CONTRATAPA
MAS
› Por J. M. Pasquini Durán
Argentina y Brasil, dos de los mayores países de la región, anunciaron que cancelarán por anticipado, cada uno con sus propios recursos, la totalidad de la deuda remanente de ambos con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Son múltiples las implicancias de semejante determinación y es imposible, por lo tanto, agotarlas en una frase o consigna que las resuma. Hay una primera conclusión, sin embargo, que merece un subrayado especial: así concluye una larga etapa histórica de enajenación de la capacidad de autodeterminación nacional, debido a que los organismos acreedores usaban la deuda como instrumento de extorsión para que los sucesivos gobernantes, sin importar sus previos compromisos programáticos con la ciudadanía, aplicaran las repetidas fórmulas del pensamiento conservador, conocidas, y sufridas por las mayorías populares, como “políticas de ajuste perpetuo”.
Hasta la víspera, el titular del FMI, Rodrigo de Rato, volvía a insistir con la cantinela de siempre: el país debía hacer las reformas contenidas en lo que llamó “las políticas ortodoxas”. Hay que decir, también, que en el pasado algunos gobiernos usaron esas extorsiones para justificar la traición de la palabra empeñada y las alianzas con sectores minoritarios, aunque de poderosos recursos, que se apropiaron con voracidad de las tajadas más grandes de las riquezas nacionales, en perjuicio de más de la mitad de la población sumida en la pobreza y la exclusión. A partir de hoy, Rato podrá seguir opinando lo que quiera, pero ningún gobernante tendrá excusa alguna para desatender la única deuda que ahora ocupa la primera prioridad: la deuda interna o, dicho de otro modo, la reposición de los parámetros de la justicia social.
Habrá quienes recuerden en esta hora la tremenda carga de ilegitimidad de la deuda que ahora se cancela con el producto del esfuerzo colectivo. Incluso podría agregarse que con los 10.000 millones de dólares que embolsará el FMI podría enjugarse una considerable porción de las necesidades sociales más urgentes. Son argumentos válidos en los límites de la mesa de arena, pero de imposible aplicación práctica con los estrechos márgenes de autonomía que tiene hoy una economía emergente en el contexto “macro”, como se dice ahora, de transnacionalización y de interdependencia que pretenden cuestionar, incluso, el concepto mismo de soberanía nacional.
Hay otra punta del arco ideológico que lamenta el pago, porque supone que se trata de “movidas políticas” de corte nacional-populistas, hasta demagógicas, que confrontan el destino del país con la voluntad de los poderosos del mundo. Para aquietar esas infundadas alarmas, habrá que recordar que Argentina no se desafilia del FMI y que mantiene sus propuestas para reformar al organismo a fin de ganarlo para mejores fines de los que ha venido cumpliendo, lo cual supone la voluntad de dialogar en busca de consensos internacionales. Por otra parte, la deuda externa del país que fue renegociada con éxito demandará largos esfuerzos para honrar los compromisos adquiridos. Aun si el gesto de ayer no tuviera consecuencias económicas para el interés nacional, aunque las tiene, y fuera un mero acto político, sigue teniendo una validez encomiable.
Para los que reclaman un cierto grado de consistencia en las políticas oficiales, condición necesaria de la gobernabilidad, basta comparar el discurso presidencial de ayer con los que pronunció Néstor Kirchner en la Cumbre de Mar del Plata, en Iguazú para el relanzamiento del Mercosur y en Montevideo, para dar la bienvenida al ingreso de Venezuela a la integración sudamericana, para constatar que existe una continuidad argumental sostenida y sustentable, porque sucede con reactivación económica, superávit fiscal y disciplina antiinflacionaria. Es indebido descalificar lo que se hace en razón de lo que falta. Cada paso adelante acorta un poco más las distancias que quedan por recorrer hacia un futuro mejor.
Con todas las prevenciones, dogmas o sensateces que puedan acumularse al pie de la decisión tomada, para los que valoran cada espacio de libertad que gana el país y su gente, ésta es una ocasión para celebrar y para reclamar siempre más.