Jue 19.01.2006

CONTRATAPA

Irán a la vista

› Por Juan Gelman

“Vamos finalmente a demostrar que Irán no puede hacer a un lado impunemente las justas demandas de la comunidad internacional”, dice la secretaria de Estado norteamericana Condoleezza Rice (AP, 16-1-02). Su antecesor Colin Powell preconiza una acción inmediata para detener el programa iraní de enriquecimiento de uranio (The Sun, 17-1-06). Londres, París y Berlín anuncian que convocarán una reunión de emergencia del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) para que el caso se eleve al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y éste imponga sanciones a Irán (The Times, 17-1-06). Se repite la estrategia que la Casa Blanca siguió contra Irak.

Es inútil que las autoridades iraníes reiteren que buscan un desarrollo nuclear con fines pacíficos y que no les interesa tener armas nucleares (The New York Times, 18-11-05). Powell piensa que eso no importa: es Irán el que debe demostrar su inocencia y no al revés. Se recuerda que el ex secretario de Estado “probó” la existencia de armas de destrucción masiva en Irak ante el Consejo de Seguridad de la ONU para justificar la invasión al país árabe. Las armas no aparecieron y es lo de menos que no haya evidencias de que Irán esté intentando poseerlas. Por algo fue incluido hace más de cuatro años en el “eje del mal” que diseñó W. Bush.

El Departamento de Estado considera que el gobierno iraní es “el patrocinador más activo del terrorismo en todo el mundo” (Country Reports on Terrorism 2004, abril del 2005), que alberga a miembros de Al Qaida y que estuvo relacionado con los atentados del 11/9. Se herrumbró el argumento de la relación Saddam Hussein/Osama bin Laden, pero los “halcones-gallina” entonan la misma cantilena aunque las pruebas de alguna conexión entre Teherán y Al Qaida sean aún más invisibles que en el caso iraquí. De nuevo: es lo de menos.

“EE.UU. no puede permanecer ocioso mientras el peligro crece”, dijo W. Bush antes de invadir Irak. Es el fundamento de la acción militar preventiva contra cualquier país, que el imperio se arroga como derecho. W. Bush puede declarar una guerra sin consultar a nadie (resolución 23 del Senado de EE.UU., 18-11-01), cuenta con plenos poderes para emplear armas nucleares (www.foreignpolicy.com, mayo-junio del 2005) y también insiste respecto de Irán en que “todas las opciones están sobre la mesa”. No faltan las ganas a los neoconservadores que proclaman la conveniencia de emprender una guerra nuclear “de manera racional”. Desatarla es aparentemente “legal” en EE.UU.

La doctrina en la materia de las fuerzas armadas estadounidenses establece que “no hay leyes internacionales acordadas o consuetudinarias que prohíban a las naciones el empleo de armas nucleares en un conflicto armado” (Doctrine for Joint Nuclear Operations, Estado Mayor Conjunto, 15-3-05). La Corte Internacional de Justicia de La Haya, respondiendo a una consulta de la Asamblea General de la ONU sobre el tema, emitió el 8-7-96 una declaración en que afirma exactamente lo contrario: “No existe en el derecho consuetudinario ni en el derecho internacional acordado ninguna disposición específica que autorice la amenaza o el uso de las armas nucleares”, salvo que esté en juego la supervivencia misma de un Estado. Como Irak antes de la invasión, Irán no constituye una verdadera amenaza a la existencia de EE.UU., pero se conoce la clase de respeto que el gobierno Bush propina a las leyes internacionales y al propio ordenamiento jurídico interno de EE.UU.

Rusia y China no parecen inclinadas a apoyar un ataque norteamericano contra Irán. Moscú cumple un lucrativo contrato de mil millones de dólares con Teherán y, entre otras cosas, le construye un reactor nuclear. Pekín cubre el 12 por ciento de sus importaciones de petróleo con el oro negro iraní. No sorprende, entonces, que el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, señalara que “las sanciones no son el mejor ni el único camino para resolver problemas internacionales, la cuestión de las sanciones contra Irán pone el carro delante del caballo”. Ni que el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Kong Quan, insistiera en las negociaciones diplomáticas con Irán (CNN, 17-1-06). Los dos países tienen derecho a veto en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero esto no arredra a la Casa Blanca. Se vio en Irak.

Si se trata de emplear bombas nucleares para aniquilar a terroristas y a quienes los albergan, ¿por qué no arrojarlas sobre Florida?, propone el catedrático de la Universidad de California Jorge Hirsch. Agrega que, en efecto: al menos 15 de los 19 atacantes del 11/9 tenían contactos en ese estado norteamericano; 13 de los 19 estuvieron en Florida antes del 11/9; ocho aprendieron a volar en la Escuela de Aviación Huffman de Venice, Florida; cinco se entrenaron en gimnasios del estado; dos se emborracharon en un bar de la Hollywood de Florida días antes del ataque. En cambio, la comisión bipartidaria encargada de investigar los hechos del 11/9 afirma que Irán facilitó “el tránsito de miembros de Al Qaida hacia y desde Afganistán antes del 9/11, y algunos figuran entre los secuestradores de aviones del 11/9” (www.9-11comission.gov/report, julio de 2004). Contradictoria la vida, ¿eh?

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