazgo, por razones tanto éticas como estéticas: me parece feo pasarse una goma de borrar como han hecho algunos ex compañeros convenientemente reciclados.
Pero también es rigurosamente cierto que desde mi ruptura con Montoneros, hace ya casi un cuarto de siglo, hice muchas otras cosas, fui muchas otras cosas. Entre otras autor de varios libros afortunadamente leídos y premiados. Con los que creo haber aportado a la crítica de la Argentina impune, en beneficio de la Argentina democrática y justa que reclama hoy la sociedad en estado de asamblea.
Así pues, colocarme el cartelito de “ex montonero” como si hubiera estado en la clandestinidd hasta hace quince minutos, sólo puede responder a lo que un calificado colega de los medios electrónicos me decía esta mañana: “No te equivoques con que es un ‘error’ de los muchachos del videograf: es mala leche, Miguel. Es pura mala leche”.
Tan mala leche, como si yo tuviera un programa de TV, doctor Grondona, y lo invitara a usted para colocarle (mientras está desprevenido) un cartelito que dijera: “Mariano Grondona. Ex golpista. Periodista”. Cuando usted, como sabemos, abjuró tantas veces de sus añejos vínculos con el poder militar, y se autocriticó de varios “errores históricos” como haber dirigido la revista Visión cuando era propiedad del dictador Anastasio Somoza o haber elogiado al “Brujo” José López Rega, cuando era “el hombre fuerte” del gobierno de María Estela Martínez de Perón y sus escuadrones de la muerte metían bombas en varias casas, entre ellas la mía.
En los últimos cinco años estuve varias veces en su programa, e incluso lo invité a participar en la presentación de mi libro El presidente que no fue. Y lo hice –a despecho de muchas críticas– por creer en la sinceridad de su autocrítica y acreditar, subsecuentemente, que usted pertenecía a una derecha civilizada, con la que era posible (y necesario) debatir en torno al futuro de la democracia argentina.
Hoy, ante esta actitud macartista de su parte, conjeturo que pude haberme equivocado. Que cuando la derecha vernácula se asusta, regresa a la inquietante costumbre de “fichar” a los “subversivos”.
Un ejercicio, además de anacrónico, inútil. Como lo probaría un hipotético debate entre usted y yo, de a pie, sin cámaras, frente a la Asamblea Interbarrial de Parque Centenario. En la que no tardaríamos en advertir a quién condena más el pasado.