CONTRATAPA
Nun en cultura
› Por José Pablo Feinmann
Uno de los hechos que confirma la designación de José Nun, y empiezo por aclarar que es mi amigo, es que al gobierno K la cuestión peronismo-antiperonismo no le quita el sueño. Otro es que esa cuestión (para los que, al menos, piensan con cierta dosis considerable de lucidez política) ha quedado atrás, entre los viejos trastos de nuestra historia turbulenta y, con frecuencia, fatigosa y empecinada. Digámoslo: tanto peronistas como antiperonistas son figuras del pasado. Ni hablar de los radicales. O de los demócrata-progresistas. O de los pandilleros y los chupandinos. O mitristas y alsinistas. Cierta vez lo metieron preso a José María Rosa, a los dos días lo liberan, un periodista le pregunta quiénes cree que lo han hecho atravesar ese mal momento. Y don Pepe Rosa responde: “Qué duda cabe: eran unitarios”. Tal vez (pero no tanto) quiso hacer una broma. Pero no, no hay tal vez, lo dijo en serio. Don Pepe Rosa vivía (en 1972, cuando le pasó lo que narro) entre unitarios y federales. Se había fijado ahí. No podía pensar de otra forma. Se decía que Cámpora lo iba a nombrar ministro de Educación. Don Pepe (ante unos cuantos jovencitos que lo queríamos al viejo y lo habíamos leído) exclama: “¡Lo primero que hacemos es mandar un barco y traerlo al Restaurador!”
La política argentina se parece bastante a don Pepe. Se le parece en su nostalgia, su fijeza, su melancolía y su carencia para imaginar lo nuevo. En un historiador (que ha consagrado, además, su vida a vindicar a un personaje sistemáticamente injuriado), se puede entender. En hombres cuya misión es crear horizontes, abrir espacios, tenerle coraje a lo nuevo es penoso. José Nun en cultura es parte de “lo nuevo”. Despejemos, de arranque, algunas extravagancias de lo viejo. Una, sobre todo. La que dice que los gobiernos le dan la cultura a la izquierda y la economía a la derecha. ¿Qué duda cabe de semejante axioma? ¿O no le dio Onganía la cultura a la izquierda? ¿No se la dio Menem? El tercer Perón, en medio de los tumultos del ‘73, ¿acaso no mantuvo a Puigross, a Kestelboim? Isabelita y López Rega se equivocaron al darle la universidad a Ottalagano: ¡un izquierdista tendrían que haber puesto ahí! Y de Videla, ni hablar. Se hartó de poner “zurdos” en la cultura. Este esquemita (cuyo grado de elementalidad será arduo de mensurar en este texto, que busca ser breve) se basa en que la cultura es para los tontos, los inofensivos, los detestados “intelectuales”. Que a la “burguesía” le importan los números, ganar dinero, acumular fortunas y le da la cultura a la izquierda para que se entretenga. (Algo que no se compadece con la furia asesina que los matarifes dictatoriales tienen con eso que paranoicamente llaman la “subversión cultural”, o “los ideólogos de la subversión” a quienes se les atribuye la culpa de todo por haber –se sabe– introducido ideologías extrañas en el alma pura de los puros argentinos.) Bien, con Nun, el Gobierno K no sólo le ha dado la cultura a la izquierda, sino a alguien que no tuvo nunca nada que ver con el peronismo. Al menos como “adherente” del mismo, ya que no demasiados han pensado al peronismo tan hondamente como Nun. Pero Nun, no. Siempre fue no peronista. Y hasta, a decir verdad, a veces parecía antiperonista. Cosa que se justifica dado que entre los innumerables rostros que el peronismo ha exhibido a lo largo de su historia algunos fueron espantosos; tanto, como para que cualquiera fuera anti “eso” que “ahora” era el “peronismo”. Pero aquí la cosa cambió. A Nun le interesa la gestión de Kirchner. No la aprueba en totalidad. Pero sabe que si tuviera que adherir a algo que aprobara en totalidad jamás adheriría a nada. Y acaso terminara solitario y aburrido. Lo que nos lleva a Tomás