CONTRATAPA
Aritméticas
› Por Juan Gelman
“Unos 1100 periodistas extranjeros vinieron a Israel en las pasadas semanas. Habían estado en zonas de guerra de todo el mundo, pero muchos dicen que nunca padecieron un trato tan rudo como el que están recibiendo del ejército israelí. Los soldados han disparado contra periodistas, confiscado sus credenciales de prensa e incautado sus películas. Todos los periodistas estaban furiosos por el cierre de los territorios (ocupados) a la cobertura de prensa; incluso después de que se abrieran, a no todos se les permitió la entrada” (diario israelí Ha’aretz, 24-4-02). Pero el canciller Shimon Peres dice que Israel “nada tiene que ocultar”.
A Terje Roed-Larsen, enviado especial de las Naciones Unidas, se le negó el acceso a Jenín a lo largo de 12 días “durante los cuales no se permitió el ingreso de ambulancias y muchos heridos (palestinos) se desangraron hasta morir” (The Scotman, 19-4-02). “Hace más de una semana –dijo un alto funcionario de la ONU– que la Cruz Roja y la ONU están haciendo arduos esfuerzos para obtener el permiso de entrar al campo (de refugiados de Jenín). Especialmente para la Cruz Roja se trata de una situación inaudita el que un gobierno niegue el acceso de esa manera. Nuestra única suposición es, lamentablemente, que alguien tiene algo abominable que ocultar” (The Times de Londres, 15-4-02). Pero Bush hijo aseguró que Ariel Sharon “es un hombre de paz”.
“Apoyado en un bastón, el hombre estaba de pie sobre un montón de escombros: un revoltijo de concreto aplastado, varillas de hierro retorcidas, colchones despedazados, fragmentos de losetas, trozos de cañería y un toma corriente huérfano. ‘Esta es mi casa –dijo– y adentro está mi hijo.’ Se llama Abu Rashid y su hijo es Jamal, de 35 años, confinado en una silla de ruedas. El bulldozer (del ejército israelí) empezó a embestir la casa cuando la familia estaba adentro... Abu Rashid y otros parientes corrieron a la puerta, salieron con las manos en alto y gritaron al conductor que había gente adentro. Pero el bulldozer no dejó de rugir, retrocediendo un poco y atacando de nuevo, volviendo y mordiendo cada vez más la pared de concreto hasta que se derrumbó sobre Jamal antes de que alguien pudiera salvarlo” (crónica sobre Jenin de Amira Hass, diario israelí Ha’aretz, 22-4-02). Pero el gobierno Sharon y The Wall Street Journal dice que en Jenín no hubo una masacre, sólo “una dura batalla”.
La creciente condena mundial a la carnicería de civiles palestinos en Jenín ha creado en los mandos israelíes una curiosa relación con la aritmética. Sus portavoces estimaron inicialmente en 200 el número de palestinos que perdieron la vida, bajaron luego la cifra a 100, a 70, finalmente a “unas decenas”. No opina lo mismo la Alta Comisionada de la ONU para los derechos humanos, Mary Robinson: el pasado miércoles declaró en Ginebra que hay al menos 217 palestinos muertos y otros 498 heridos, según la información recabada por 37 fuentes institucionales. Por su parte, Ariel Sharon –que ha prohibido a Robinson la entrada a Israel, tal vez porque no tiene nada que ocultar– también innova en materia de aritmética política: ha creado la ecuación “críticas a su gobierno = antisemitismo = terrorismo”. William Burns, enviado de Washington al Medio Oriente, visitó Jenín el 20 de abril último y declaró: “Es obvio que lo ocurrido aquí ha causado enormes sufrimientos a miles de civiles palestinos” (The Independent, 21-4-02). Pero el secretario de Estado yanqui Colin Powell reparó: “Está claro que bien se pudieron haber perdido vidas inocentes (en Jenín), (pero) no tengo pruebas de (la existencia) de fosas comunes. No veo evidencias en apoyo de que tuvo lugar una masacre” (Barry Scheweid, agencia AP). Los “excesos” de siempre, pues.
“Funerales diarios e ideas de venganza entre los israelíes tienden a borrar el hecho de que nosotros, los israelíes, somos los ocupantes. Y así como vivimos con miedo al terrorismo (árabe) y a la guerra, son lospalestinos quienes sufren más muertes cada hora y los que viven con un miedo mayor porque son los ocupados.” Estas palabras pueden leerse en The New York Times del 9-3-02 y pertenecen a Ishai Menujin. Este mayor de la reserva del ejército israelí, a quien es difícil suponer antisemita y terrorista, se niega –como otros 435 oficiales y suboficiales reservistas israelíes (al viernes 26-4-02)– a servir en los territorios palestinos ocupados y en su artículo señala: “Ser ciudadano de una democracia entraña un compromiso con los valores democráticos y una responsabilidad por los propios actos. Despojar a un pueblo del derecho a la igualdad y a la libertad, y tenerlo bajo (un régimen de) ocupación, es por definición un acto antidemocrático. La ocupación, que ya dura una generación y rige la vida de más de 3,5 millones de palestinos, es lo que me lleva, como a centenares de otros objetores de las fuerzas armadas, a oponerme a las políticas y acciones de nuestro gobierno en la Ribera Occidental y Gaza”. “Sigo defendiendo a mi país –explica– pero no participaré en una ocupación que a lo largo de décadas ha convertido a Israel en un lugar menos seguro y menos humano.”
(Una pequeña aclaración: quien esto firma sigue condenando enérgicamente el terrorismo extremista palestino y no incurre en la barbaridad de confundir al señor Sharon con el conjunto de la sociedad israelí, y mucho menos con las tradiciones humanistas de los judíos del mundo entero. La presente nota no es “el ataque de turno contra Israel” que el habitante de un kibutz israelí le reprochó al autor cuando publicó la precedente (“Mentiritas”, 22-4-02): apenas corresponde al nuevo “ataque de turno” de Sharon contra la posibilidad de paz entre ambos pueblos, pagado con exceso, como siempre, por civiles de los dos.)