Vie 29.03.2002

CONTRATAPA

La Curación

Por Eduardo Pavlovsky

Ultimamente duermo mal. Quiero decir: dormimos mal. Susy también padece de insomnio. Algunos me han dicho que después de los 65 años se duerme poco. Puede ser. Pero no me resigno. El social histórico tampoco ayuda mucho. Uno vive aterrorizado. La noche de reposo se convierte en una especie de tren fantasma. Y sin signos de mejoría. Mi psiquiatra para mis crisis agudas, el Dr. Lipovetsky, nos ha medicado con Prinox - Alplax - Valium - Rivotryl - Somit - Dormicum e Hipnoden. Nada surte efecto. A las dos de la mañana comienza el suplicio. La doble medicación tampoco surte efecto. Siempre pensamos con Susy que haber abandonado el Lexotanil (la rosadita) por decadente, frente a las nuevas drogas, fue un error tremendo. El Lexotanil fue fiel a nosotros veinte años. Una droga agradecida. ¡Nos hicimos los postmodernos y la dejamos! –grave error–.
Hace quince días observé una noche que Susy descansaba plácidamente. A las tres de la mañana la desperté bruscamente: “Estás tomando algo nuevo y no lo querés compartir”. “La radio”, me dijo. “Poné la radio.”
Me explicó que descubrió que poniéndose una radio portátil a 30 cm (sin auriculares) y enchufando ciertas audiciones nocturnas ella se dormía –“no hay que intentar entender las palabras. El murmullo es el factor sedante”– fueron sus instrucciones. Compartimos la radio. Me di cuenta de que mis problemas hipoacúsicos me hacían buscar posiciones físicas cada vez más contracturantes para intentar escuchar bien. Por otro lado a Susy le gustaba comenzar escuchando ciertos diálogos con oyentes pero de ninguna manera aceptaba mi predilección por los pastores anglicanos brasileros. Me compré una. Ahora llevamos a la cama las dos radios. Revisamos primero las pilas, porque las utilizamos toda la noche. Cada uno tiene su propio programa radial para dormir. Somos en ese sentido independientes. Mi oído derecho es el de mi preferencia. A 25 cm de distancia coloco la portátil con la voz del pastor brasilero. Todas las noches. La voz se convierte en murmullo. Descubrimos un nuevo sentido para la radio. La radio no solo para escuchar y entender. Sino como murmullo inentendible. Como objeto transicional. Murmullo materno. Hace 20 días que hemos recuperado el sueño. Somos felices como los personajes de Beckett en Días felices. Un nuevo día nos espera. ¡A vivir con alegría! –nos decimos ahora al despertar– y apagamos las radios.

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