Lun 22.04.2002

CONTRATAPA

Mentiritas

› Por Juan Gelman

Dan Meridor ha vuelto a incurrir el martes pasado en estas páginas en un mito recurrente: el de la “generosidad israelí” y su “obstinado rechazo” por los palestinos en las negociaciones de paz tripartitas Barak/Clinton/Arafat que se llevaron a cabo en Camp David en julio del 2000. El ministro centrista del actual gobierno Sharon fue miembro de la delegación israelí en esa cumbre y afirmó: “En Camp David, el primer ministro Ehud Barak ofreció a los palestinos lo que nunca nadie antes había osado proponer, fue hasta el extremo... lo que se le propuso (a Arafat) fue pura y simplemente el fin de la ocupación, es decir, más del 90 por ciento de los territorios (ocupados)... Arafat se negó porque no quiso firmar esa frase simple que decía ‘el fin del conflicto’”. San Agustín había anotado ya que “en los anchurosos espacios de la memoria” también se modifican “de cualquier modo los objetos que percibieron los sentidos”. Una práctica política frecuente.
Léase –mero ejemplo– esta versión de otro participante en la cumbre, Robert Malley, Asistente Especial del presidente Clinton para Asuntos Arabe-Israelíes: “Se dice que (en Camp David) Israel hizo una propuesta generosa, histórica, que los palestinos, aprovechando una vez más la oportunidad de perder una oportunidad, rechazaron. En síntesis, el fracaso del logro de un acuerdo final se atribuye, con escaso desacuerdo, a Yasser Arafat... Para un proceso de esa complejidad, el diagnóstico es notablemente superficial”. El artículo de Malley, publicado en The New York Review of Books del 9/8/2001, analiza la estrategia del “todo o nada” de Barak –que incumplía los pasos intermedios concertados por Rabin en Oslo– la desconfianza creciente de Arafat, el enfoque pro-israelí de Clinton y concluye: “La consecuencia final y mayormente inadvertida del enfoque de Barak es que, estrictamente hablando, nunca hubo una propuesta israelí. Decididos a preservar la posición de Israel en el caso de que fracasara (la cumbre), y resueltos a no permitir que los palestinos sacaran ventaja de compromisos unilaterales, los israelíes siempre se detuvieron un paso, si no varios, antes de una propuesta. Las ideas expuestas en Camp David nunca se asentaron por escrito, se formularon verbalmente... Tampoco fueron propuestas detalladas”.
Malley informa que Barak estaba dispuesto a desocupar el 91 por ciento de la Ribera Occidental, pero nada dijo sobre la Franja de Gaza, de la que un tercio sigue bajo control israelí. Tel Aviv considera que el Gran Jerusalén no es parte de la Ribera Occidental, y Robert Fisk, corresponsal del británico The Independent, supo señalar el 23/7/2001: “Fuera de la ecuación quedaban el oriente árabe de Jerusalén –ilegalmente anexado por Israel luego de la Guerra de los Seis Días de 1967–, el vasto cinturón de asentamientos israelíes alrededor de la ciudad y una zona colchón militar de 16 kilómetros de ancho en torno de los territorios palestinos... La superficie total de tierras palestinas de las que Israel estaba dispuesto a retirarse era apenas un 46 por ciento”. Según Tanya Reinhart, profesora de la Universidad de Tel Aviv, Barak reiteró en julio el plan israelí “1040-50” presentado en marzo de ese año, es decir: Israel anexaría inmediatamente un 10 por ciento de territorio palestino, un 50 por ciento sería palestino autónomo y un 40 por ciento “a discutir”. “Este es el discurso de Barak –subrayó la también columnista del diario israelí Yedioth Aharonot el 16/1/01– que nos acompaña día y noche como mantra y moldea la percepción colectiva de la realidad: la generosidad de Barak versus el rechazo de Arafat... En el caso de los palestinos, no hay documentación oficial alguna sobre lo que Barak propuso en realidad, y ciertamente ninguna lista o fecha establecida para desmantelar aunque no fuera más que un solo asentamiento... El único dato es el discurso sobre la generosidad de Barak.” Ami Ayalon, jefe de los servicios secretos del Shin Beth bajo Barak, también opinó públicamente que no hubo “unadiscusión seria” en Camp David. Pero el mito tranquiliza conciencias, ayuda a blanquear el terrorismo de Estado que aplica Sharon y justifica la continuada ocupación de territorios palestinos.
No es la primera vez en la historia que añagazas de este tipo se destinan a inflamar la opinión pública para volcarla en favor de empresas de turbia explicación. El “misterioso” estallido que en 1898 hundió al “Maine”, el buque de guerra norteamericano anclado en La Habana, sirvió de pretexto a Washington para sojuzgar a Cuba. La prensa hacía campaña por la guerra contra el dominio colonial español –en realidad, contra la lucha independentista que Martí iniciara en 1895– con una consigna que se hizo popular. “Recuerda al ‘Maine’, al diablo con España.” Los presuntos ataques de torpederas vietnamitas contra destructores estadounidenses en el Golfo de Tonkin en agosto de 1964 dieron pie a una guerra que segó la vida de millones de vietnamitas y de 50.000 efectivos estadounidenses. Casi 30 años después, durante la Guerra del Golfo, el periodista Sydney Schanberg pedía a sus colegas que no olvidaran “nuestro coro incondicional de anuencia cuando Lyndon Johnson nos embaucó con su fabricación del Golfo de Tonkin”. Sería bueno que no lo olviden ahora los medios yanquis –y no- embarcados en un apoyo casi irrestricto a la guerra “antiterrorista” global. De todos modos, eso ya no afecta a los centenares de civiles palestinos que el Israel de Sharon asesinó en Jenin.

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