CONTRATAPA
Respetar la verdad histórica
› Por Osvaldo Bayer
Somos prácticos. Y se nos incita a que seamos sumamente prácticos. Lo que acaba de sostener Duhalde es echar por tierra todos los principios de justicia y responsabilidad histórica. Ha dicho textualmente: “A lo que hay que darle prioridad es al derecho humano de los pibes”. Y agregó: “Yo sé lo que piensa el pobre tipo que está hecho mierda, que no tiene laburo, cuando se están ocupando de los derechos humanos de los que ya han muerto”. Esta frase de Duhalde va a pasar a la historia. Es una crítica a Kirchner por lo de la ESMA y también por la reivindicación del film La Patagonia rebelde, que se acaba de dar en la Casa de Gobierno después de que estuvo diez años prohibida en el gobierno de Isabel Perón y en la dictadura de Videla.
Claro, él, Duhalde, que durante la dictadura no movió ni un dedo por la democracia ni por los desaparecidos, quiere hacer olvidar ése, el capítulo más degradante de toda la historia argentina. Para qué recordarla nos dice Duhalde, si ya están todos muertos, por supuesto, los desaparecidos. Pero además habría que preguntarle qué hizo él por los pibes hambrientos y sin casa. Si estuvo más de una década en el poder público. Qué hizo durante el gobierno de Menem, qué hizo cuando fue presidente. Ahora quiere que el nuevo gobierno se dedique a los “desgraciados hechos mierda” –según sus propias palabras–. Cabe la pregunta: hechos mierda por quién, pues por los gobiernos que van desde la dictadura a todos los que le siguieron, señor Duhalde.
El respeto a los derechos humanos y no olvidar los crímenes y negociados del pasado es la base para una democracia sana. Por ejemplo, el doctor Duhalde podría decir, por qué tanto Boca-River, en vez de difundir el tema de los pibes con hambre. Por qué tanto hablar de las candidaturas de Chiche o de Cristina en vez de pensar un profundo programa económico que lleve la democracia a los barrios pobres. Por qué tanta violencia y delito en la Policía Bonaerense si todos esos comisarios que actúan fueron ascendidos durante sus gobiernos, señor Duhalde.
Todo suena a sarcástico. Pero mueve a una profunda tristeza. Los políticos argentinos quieren olvidar, en vez de recordar todo lo mal que se ha gobernado el país y de lo cual son responsables. Y de allí sacar las verdaderas conclusiones.
Negar los pecados contra los derechos humanos de tiempos pasados es negar la historia. La misma actitud que Duhalde tomó el diario La Nación en su editorial del domingo pasado. El título lo dice todo: “Respetemos nuestra historia”. Cabe entonces la pregunta: ¿qué, entonces no hay que investigarla, se le niega el derecho del debate al historiador? Cuando tendría que ser bienvenida siempre la polémica para aproximarnos cada vez más a la verdad en la interpretación. El diario niega el genocidio de los indios de las pampas y de la Patagonia en la denominada Conquista del Desierto, que fue comandada por el general Julio Argentino Roca. Habla que fue la ocupación de territorio “propio”, es decir de Buenos Aires negándoles a los pueblos que vivían allí el derecho a la tierra. Exactamente como se ha procedido ahora, que se le dio a la empresa europea Benetton el derecho a ocupar la tierra donde se hallaba instalado un matrimonio mapuche. Roca dice haber muerto a 1600 indios y tomado prisioneros a 10.000 de chusma (mujeres, niños y ancianos). El “conquistador del desierto” restableció la esclavitud al enviar a los hombres prisioneros a trabajar a Martín García y a los cañaverales tucumanos del azúcar. A las “chinas”, según su propio lenguaje militar, se las envió como sirvientas a las casas porteñas y a los niños para que sirvieran de mandaderos. Lo dice el general, satisfecho. Roca daba rienda suelta a su racismo denominando a los pueblos originarios “salvajes, bárbaros” en todos sus discursos. No les dio ninguna chance tal cual lo expresa en su discurso ante el Congreso: “La ola de bárbaros que ha inundado por espacio de siglos las fértiles llanuras ha sido por fin destruida”. (Destruida, dice Roca pero La Nación niega el genocidio.) Y agrega Roca: “El éxito más brillante acaba de coronar esta expedición dejando así libres para siempre del dominio del indio esos vastísimos territorios que se presentan ahora llenos de deslumbradoras promesas al inmigrante y al capital extranjero”. Es decir, a pesar de que las extensiones eran ilimitadas no se les dio una buena parte a sus legítimos dueños, los indios, sino que se los persiguió y arrinconó negándoles toda propiedad. La tierra no fue tampoco para el pueblo argentino sino para los nuevos dueños de la tierra, basta leer la forma en que se dieron las concesiones. Una de las más extensas fue para Roca, que así pasó a ser estanciero, con el “regalo” que le otorgó el gobierno bonaerense de 15.000 hectáreas. Una verdadera inmoralidad. Basta leer el diario El Nacional a fines de la “Conquista del Desierto” para testimoniar la realidad: “Llegan a Buenos Aires los indios prisioneros con sus familias. La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano unos se tapan la cara, otros miran resignadamente al suelo, la madre aprieta contra el seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza por delante para defender a su familia de los avances de la civilización”. Debemos decir que este diario apoyó la candidatura de Roca. “Respetemos nuestra historia”, dice La Nación. Y nosotros agregamos: pero no por eso dejemos de respetar a todos los seres humanos.
Es que no se nos puede establecer una historia desde Roca en adelante y negar las verdades que quedaron encubiertas. Por ejemplo, las huelgas de peones rurales patagónicos de los años 1921-22. Una verdadera orgía de fusilamientos llevada a cabo por el Ejército Argentino durante la época de Yrigoyen. Durante décadas todo fue negado. El film La Patagonia rebelde fue prohibido por el gobierno de Isabel Perón y por la dictadura de la desaparición de personas. Los tomos de mi libro La Patagonia rebelde fueron quemados por el teniente coronel Gorleri por “Dios, Patria y Hogar”. El quemador de libros es tan despreciable como el abusador de niños. Ni los libros ni los niños pueden defenderse. Fue la única batalla ganada por ese militar. No, también hay otra: fue ascendido a general de la Nación por el presidente Alfonsín. Los argentinos tenemos ese honor: un general quemador de libros. Por mi parte, sufrí con mi familia un exilio de ocho años. Y ahora, 2004, la gran fantasía de la realidad. Ese tema tan escondido, esa matanza por la cual los radicales nunca pidieron disculpas, ese film prohibido que de pronto se presenta en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno y viene el Presidente de la Nación y hace un discurso de salutación.
Para mí fue la reivindicación de tanto gaucho fusilado. El triunfo de la verdad histórica. No hay que respetar la historia, señor editorialista de La Nación, sino hay que respetar la verdad histórica y luchar hasta que surja definitivamente.