Mié 03.08.2005

CONTRATAPA

Pingüino

› Por El Subcomandante Marcos*

Sucedió en uno de los cuarteles insurgentes, hace poco más de un mes, en las vísperas del alerta rojo. Me encontraba yo de paso, rumbo a la posición que sería el cuartel de la Comandancia General del EZLN. Ahí debía recoger a los insurgentes e insurgentas que formarían mi unidad durante el alerta rojo. El mando del cuartel, un teniente coronel insurgente, terminaba de levantar el campamento y tomaba las disposiciones para mover la impedimenta. Con el fin de no recargarse mucho en el suministro que mandan las bases de apoyo para el sostenimiento de las tropas insurgentes, los combatientes de esta unidad habían desarrollado algunos medios de subsistencia propios: una hortaliza y una granja. Se decidió que de las hortalizas se cargaba lo que se pudiera y lo demás quedaba a la buena de Dios. En cuanto a los pollos, gallinas y gallos, pues, la alternativa era comerlos o dejarlos. “Mejor los comemos nosotros y no los federales”, decidieron, no sin razón, los hombres y mujeres (jóvenes menores de 20 años, la mayoría) que mantenían esa posición. Uno a uno, los animales fueron a parar a la olla y, de ahí, a los platos hondos de los combatientes. Tampoco eran muchos animales, así que en unos cuantos días la población avícola se había reducido a dos o tres ejemplares.
Cuando sólo quedaba uno, precisamente el día de la partida, pasó lo que pasó...
El último pollo empezó a caminar erguido, tal vez pretendiendo confundirse con nosotros y pasar desapercibido con esa postura. No sé mucho de zoología, pero parece que la constitución anatómica de los pollos no está hecha para caminar erguidos, así que, con el bamboleo que le producía el esfuerzo de mantenerse derecho, el pollo caminaba tambaleándose y sin atinar un rumbo preciso. Fue entonces que alguien dijo: “Parece pingüino”. El hecho provocó risas y éstas derivaron en simpatía. El pollo parecía, es cierto, un pingüino, sólo le faltaba la pechera blanca. El caso es que las bromas terminaron por impedir que el “pingüino” tuviera el mismo destino que sus compañeros de granja.
Llegó la hora de la salida y, revisando que no quedara nada, se dieron cuenta de que el pingüino estaba todavía ahí, tambaleándose de un lado a otro, pero sin volver a su posición neutral. “Llevémoslo”, dije, y todos se quedaron viéndome para ver si bromeaba o era en serio. Fue la insurgenta Toñita la que se ofreció a llevarlo. Empezaba a llover y lo puso en su regazo, debajo de la pesada capa de plástico con la que la Toñita protegía su arma y su mochila del agua. Lloviendo, iniciamos la marcha.
Llegó el pingüino hasta el cuartel general del EZLN y rápidamente se adaptó a la rutina de alerta rojo insurgente. A menudo se unía (siempre sin perder la descompostura de pingüino) a los insurgentes e insurgentas en la hora de la célula, o sea del estudio político. El tema de estos días es sobre las 13 demandas zapatistas, y los compañeros lo resumen bajo el título de “Por qué luchamos”. Bueno, pues no me lo van a creer, pero cuando me he acercado a la reunión de la célula, pretextando la búsqueda de café caliente, he visto que el pingüino es el que pone más atención. Y no sólo, de tanto en tanto, picotea a alguno que se queda dormido en mitad de la plática política, como reconviniéndolo para que preste atención.
No hay otro animal en el cuartel... digo, además de las culebras, las tarántulas “chibó”, dos ratones de campo, los grillos, las hormigas, un número indeterminado (pero muy grande) de zancudos, y una cojolita que llega a cantar, probablemente porque se siente convocada por la música de cumbias, rancheras, corridos, de amores y de despecho que sale del pequeño radio que se usa para oír el noticiero matutino.
Bueno, les decía que no hay otro animal, así que parece normal que el pingüino piense que nosotros somos sus congéneres y tienda a comportarse como uno más de nosotros. No habíamos advertido hasta qué grado había llegado, hasta que una tarde se negó a comer en el rincón que tiene destinado y se acercó a la mesa hecha de palos. “Pingüino” hizo un escándalo, más de pollo que de pingüino, hasta que comprendimos que quería comer con nosotros. Deben saber que la nueva identidad de pingüino le impide al ex pollo el volar el mínimo necesario para subir a la banca, así que es la insurgenta Erika quien lo sube y le da de comer de su plato.
El capitán insurgente al mando me ha dicho que al pollo, quiero decir a Pingüino, no le gusta quedarse solo en la noche, tal vez porque teme que los tlacuaches lo puedan confundir con un pollo, y protesta hasta que alguien lo lleva a su techo. No tardará mucho tiempo en que la Erika y la Toñita le hagan con tela una pechera blanca (querían pintarlo con cal o con pintura de casa, pero logré disuadirlas... creo) para que no haya dudas de que es un pingüino y nadie lo confunda con un pollo.
Ustedes pueden pensar que estoy, o estamos, delirando, pero lo que les cuento es cierto. Mientras tanto, Pingüino se ha convertido en parte de la Comandancia General del ezetaelene y, tal vez, podrán verlo con sus propios ojos quienes vengan a las reuniones preparatorias para la “Otra campaña”. También es de suponer que Pingüino sea la mascota del equipo de fútbol del EZLN cuando se enfrente, próximamente, al Internazionale de Milán. Tal vez entonces alguien saque una foto para el recuerdo. Tal vez, pasado algo de tiempo y mirando la imagen, una niña o un niño preguntará: “Mamá, ¿y quiénes son los que están al lado de Pingüino?” (suspiro).
¿Saben qué? Se me ocurre ahora que nosotros somos como Pingüino, esforzándonos por erguirnos y hacernos un lugar en México, en América latina, en el mundo. Como de por sí no está en nuestra anatomía el viaje que emprenderemos, seguramente andaremos tambaleándonos, vacilantes y torpes, provocando risas y bromas. Aunque tal vez, también como Pingüino, provoquemos alguna simpatía y alguien, generoso, nos arrope y nos ayude, caminando con nosotros, a hacer lo que todo hombre, mujer o pingüino deben hacer, es decir, tratar siempre de ser mejores de la única forma posible, o sea luchando.

* De La Jornada de México. Especial para Página/12.

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