Jue 25.11.2004

CONTRATAPA

Lo de uno no se toca

› Por Juan Gelman

Mientras Colin Powell repite el mentiroso papel que desempeñó con Irak y anuncia que Irán está en plena carrera nuclear –aunque el Organismo Internacional de Energía Atómica de las Naciones Unidas afirma lo contrario–, W. Bush cabildeó contra Corea del Norte en la reunión del foro Asia-Pacífico de cooperación económica que tuvo lugar el pasado fin de semana en Santiago de Chile. Dijo que estaba cansado de negociar con Pyongyang y enarboló la inevitabilidad de la línea dura contra el país asiático. Proseguirá así la marcha de la llamada guerra antiterrorista que, por lo visto, consiste en invadir y ocupar países –preferentemente petroleros– en vez de capturar a Osama bin Laden y desarticular a la mortífera Al Qaida. No hay que preocuparse: el gobierno Bush tampoco persigue a los grupos terroristas norteamericanos. El Southern Poverty Law Center (SPLC), organismo con sede en Montgomery, Alabama, que combate el racismo y la discriminación, identificó el año pasado a 751 movimientos de esa índole esparcidos por todo el territorio de EE.UU. Su número aumentó un 6 por ciento en comparación con el 2002, cuando eran solamente 708.
“Por desgracia, vigilar a los grupos neonazis y derechistas no necesariamente facilita los ascensos en el FBI”, comentó un funcionario del Departamento de Justicia (The New York Times, 13-12-03). En efecto, en muchos casos el arresto de terroristas locales es resultado de su imprudencia –esa que la impunidad alimenta– o de la casualidad. Un policía novato fue el que arrestó a Eric Rudolph, autor de varios atentados contra clínicas que practican el aborto y del bombazo que sobresaltó los Juegos Olímpicos de 1996. Rudolph se permitió cinco años de prófugo sin abandonar el país y sin que las narices del FBI olieran su presencia. La investigación posterior estableció que tenía vinculación con dos movimientos armados clandestinos: el Ejército de Dios, una pandilla de fervientes antiabortistas, e Identidad Cristiana, cuyos miembros creen literalmente que los judíos son hijos de Satán, infrahumanos quienes no pertenecen a la raza blanca y que los cristianos anglosajones son los verdaderos descendientes de las tribus perdidas de Israel. Están muy bien acompañados por el fundamentalismo religioso de la extrema derecha norteamericana,
W. Bush dedicó una guerra a la búsqueda de armas de destrucción masiva en Irak, argumento central de la invasión. Más fácil era encontrarlas en casa. En abril del 2003 se descubrió en Noonday, Texas, un depósito que contenía una bomba de cianuro de sodio ya preparada, capaz de matar a centenares de habitantes de un edificio de 3000 metros cuadrados, para no hablar de las nueve ametralladoras, 67 explosivos y más de 100.000 municiones que la escoltaban. Su dueño, William Krar, está vinculado al grupo paramilitar Milicia de Nueva Jersey y es un convencido de la supremacía de la raza blanca. El FBI dio con él gracias a la denuncia de un vecino que por error recibió un sobre con documentos de identidad falsos que Krar le enviaba a un conmilitón. No pocos de esos grupos se proponen derrocar al gobierno de EE.UU. al que califican de “renegado” porque sería blando con los negros y otras clases de humanidad ajenas a la verdad anglosajona.
Poca atención presta el FBI a sus compatriotas terroristas “porque todo el mundo anda preocupado por el tipo del turbante”, declaró el inspector jefe de la policía federal Geoff Shank (USA Today, 15-11-04). “Obviamente, existe una amenaza externa –agregó Mark Potok, especialista del SPLC–, pero hay una tendencia a ubicar la amenaza en el exterior y a sostener que quienes quieren perjudicarnos no se parecen a nosotros, no creen en el mismo Dios y no tienen el mismo color de piel.” Así lo ha registrado Amnistía Internacional (AI) en su informe “Amenaza y humillación”: a lo largo de sus 50 páginas se detalla cómo la práctica racista y acosadora del “profiling” –sospechar de alguien por su aspecto– de los agentes de seguridad aumentó “dramáticamente” desde el 11/9, afectando a unos 32 millones de estadounidenses, cifra equivalente a la población total de Canadá. “Es obvio que considerar en primer término y ante todo, o peor, únicamente, características como la raza, el origen étnico, la nacionalidad o la religión para decidir a quién se investiga, se arresta y se procesa, desvía la atención del comportamiento delictivo real y del verdadero delincuente”, señaló el juez retirado Timothy M. Lewis, que presidió numerosas audiencias sobre esa práctica que AI promovió en varias ciudades de EE.UU. el año pasado (Jim Lobe, IPS, 14-9-04).
En el documento de AI se cita, entre muchos otros, el caso de un boyscout musulmán de 8 años de edad que en el aeropuerto de Tulsa, Oklahoma, fue separado de su familia y revisado minuciosamente por agentes de seguridad que además destruyeron algunas de sus pertenencias. El niño es ahora sistemáticamente detenido y revisado en cada aeropuerto que pisa. “Antes del 11/9 –subraya AI– el ‘profiling’ racial solía entenderse como una práctica aplicada al ‘manejar siendo un negro’. Actualmente, se la puede definir con más precisión como aplicable al manejar, volar, caminar, rezar, hacer compras o quedarse en casa siendo negro, moreno, rojo, amarillo, musulmán o con apariencia de nativo del Medio Oriente.” En tanto, el terrorismo de cepa norteamericana “se ha desarrollado a paso rápido y constituye una amenaza muy grave” (Potok). Sin embargo, no se cree que W. ordenará alguna vez invadir a EE.UU.

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