Abraham. Si había alguien sobre este mundo capaz de extrañar al inextrañable Torcuato DT era TAbr. Lo encontraba, al menos, entretenido. Y pronostica, con una certeza envidiable, con esas convicciones de hierro que llevaron a Descartes a afirmar el cogito, a Copérnico a decir que la tierra y el sol no funcionaban como decía Ptolomeo y a Giordano Bruno a la hoguera, que Nun va a ser aburrido. Son cosas que le quedan a TAbr. de su paso, no vertiginoso, por el menemismo. El chisporroteo de la pavada le atrae. ¿Quién dijo que un secretario de Cultura tiene que ser “divertido”? Acaso Torcuato DT crea que él añadió a esa gestión esa cualidad. Pero no. El reportaje que se hizo en Noticias no fue divertido. Fue bobo. Fue un revival menemista en un funcionario de un gobierno que quiere no ser eso, menemista. ¡Qué angustiado se lo veía a Torcuato en esa nota por los chicos de Santiago del Estero! Ternura despertaba. Qué sensibilidad la de ese hombre. Hay una linealidad entre Guido, bajo Menem, y Torcuato, bajo K. Se dedicaron a bromear. Guido inventó lo de las “relaciones carnales”. Y después, cuando asumió el embajador Cheek, lo de las “relaciones cheek to cheek”. Después nos enteramos de que no era un bromista sino que estaba pirado en serio. Torcuato se empeñó en portarse mal, en armar líos, en ser un chico travieso. Acaso nos enteremos de que, en verdad, era ciego o estaba en serio, en muy serio peligro de perder la vista y conjeturaba curarse a través de los retos del Presidente, quien siempre le decía: “¡Ya vas a ver, Torcuato!” (Este es el último chiste de y sobre Torcuato DT. Ahora, en Cultura, se va a trabajar en serio.) Algo más sobre esto. Si Tomás Abr. cree que Nun es aburrido es porque jamás lo trató. Pepe es uno de los tipos más divertidos que uno puede conocer. Su sentido del humor es eso que, precisamente, le impide estar loco o ciego. Es el único “eminente politólogo” de este mundo al que no le incomoda que le digan “Pepe”. Y no es que lo tolere. No, se divierte con eso. Suele decir: “Me llamo Pepe pero mis amigos me dicen... Pepe”.
Lamento que mis colegas de la cultura no hayan advertido más intensamente la importancia de la elección de Pepe. (Cipe Lincovsky, en cambio, me llamó desbordando alegría.) Los que fueron a la asunción, sí. Pero los que dijeron cosas en los medios... qué mezquindad. Caramba, amigos. Pepe Nun es uno de los nuestros. De los mejores. De los más genuinos. Sacrifica mucho de su vida y de su carrera para agarrar este puesto. Va a leer menos. Va a escribir poco. Va a tener que recibir a un conjunto folklórico a las 8.30 de la mañana. (Pongo este ejemplo porque es mi exacta visión de la pesadilla.) Y cosas todavía peores. Ya no es “tan” joven. No tiene por delante “todo el tiempo del mundo”. Está en ese momento que Woody Allen describe así: “En la madurez uno lo tiene todo. Sabiduría, experiencia, conocimientos. Lo único que no tiene es tiempo”. Pepe, el que no lo tenga, lo va a inventar y se lo va a dar a la cultura. De modo que, colegas, lo adecuado será, por ahora, ponerse bien, estar contentos. Pepe Nun (que fue muchas cosas, ¡hasta “gorila”!) le acerca al Gobierno K todo su bagaje. El Gobierno K se abre y no le pregunta de dónde viene. En este país todos viven preguntándose de dónde viene la gente. “Viene del comunismo.” “Del radicalismo.” “Del peronismo.” Uno, aquí, viene de todos lados. (No de todos: de la Muerte y la Tortura, no. Sabemos muy bien quiénes “vienen” de ahí y quiénes los acompañaron.) La cuestión es a dónde vamos. Cuando Nun y K se abrazaron con tanto afecto no se estaban preguntando si uno era peronista y el otro no. Pensaban qué podían hacer juntos. Qué horizonte nuevo (en medio de tanto trasto viejo y desprestigiado, irrecuperable) podían abrirle al país.