Dom 12.06.2005

CONTRATAPA

La cadena

Por Juan Gelman

El Pentágono dio a conocer, por primera vez en diez años, la lista provisional de Clausura y redistribución de bases militares (BRAC, por sus siglas en inglés), un plan destinado a reducir o retirar tropas de 62 bases importantes y de unas 800 “instalaciones menores” establecidas en territorio estadounidense (The Washington Post, 14-5-05). Esto entraña desempleo y decadencia del comercio en estados como Nueva Jersey, Dakota y otros en los que se clausurarían bases, y los políticos y legisladores nacionales que los representan ya han alzado la voz. El hecho muestra hasta qué punto anchas zonas de la economía norteamericana dependen de la militarización del país: hay más de 6 mil bases y esta cifra mide el grado de penetración del Pentágono en la estructura nacional (commondreams.org, 2-6-05). EE.UU. parecería un vasto campamento militar, pero esa red local es apenas un segmento de la estrategia de dominio de la Casa Blanca, que ha sustituido la antigua institución colonial por la instalación de bases militares en todo el mundo.
El politólogo Chalmers Johnson señala en The Sorrows of Empire (Owl Books, Nueva York, 2005) que la cadena de bases militares estadounidenses consiste en más de 700 instaladas en 130 países. Y su número aumenta: bajo W. Bush, Washington viene desplegando infatigables esfuerzos militares y diplomáticos destinados a que efectivos norteamericanos “puedan operar desde las naciones ex comunistas del Este europeo, pasando por el Mediterráneo, el Medio Oriente y el Cuerno de Africa, y a través de Asia Central, desde la periferia de Rusia hasta los puertos de Pakistán en el Océano Indico. Es un golpe de influencia occidental no visto en generaciones” (The New York Times, 19-4-03). Es una línea que cerca o cruza las reservas de petróleo y gas natural más grandes del planeta. Claro que el objetivo declarado es ampliar la democracia y el imperio de los derechos humanos.
Este proceso se aceleró después del 11/9, acompañado por la intervención en Afganistán y la invasión de Irak. Por ejemplo, en Asia Central. El 23 de mayo pasado el presidente afgano Hamid Karzai firmaba en la Casa Blanca una Declaración conjunta de asociación estratégica con EE.UU. en la que se establece que las tropas norteamericanas seguirán ocupando la base aérea de Bagram, “así como otros sitios que se determinen mutuamente”, y que tanto EE.UU. como la coalición “seguirán teniendo la libertad de acción necesaria para llevar a cabo operaciones militares con base en consultas y procedimientos previamente acordados”. Después de la “revolución violeta”, Donald Rumsfeld visitó Kirguistán en abril de este año para asegurar la permanencia de efectivos estadounidenses en la base aérea Ganci, que no es el nombre de algún personaje histórico de Afganistán, sino el del jefe de bomberos de Nueva York que murió en los atentados del 11/9. En el 2004 había visitado por tercera vez Uzbekistán con fines idénticos; en esta estratégica república ex soviética se trata de la base aérea Karsi Kanabad, muy usada en operativos contra los talibanes, donde el Pentágono estableció la llamada Ciudadela de la Libertad; sus efectivos viven en tiendas con aire acondicionado que se alinean dejando espacios a manera de calles bautizadas Quinta Avenida o Wall Street.
Hace un par de semanas se inauguró un oleoducto de 1700 kilómetros que parte de Azerbaiján, evita el cruce por territorio ruso e iraní, atraviesa Georgia y desemboca en Turquía, precisamente junto a la gigantesca base aérea yanqui de Incirlik (Asia Times, 26-5-05). Poco antes, Rumsfeld visitaba Azerbaiján, donde logró el acuerdo para colocar tres bases allí (Interfax, 21-5-05). Este incansable comisionista de bases militares aspira a mucho más. W. Bush ha prometido “invertir más soldados y dinero (en Africa) para su campaña antiterrorista, incluso en Argelia y la caótica Nigeria, naciones ricas en petróleo donde el Islam radical tiene partidarios” (AP, 25-5-05). El petróleo otra vez. Esa voluntad entrañaría la presencia militar de EE.UU. en nueve naciones del norte y el oeste de Africa. Hay negociaciones en curso con países del Este europeo para instalar dos bases norteamericanas en Rumania (Reuters, 29-5-05) y cuatro en Bulgaria (Sofia News Agency, 18-5-05). Pero lo increíble acontece en Irak.
Es poco conocida la extensión y profundidad de la ocupación del país invadido. Hay 106 bases militares, para no hablar de las cuatro prisiones tipo Abu Ghraib –donde la tortura no cesa– y de los talleres de refacción de los camiones que viajan entre Kuwait e Irak transportando alimentos y pertrechos (Washington Post, 22-5-05). Algunas son verdaderas ciudades en pequeño: la base Victoria, en el aeropuerto de Bagdad, cuya construcción no ha terminado aún, alberga a 14 mil soldados, mercenarios, intérpretes, trabajadores y personal de toda clase (Mother Jones, marzoabril 2005); tiene bungalows con aire acondicionado, un gimnasio, hasta un Burger’s King. La base Anaconda ocupa casi 40 km cuadrados en las cercanías de Balad y su extensión obliga a mantener 9 líneas de microbuses para el transporte interior. Y no hay indicios de que las tropas extranjeras las abandonarán cuando se instale un “gobierno iraquí soberano” capaz de “enfrentar al terrorismo”. La Casa Blanca quiere quedarse y ésta es una voluntad anunciada: “EE.UU. proyecta mantener una relación militar a largo plazo con el naciente gobierno iraquí que garantizaría el acceso del Pentágono a bases militares y proyectaría la influencia estadounidense sobre el corazón de la zona, dijeron funcionarios del gobierno Bush” (The New York Times, 19-4-03).
Un CD titulado “En vivo desde Irak” (Newsweek, 6-6-05) refleja los sentimientos y pensamientos de quienes no son funcionarios del gobierno Bush. La autoría es de soldados acabaditos de llegar del infierno iraquí que crearon el grupo de rap “4th25” y, por ejemplo, dicen: “Hay un lugar en el mundo que ustedes nunca vieron/un lugar llamado calle y un lugar llamado guerra./La mayoría de los guerreristas nunca vieron el Ejército/ ustedes hablan de guerra y sólo han visto la calle”. Es improbable que los “halcones-gallina” aprecien esta canción.

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